Dos casos más
Victoria E. González M.
Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.
En un lapso de una semana, dos mujeres fueron brutalmente asesinadas por sus parejas en distintos puntos de Colombia. Se suman estos dos casos a los tantos que día tras día se presentan en el país.
Huyendo por las calles de La Unión, municipio del Valle del Cauca, mientras pedía ayuda, Diana Carolina Serna fue alcanzada por su expareja, Hernando de Jesús Suárez, quien la decapita en plena la vía pública.
Posteriormente, se sabe que el victimario, quien se entrega a las autoridades, tenía anotaciones por violencia intrafamiliar y estaba completando una condena por homicidio, pero por buena conducta, tenía libertad condicional.
Le puede interesar: La tusa de los amigos
En el departamento de Antioquia, Isabella Mesa Sánchez, una joven de 19 años que había llegado hace poco de una estadía en México, fue asesinada y luego su cuerpo fue escondido en una maleta por su supuesto victimario, Sebastián Villegas Córdoba, su novio, un soldado de 21 años. La madre del soldado denuncia el hecho ante el batallón al que este pertenece.
Dos casos en poco tiempo, dos de tantos que ocurren y siguen ocurriendo y a los que siempre suceden comentarios de sorpresa y de rechazo por parte de autoridades y coberturas de prensa en las cuales siempre aparecen frases del tipo: “se sabe que la víctima no había denunciado a las autoridades”; “volvió con él luego de que se habían separado en varias ocasiones ”o “ella tenía una nueva relación y eso tenía muy molesto a su ex pareja”.
También le puede interesar: La vejez
De todo esto, lo único claro es que en Colombia y en muchos otros lugares del mundo se sigue asesinando a las mujeres por el hecho de ser mujeres; por la incapacidad de muchos hombres para entender que una mujer no es un objeto al que se debe poseer por encima de cualquier consideración, incluida la voluntad de esta de no ser poseída; por la imposibilidad de aceptar que una relación con una mujer termina con la decisión de alejarse y no con el exterminio físico y moral y, finalmente, por la creencia patriarcal de una sociedad que siempre está dispuesta a atribuir la responsabilidad a las mujeres cada vez que son víctimas de un hecho violento, por elegir mal, por dejar una relación, por mantenerse en ella o por haber provocado al victimario.
Seguirán las marchas, las declaraciones y las indignaciones y, tristemente, seguirán los casos de violencia en contra de las mujeres; porque ni las autoridades, ni los medios, ni la sociedad, ni las leyes, han entendido la gravedad de un fenómeno que no se ha tomado en serio y que se sigue viendo como un asunto privado o una manera particular de amar llevada hasta las últimas consecuencias.