70 años de la televisión
Victoria E. González M.
Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.
La gente de mi generación creció con la televisión y el cine como los principales espacios de esparcimiento. En el cine, el matinal de los sábados no podía faltar. Viruta y Capulina repitiendo cientos de veces sus chistes flojos que nos hacían reír sin parar en el esperado inicio del fin de semana.
Entre tanto, en la tele que nos acompañaba toda la semana eran pocas, muy pocas, las opciones que había para que una audiencia multitudinaria pudiera elegir. Dos o tres canales con horario limitado en los cuales reinaban los dramatizados, los concursos, los musicales, los noticieros y uno que otro programa etiquetado como “cultural”.
De la televisión colombiana quedan en nuestros recuerdos muchos programas emblemáticos. Concéntrese, con su tablero gris (luego supimos que era verde) y sus recuadros que se movían manualmente, retaba al público asistente, televidente y concursante a recordar parejas de marcas, con el eslogan “para que no se le olvide”, hasta llegar a un jeroglífico que, si era resuelto, entregaba al ganador electrodomésticos de última tecnología.
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El reinado nacional de belleza fue quizá el programa unitario más emblemático de la televisión. Las frases de las presentadoras de turno se quedaron instaladas en el imaginario nacional compartido: “quien de amarillo se viste a su belleza se atiene” o “lástima que la televisión no sea a colores”, eran solo algunas de ellas. Con el reinado de belleza los profanos en el tema de la moda también descubrimos que había canutillos, lentejuelas, mostacillas, olanes, rasos y satenes.
Pero no solo fueron los programas nacionales los que marcaron nuestra infancia. Muchos de nosotros crecimos en medio de las diarias penas de amor de las protagonistas de telenovelas venezolanas o mexicanas.
Todas ellas hermosas, pobres y engañadas por un niño rico y caprichoso que después de ciento veinte capítulos, de perder la memoria en un accidente, y muy a pesar de los deseos de una familia poderosa, se rendía a sus pies en un capítulo final con boda fastuosa y sin la presencia de la antagonista que, por lo general, se volvía loca de envidia o se moría.
¡Cuántas horas pasamos frente a la tele en nuestra infancia y juventud! ¡Cuántas persecuciones fallidas del coyote! ¡Cuántas lágrimas vimos correr por las mejillas de Topacio, Esmeralda o María la del barrio! ¡Cuántas veces, solos y aburridos, encendimos esa tele con un plato en la mano, en busca de un poco de compañía!
Son 70 años de la televisión colombiana en los cuales han pasado millones de acontecimientos a los que pudimos asomarnos por una ventana pequeña que con el paso del tiempo adquirió color, estilizó su figura y pasó con absoluta confianza de la zona social de la casa a la intimidad de los dormitorios.
Feliz cumple a la tele colombiana y gracias, gracias por esa colcha inmensa de recuerdos que nos dejó pegada al pecho calentando nuestros nostálgicos corazones.