El emprendimiento y los cambios geopolíticos

Diego Cabrejo
Matemático e Ingeniero Electrónico, Magíster en Matemáticas Puras, Gerente de Riesgo y Co-Founder de la Fintech Prestanza (R). dcabrejo@prestanza.com
Después de la Segunda Guerra Mundial, se establecieron reglas financieras globales que consistieron en buscar estabilidad comercial (cumplimiento de acuerdos y negocios) y recurso humano barato. Esto permitió el traslado de capital a lugares donde resultara fuera más rentable, al cumplirse dichas condiciones.
Fue así cómo, en la década de 1950, el capital se movió de Estados Unidos hacia Europa, un continente que estaba recuperando gran parte de su infraestructura e incrementando su competitividad e industrialización. Sin embargo, pasada una década, la rentabilidad de los nuevos capitales disminuyó, lo que impulsó a los inversionistas estadounidenses a redirigir su capital hacia otros destinos, principalmente a Japón.
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En los años 60, Japón se convirtió en un lugar atractivo para la inversión, debido a su estabilidad empresarial y a su abundante capital humano y económico. Los inversionistas norteamericanos trasladaron gran parte de sus productos textiles y empezaron a manufacturar sus productos en empresas japonesas, lo que se tradujo en mayor eficiencia y producción. Esto, a su vez, permitió un incremento en los salarios.
Sin embargo, la rentabilidad de las compras y las inversiones en Japón disminuyó a principios de los años 70, debido a medidas cambiarias que hicieron que el yen perdiera competitividad frente al dólar. Esto aumentó el riesgo de tasa de cambio y obligó nuevamente a los empresarios a buscar nuevos destinos.
En la década de 1970, los lugares favoritos para la inversión occidental fueron Taiwán, Corea del Sur y Singapur, debido a un ambiente empresarial similar al que tenía Japón en los años 60: poca infraestructura, pero un capital humano abundante y un alto cumplimiento en los acuerdos comerciales pactados.
Durante más de una década, los recursos se invirtieron en ciudades altamente pobladas y pobres. En las empresas reinaba el hacinamiento, la gente trabajaba más de 16 horas diarias e incluso vivía en las fábricas para cumplir con los rendimientos esperados por los capitales invertidos.
Sin embargo, con inteligencia y estrategia, se fueron realizando inversiones para mejorar las condiciones laborales, los procesos industriales y la infraestructura urbana, lo que llevó a Taiwán, Corea del Sur y Singapur a pertenecer a la clase media, de acuerdo con la clasificación de las Naciones Unidas, en un lapso inferior a 15 años.
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Después de Taiwán y Corea del Sur, a mediados de los años 80, China se convirtió en el receptor principal de recursos durante casi 30 años, debido a su enorme población y a que podía satisfacer grandes demandas a precios irrisorios. Con esto logró entregar a los inversionistas altísima rentabilidad durante prolongados periodos; además, los excedentes de capital se reinvirtieron en infraestructura física.
Gracias a su tamaño, parecía casi imposible que China pudiera perder su competitividad. No obstante, desde hace 15 años, la implementación de una estrategia digital cerró la brecha con los países de clase media e incluso con los países de clase alta. Como resultado de esto, los márgenes de rentabilidad han disminuido durante los últimos 5 años, lo que ha llevado a los inversionistas a buscar nuevos lugares en los que el capital de trabajo tenga mejores retornos.
Es así cómo los empresarios, conscientes de esta realidad y basados en la misma estrategia de amplio capital humano (mano de obra barata) y estabilidad comercial (cumplimiento de acuerdos y negocios), han fijado su mirada en la India.
Si eres empresario o comerciante, India es el destino al que debes ir y conocer. Recorrer sus humildes calles, sus abarrotadas empresas y sus tumultuosas plazas comerciales y empresariales te brindará la mejor oportunidad para comprar o crear de manera económica y obtener la mayor rentabilidad posible. La India de hoy se asemeja a la China de comienzos de los años 90.
Estas oportunidades se presentan solo una vez cada 10 o 15 años, por lo que debemos aprovecharlas. Como colombianos, debemos comprender cómo se están creando productos a precios bajos y utilizar una de nuestras fortalezas culturales y comerciales, el servicio al cliente, para agregar valor a la cadena de producción y generar riqueza. Esta es la mejor forma de insertarnos en la cadena y agregar valor.
¡De corazón, espero que no dejemos pasar esta oportunidad!
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