¿Es posible el pasaje cero en Transmilenio y el SITP?
Andrés Pachón
Abogado investigador, magíster en Derecho Público con experiencia en litigio estratégico. Medio ambiente, derechos y desarrollo. Twitter: @AndresPachonTor
Lejos de ser una quimera, el pasaje cero es el nacimiento de un nuevo derecho que sigue las tendencias de ciudades europeas, estadounidenses y chinas, donde ya se entendió que tanto a las personas como a la economía les conviene la libre circulación por la ciudad.
El sistema de transporte público de una ciudad es como el sistema circulatorio. Gracias a este servicio fluye la ciudad, se movilizan los ciudadanos de un lado a otro y circula la gente y con ella el trabajo, la vida y la economía.
Transportarse permite ejercer derechos fundamentales como el trabajo, la educación, la salud, el ocio, la recreación y el deporte.
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Mientras Londres, Nueva York o Ciudad de México se mueven a la velocidad de sus líneas de metro, Bogotá circula al ritmo de los buses, con enormes trancones, y al del traslado a pie entre la casa y el sitio de trabajo.
¿Y así quieren que aumente la productividad y competitividad de la ciudad? Dime cómo es el transporte de tu ciudad y te diré cómo es la calidad de vida de sus habitantes.
Gracias a Peñalosa que decía que un Transmilenio hace lo mismo que un metro, en Bogotá fuimos condenados a movernos en buses en lugar de metros. Y los leoninos contratos de concesión que rigen el sistema garantizan exorbitantes utilidades a los operadores privados, al tiempo que implican altísimas tarifas para los usuarios. Una de las más altas del mundo.
Los carísimos pasajes del Transmi y el SITP no solo son un asalto, sino que en la práctica constituyen infranqueables barreras para acceder a un servicio esencial.
¿Sabía usted que en Bogotá existe cerca de 1 millón de personas que realizan viajes a pie de más de 15 minutos por no tener para el pasaje? El 61% de esta población excluida por los precios del transporte son mujeres, en su gran mayoría jefas de hogar, lo que agrava sus ya precarias condiciones y las de sus familias.
El 85% de los habitantes de Bogotá pertenece a los estratos 1, 2 y 3, por lo que las familias bogotanas se ven obligadas a destinar entre el 20% y 30% de sus ingresos en transporte, en una ciudad donde la tercera parte de sus habitantes no alcanza a comer tres veces al día.
Estas barreras económicas son una de las razones que explican el alto número de colados en el sistema. Un joven de 17 años que vende dulces en las afueras de una estación, y que usa Transmi todos los días, me explica que siempre se cuela porque debe responder económicamente por su pequeña hija. En su lugar usted qué haría, ¿pagar el pasaje o comer?
Lo que poco se sabe es que actualmente el Distrito paga el 55% de la operación de Transmilenio y SITP. Sin esos recursos públicos, la tarifa estaría por el orden de los $5.400 por trayecto.
Entonces solo hace falta la otra mitad, lo que equivale a 3 billones al año, suma importante, pero que equivale a menos del 4% de lo que ya le aporta Bogotá a la Nación en impuestos.
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En términos reales no resulta ser una suma tan significativa y menos si dichos recursos los aporta la Nación, posibilidad que quedó incluida en el actual Plan Nacional de Desarrollo.
Si hay voluntad política, el gobierno nacional solo tendría que destinar 2.5 billones para que pasaje cero fuera posible. Y recordemos que la última reforma tributaria de Petro aumentó el recaudo en 20 billones de pesos. ¿Solo se los gastará pagando la deuda externa y los intereses?
Actualmente, se encuentra vigente una norma Distrital, el Acuerdo 270 de 2020, que le ordena a la Alcaldía ir en búsqueda de la financiación total del sistema, rumbo al pasaje cero.
Lo que no es el pasaje cero
Por supuesto que el pasaje cero no puede terminar cobrándose con más altas tarifas en la energía eléctrica como lo propone el presidente Petro, lo que no significaría ningún alivio para los usuarios, pues lo que dejen de pagar en transporte lo terminarán pagando en las ya abusivas facturas de la luz, que él prometió bajar, otra promesa que no ha cumplido.
Tampoco es como lo señala Gustavo Bolívar, que se limita olímpicamente a negar la propuesta. Ni como ha dicho Galán, que un día dice que el pasaje cero es populismo y al otro día le da el guiño a la incorrecta propuesta de Petro.
La mejor propuesta
La mejor propuesta es la que está haciendo Jorge Enrique Robledo, quien plantea un modelo progresivo, así:
En 2024, el primer año de su alcaldía, congelaría el pasaje mientras adelanta toda la adecuación institucional y financiera; en 2025, reduciría el pasaje a $2.000, y en 2026 lo bajaría a $1.000, para alcanzar ‘Pasaje Cero’ en 2027.
Una vez hecha realidad la medida, las familias recuperarán entre el 20% y el 30% de sus ingresos, que podrán gastar en comida, educación y servicios, lo que reactivaría la golpeada economía bogotana.
La estrategia iría acompañada por la Rolita, la recién creada operadora pública, que conociendo en detalle la operación del sistema, identificaría los sobrecostos, precios inflados e inexistentes, con miras a poner en cintura a los operadores privados y a ayudar a determinar con datos, informes y estudios si su participación es realmente necesaria en la prestación de un servicio tan esencial.
Pasaje cero suena lejano y quizás para algunos parecerá un imposible, pero lejos de ser una quimera, se trata del nacimiento de un nuevo derecho, de una garantía ciudadana fundamental que permitirá ejercer otros derechos fundamentales y los derechos a la ciudad y aliviará la economía familiar.
¡Vamos a conquistar ese derecho, llegó la hora del pasaje cero!