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domingo, 19 de mayo de 2024
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Colombia avanza en la producción sostenible de mero y pargo

En entrevista con Más Colombia, Adrian Devia, Director Ejecutivo de la Fundación Sila Kangama, se refirió al consumo de pescado en Colombia y a los avances en su conservación.
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Adrian Devia, de origen samario, es biólogo marino con una Maestría en Especies Marinas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Actualmente, trabaja como Director Ejecutivo de la Fundación Sila Kangama, una organización colombiana dedicada a la conservación de especies que viven en el mar.  

Para comenzar, hablemos del consumo de pescado en el país. En cifras, ¿qué tanto pescado consumimos los colombianos?

De acuerdo con la FAO, 156 millones de toneladas de productos pesqueros fueron destinados a la alimentación humana en 2018, con un estimado de consumo individual (per cápita) de 20,5 kg/año. Cuando comparamos esas cifras con los países de Latinoamérica, vemos que, a pesar de que Perú y Chile registran los consumos más altos de pescado y mariscos de la región, con valores de 17 kg/año y 14 kg/año, respectivamente, no alcanzan los 20 kg/año del promedio global.


En el caso colombiano, recientemente se ha visto un incremento en el consumo per cápita de pescado, al pasar de 8,80 kg/año en 2020 a 9,60 kg/año en 2021. Sin embargo, cuando se comparan estas cifras con el consumo de otras fuentes de proteína animal, nos damos cuenta de que la dieta de los colombianos se inclina más hacia las carnes tradicionales. 

El consumo de pollo es el más alto, con estimados per cápita de 36,4 kg/año. Le siguen la res, con 17,1 kg/año, y luego el cerdo (8,8 kg/año), de acuerdo con la información más reciente de la Dirección de Cadenas Pecuarias, Pesqueras y Acuícolas del Ministerio de Agricultura (Diciembre de 2020). Estos porcentajes responden sobre todo a los niveles de ingresos de la población porque los precios del pescado en el mercado son más altos en comparación con las otras proteínas (pollo, huevo, etc).

Por otro lado, está el tema de la baja producción pesquera del país, cuyas fuentes son la pesca artesanal, la pesca industrial y los cultivos de peces. La industria pesquera, tanto en la parte artesanal como en la industrial, viene experimentando reducciones en sus tasas de captura porque cada vez es más difícil pescar, y con este patrón se obtienen menores ganancias. En mi opinión, el pescador artesanal es el más perjudicado, ya que en muchas faenas no recupera la inversión de combustible o no le alcanza para el pago de la cuadrilla.

Los barcos industriales, en cambio, aunque hacen grandes inversiones en combustible y manejo operativo de la embarcación, pueden ofertar el pescado a precios más elevados y mitigar un poco las capturas reducidas. De cualquier manera, más allá de que se afecte la oferta de pescado, se incrementa el precio, y a medida que esto sucede solo una parte de la población colombiana puede tener acceso a este tipo de alimento en su dieta.

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¿Cuáles son los peces de mayor demanda en Colombia y cuáles se encuentran en riesgo? 

La mayoría de la población colombiana que consume pescado prefiere especies de carne blanca que no tienen espinas y el mero y el pargo son especies que cumplen estas características, además del buen sabor. Las preparaciones que se hacen alrededor de estos dos pescados son deliciosas, y no tienen nada que envidiarle a un plato de pollo o carne de res. 


Tradicionalmente los pargos, han sido los peces con mayor demanda , tanto en el Caribe como en el Pacífico; su competencia han sido los camarones, pero digamos que son dos productos bien diferentes. La gran mayoría de restaurantes en los dos litorales han ofrecido pargo en el menú, mientras que la comercialización de mero ha predominado en restaurantes de gama alta (sobre todo en el Caribe). No es muy común encontrar mero en un restaurante tradicional. 

En este sentido, vemos que la demanda de estas dos especies es alta. Ahora, la problemática radica en las malas prácticas de pesca durante las últimas décadas. No hay control de tallas, no se establecen periodos de veda (en los que está prohibida la pesca), y comercialmente no se brinda asesoría de negocios al interior de las comunidades de pescadores, buscando que la pesca sea sostenible. 

En el caso del pargo, hay una problemática de sobrepesca. La talla de captura recomendada por las autoridades pesqueras es de 42 cms de longitud total —de 800 gr a 1000 gr de peso—. Sin embargo, lo que se reporta en el Pacífico colombiano, por ejemplo, es una talla de captura promedio de 35,5 cm de longitud. El problema de esto es que, como en esas tallas los peces están en proceso de desarrollo reproductivo, este no se completa de forma adecuada. 

El año pasado, mientras hacíamos el mejoramiento de la técnica de reproducción del pargo lunarejo, nos llamó la atención encontrar pargos reproductores maduros por debajo de la talla media de madurez sexual del pargo. Esto quiere decir que, debido a la sobrepesca, la especie se ve sometida a una presión de reproducción más acelerada, y los peces se desarrollan sexualmente antes de tiempo y sin alcanzar la talla ni el peso adecuados. Por esta razón, vemos muchas veces pargos de 300gr en un restaurante. Estas malas prácticas alteran los patrones reproductivos de las especies. 

Los meros en el Caribe enfrentan una problemática aún más crítica. Son animales muy sociales durante la época reproductiva y generan zonas de reproducción, es decir, puntos específicos donde se aglomeran para reproducirse. Este comportamiento ha sido identificado desde hace mucho tiempo por parte de muchos pescadores, quienes hacen sus capturas en estas épocas. En la medida que esta práctica se fue generalizando, se redujo la entrada de nuevos ejemplares al medio natural. Por esta razón, con el pasar del tiempo, hoy es muy difícil encontrar un mero en el medio natural, y por eso ha sido catalogado como una especie en peligro crítico de extinción.

Para quien nunca ha visto un mero y un pargo en su vida, ¿qué características los hace únicos o especiales?

Los meros y los pargos pertenecen a las familias Serranidae y Lutjanidae, respectivamente, dos grupos de peces de importancia comercial en los mares Caribe y Pacífico colombiano. La calidad de su carne y las diferentes preparaciones que se pueden encontrar en torno a la cultura local, los ubican dentro de los productos pesqueros de mayor demanda en el mercado a nivel nacional, pero también son muy demandados a nivel global.

Los meros se caracterizan por ser ejemplares grandes y robustos que pueden alcanzar hasta 400 kg de peso y 2 mt de longitud. Su piel es gruesa, de color café oscuro con tonalidades grises-verdosas en algunas partes de la cabeza y aletas pectorales. Su distribución es amplia; va desde la costa este de la Florida, pasando por el Golfo de México y el mar Caribe, hasta el Brasil. También incluye el Océano Pacífico, desde Costa Rica hasta Perú. En algunas fases de su ciclo de vida, se les puede encontrar en aguas salobres frente a la desembocadura de ríos o en áreas coralinas insulares oceánicas. 


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En el caso de los pargos, estamos hablando de peces mucho más pequeños, con coloraciones rojas y claras en su piel, que pueden alcanzar una talla por encima de los 34 cm en su etapa adulta. Tradicionalmente, se les puede encontrar en ambientes oceánicos, a distancias de las costas que van de los  30 a los 100 mt, tanto del Caribe como del Pacífico colombiano. 

Hablar de las diferencias entre ambas especies y de las características que los hacen únicos, es hablar de religión y sexo. Son muchas desde el punto de vista taxonómico, biológico y ecológico. Sin embargo, tienen la similaridad de que habitan los dos océanos del país y que alrededor de su pesca no solo se encuentra una fuente de sustento, sino también un legado de conocimiento transmitido de padres a hijos, que ha sido el pilar de las familias de pescadores artesanales en Colombia.

¿Qué tanto se consumen estos dos peces en el país? 

En Colombia, como decía anteriormente, el mero y el pargo están presentes en ambos litorales (Pacífico y Caribe). Sin embargo, la pesca de mero en el Caribe fue tan indiscriminada que actualmente el “mero guasa” (Epinephelus itajara) se encuentra en riesgo crítico y su consumo en el Caribe está prohibido, como también las “chernas”, especies de la misma familia. En el caso del pargo, las poblaciones de peces se mantienen estables, pero en niveles bajos. De no controlar y gestionar de manera adecuada su pesca, se puede llagar a ese mismo punto.

Si miramos el Pacífico colombiano, los meros son apetecidos, pero no en las cantidades del pargo; en esta región del país el pargo lunarejo (Lutjanus guttatus), por ejemplo, es uno de los platos más consumidos después del camarón. Pero el pargo, tanto en el Caribe como en el Pacífico, es el producto de mayor demanda. 

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¿Cuál es la diferencia entre un mero y un pargo en el precio final? 

La carne de mero puede ser más costosa que la del pargo, dependiendo de la temporada del año. Por lo general, los precios más altos son los de las temporadas de vacaciones, de fin de año y Semana Santa. Una libra de pargo puede estar costando alrededor entre 8 mil y 14 mil pesos, mientras que la de mero ronda los 12 mil a 16 mil pesos.

¿Qué programas, ya sea privados o públicos, se han adelantado para la conservación de estas dos especies de peces? 

En Colombia la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP), se ha enfocado en desarrollar planes de manejo para la pesca de estas especies. El Centro de Investigaciones, Educación y Recreación (CEINER, con sede en el Oceanario Islas del Rosario) y el Centro de Investigación de la Acuicultura en Colombia (CENIACUA) se han centrado en incentivar técnicas de cultivo para lograr que Colombia tenga una oferta sostenible. 

Esta última alternativa es una apuesta interesante, a la que se han unido tanto el sector público como el privado, para encaminar una estrategía de doble función: por un lado, conservar, y por el otro, tener una nueva actividad económica que sirva de alternativa de sostenimiento para las comunidades de pescadores artesanales, con las cuales se han realizado acercamientos en este proceso. 


¿Qué resultados positivos y concretos se han obtenido hasta el momento?

En el caso del Caribe, se han logrado afianzar técnicas de reproducción artificial del mero para la obtención de desoves fértiles —huevos de una hembra fecundados por el semen de los machos—. Este proceso actualmente se encuentra en fase de mejoramiento, al igual que el proceso de larvicultura del mero, es decir, de desarrollo de los huevos fecundados hasta la primera fase de crecimiento del pez.

En cuanto al pargo, apenas se está comenzando la búsqueda de una especie que se adapte a las condiciones de cautiverio y con la cual se puedan formar bancos de pargos reproductores para iniciar el proceso de investigación en reproducción. Cuando se apunta a una especie para un programa de acuicultura, esta debe cumplir con ciertas características, como son que tenga rápido crecimiento y buena supervivencia y que se conozca su proceso reproductivo en cautiverio. Pero, lo más importante, es lograr que los reproductores se adaptan a condiciones de cautiverio y que logren madurar en estas condiciones, para luego inducir el proceso de reproducción. 

En el Pacífico se ha avanzado bastante en la reproducción del pargo lunarejo, aunque falta afinar algunos puntos relacionados con la estandarización de los protocolos de inducción hormonal y alcanzar una mayor supervivencia en la etapa huevo – alevino. 

Con los meros de esta zona hasta ahora se está iniciando una investigación fuerte, basada en los resultados que se han obtenido en el Caribe.

¿Cómo avanzar en la conservación de estos pescados sin perjudicar su consumo?

Conservar no necesariamente se refiere a dejar de aprovechar una especie, pero es un asunto que genera controversia entre los conservacionistas y los pescadores y comerciantes. Alrededor de la pesca se sostienen muchas familias y alrededor de la comercialización pasa lo mismo. La idea es realizar un manejo más estricto de la pesca y afianzar más en técnicas de cultivo que permitan tener un modelo de producción sostenible en condiciones de mar abierto, para suplir las demandas del mercado y quitar presión sobre la extracción del medio.

¿Cuáles son los principales desafíos de la conservación y de la producción de este tipo de peces en el país?

En los procesos que se han llevado a cabo hasta el momento, la limitante ha sido la continuidad. Siempre que se empieza un proceso, al terminar los proyectos pasa mucho tiempo en continuar con la misma línea que se había iniciado, en especial cuando se trabaja con entidades del Estado. Estas se encuentran en constante reacomodación de personal y directivas. 

Por otro lado, está el tema de presupuesto. Es costoso hacer tanto conservación como acuicultura marina en Colombia, y ese es el principal desafío de este tipo de proyectos: mantener un sistema de adquisición de recursos, que permita hacer más eficiente el proceso de investigación y el empalme con las comunidades de pescadores, especialmente cuando la entidad está enfocada en generar conocimiento y no cuenta con fuentes propias de financiación.


Para resumir, la problemática de la pesca no es nueva. Desde hace más de diez o quince años se viene experimentado, y surge de una mala estructura en las políticas de gestión y manejo de este recurso, puesto que para tener dos océanos, que cubren casi 12 departamentos del país, estamos crudos en sostenibilidad de recursos marinos. Por eso el llamado a las autoridades nacionales y a los nuevos gobernantes es a mirar hacia los océanos, que son el futuro del país y deben ser administrados como un activo estratégico de alto valor. 

Hoy por hoy, la acuicultura —cultivo de organismos acuáticos que implica intervención en el proceso de cría para aumentar la producción— es el salvavidas de la oferta de productos pesqueros en el mercado global. En la medida en que la pesca artesanal o industrial baja su productividad, los cultivos de organismos acuáticos crecen a una tasa anual de más o menos 10%. Esto a futuro será algo positivo para Colombia, en la medida en que es posible generar más técnicas de cultivo que amplíen el portafolio de especies y aumenten el abanico de posibilidades de comercialización de productos en el mercado, en pro del consumo.

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