domingo, 1 de octubre de 2023
Inicio  »  Columnistas  »  En una hora sin luz

En una hora sin luz

María Isabel Henao, Columnista

María Isabel Henao Vélez

Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Javeriana. Especialista en Manejo Integrado del Medio Ambiente de la Universidad de los Andes. Twitter e Instagram: @maisamundoverde

Si nos coláramos en la Estación Espacial Internacional y observáramos nuestro planeta de noche, veríamos sobre un telón negro, un trazado de puntos y bolas destellantes, redes y chorreones luminosos parecidos a una red neuronal, a una cuenca hidrográfica brillante o a la foto de alguna galaxia. 


En algunas partes casi que podríamos adivinar el mapa del país que ahí abajo se enciende. Pero en sentido contrario, hoy día difícilmente podemos avistar una constelación completa si no salimos de la esfera de influencia de nuestro alumbrado nocturno. Si de repente dejáramos de darle suministro a esa red de energía, todo pararía y enloquecidos saldríamos a las calles mirando al cielo buscando evidencia de una gigantesca tormenta solar o quizá de la llegada de la nave nodriza al planeta elektron como seguramente lo llamaría un extraterrestre si se acercara por el hemisferio donde esté de noche. 

Le puede interesar: Reforma pensional 2023: hay acuerdo en 86 de los 89 artículos propuestos

Ese espectáculo del planeta encendido que puede resultar estético e incluso romántico, lo alimentamos todos poniendo a funcionar plantas, redes, enchufes, cargadores y todo tipo de aparatos que consumen energía. Y sí que ha traído cosas buenas la posibilidad de mover el mundo y encender máquinas valiosas que salvan vidas, procesan y conservan comida, nos permiten viajar a grandes distancias, cobijarnos y un sinfín de beneficios más. 

Pero resulta que hay un grave problema con la fuente de alimenta nuestra matriz energética: combustibles fósiles, que además de prender alumbrados, mueven industrias y vehículos dejando como desecho gases efecto invernadero que nos tienen sumidos y empezando a vivir en primera fila las consecuencias de la crisis climática. 

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía para el año 2020, el petróleo, el carbón y el gas natural sumaron el 80% de la oferta energética mundial. El otro modesto 20% comprende la producida a partir de biocombustibles y residuos, nuclear, solar, eólica e hidroeléctrica. El camino para cambiarle el alimento a nuestra matriz energética por fuentes de energía limpias está largo. 

Hora del Planeta, Más Colombia, María Isabel Henao
.

Economistas y grandes emporios de combustibles fósiles dicen que la transición es costosa y toca hacerla lentamente, pero mientras más la demoremos seguiremos pagando los destrozos del clima, como los de las recientes inundaciones en California, y afrontando otros costos y retos como el suplir la demanda mundial de agua dulce que superará a la oferta en un 40% para 2030, según noticia de la semana pasada.  


Sabemos que es posible para la humanidad vivir sin combustibles fósiles, la electrificación alimentada por energías limpias es nuestra principal apuesta gracias a los avances tecnológicos. El empujón lo tienen que dar las entidades financieras, las empresas, la movilización ciudadana moviendo el mercado global en una dirección distinta, y la voluntad y valentía política de darle cara a los dueños del negocio del petróleo y sus derivados, el gas y el carbón. Y sí, este párrafo puede sonar a titular ingenuo porque hay mucho condimento que añadir para que la receta salga perfecta. 

Hay grandes desafíos como los procesos industriales que requieren generación de altas temperaturas, el transporte de enormes cargas, la disposición de baterías o la explotación de minerales necesarios para la electrificación. Pero no nos podemos quedar sentados esperando a que las condiciones sean óptimas porque los 1.5° C de aumento en la temperatura global se vienen pronto, con todos los daños a la salud del planeta y las personas.   

En esta oportunidad quiero hacer énfasis en la movilización ciudadana. No podemos desestimar el poder de una acción, que sumadas a otras empujen la rueda que jala el carro de la humanidad hacia un futuro que no parezca parrilla de asador. Acciones que permitan alimentar nuestra red energética de otra manera y disminuir la demanda porque la mejor energía es la que no se produce. 

Es bueno para el bolsillo a la hora de pagar la factura de la luz y permite disminuir el “encendido” de las centrales energéticas bajando la emisión de gases efecto invernadero y contaminantes, y la sobre instalación de plantas generadoras que así sean de fuentes de energía renovables o no, generan impactos sobre los ecosistemas y las comunidades locales. Le puede interesar leer mi columna #Descarbonízate que incluye 5 pasos para bajar las emisiones de gases efecto invernadero en nuestra vida diaria. 

Tampoco podemos desestimar el poder de una hora. Tan solo una hora que enfoque nuestras miradas a las necesidades del planeta. Y cuando digo planeta hablo de las personas y el resto de la naturaleza de la cual dependemos. Una hora en la que millones de seres humanos decidan desconectarse de la red y conectarse al cuidado de la Tierra. 

La Hora Del Planeta desde 2007 ha sido un movimiento ciudadano global que el último sábado de marzo, apaga las luces para decirle a los gobernantes y líderes de los sectores productivos que el #cambioclimático y la crisis que ha desatado nos importa, y que no queremos un mundo con las consecuencias que trae: inseguridad alimentaria, pérdida de naturaleza, problemas de salud pública, pérdidas de infraestructura y migrantes por desastres climáticos, entre otros. 


La hora del planeta no solo invita a bajar el consumo energético recordándonos la innecesaria cantidad de bombillos que prendemos, de aparatos que usamos y dejamos conectados, sino que también invita a sumar acciones a favor de la naturaleza.  

Así que el sábado 25 de marzo lo invito a apagar las luces de 8:30 a 9:30 p.m. y hacer un plan sabroso en familia (e incluso con los vecinos y amigos) en la penumbra o a la luz de una vela. Desintoxíquese de celular, tableta, computador, equipo de sonido, radio, etc. Quienes vivimos el apagón de 1.992 sabemos que las posibilidades de compartir y pasarla bueno sin luz en las noches es posible y estimulante. Es más, aporte ideas por redes sociales el día jueves 23 de marzo bajo las etiquetas #En1HoraSinLuzYo #LaHoraDelPlaneta y cuente qué plan se puede hacer en una hora en la que de manera voluntaria no usemos energía eléctrica. 

Aproveche ese día también y dedique una hora a conectarse con el planeta. Organice una sembratón de plantas en su barrio, limpie una playa (cliché pero divertidísimo y revelador), visite una huerta urbana, compre un libro de esos que leen sus amigos “ambientalistas” y póngale un filtro distinto y renovador a su mirada sobre el mundo. Ese día camine o monte en bicicleta, no saque carro, no coja taxi ni bus. 

En fin, las opciones son muchas, pero lo más importante es que le cuente a otros, a sus familiares, amigos a todos los grupos de WhatsApp y Telegram que el 25 de marzo el plan es con La Hora del Planeta. Mándeles este video. Pásese por este enlace, compártalo y quede dateado sobre todo lo que necesita saber sobre esta hora a la que se suman tantos países y personas en el mundo. 

Rescatar el paisaje nocturno de cielos estrellados, imposible de ver al interior o en cercanía de las grandes ciudades, es hoy una utopía en un mundo habitado por 8 mil millones de personas. Cuánto bien le haría a la fauna silvestre nocturna y a nuestros índices de cortisol unas noches más oscuras y menos destellantes. 

Bajar el consumo energético por una hora (o más, cójalo de costumbre) no solo es dejar de alimentar por 60 minutos a un monstruo hambriento de combustibles fósiles, sino manifestar entre todos a viva voz, el deseo de un futuro conectado a la red pero también a la naturaleza. Porque el planeta sin ella sería tan solo la tercera roca luminosa desde el sol, pero desprovista de vida.