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miércoles, 11 de diciembre de 2024
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Hoy en día es más caro importar soya y maíz que producirlos: Fenalce

Henry Vanegas, director de Fenalce, explicó que el programa Soya-Maíz: Proyecto país resultará beneficioso para la producción pecuaria nacional y no alentará las exportaciones de maíz y soya sin transformación.
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Si bien los cereales y las oleaginosas son claves para la seguridad alimentaria de cualquier país, desde hace varias décadas las importaciones de estos productos han venido creciendo y la producción nacional se ha venido reduciendo. En 2021, nuestro país produjo 678.169 toneladas de maíz y 111.595 toneladas de soya. En cambio, las importaciones ascendieron a 6.066.548 en el caso del maíz y a 433.824 en el caso de la soya, de acuerdo con las cifras de la Federación Nacional de Cereales (FENALCE).

El maíz se destina especialmente a la alimentación humana y animal, mientras que la soya se usa especialmente en la producción de alimentos balanceados, sobre todo para aves y cerdos. 


Dados los acontecimientos mundiales de los últimos tiempos —pandemia, crisis de los contenedores, conflicto entre Rusia y Ucrania—, los precios de los commodities, entre los que se encuentra el maíz y la soya, han presentado fuertes incrementos. Según el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), en febrero de 2022 el precio de la soya alcanzó un máximo histórico no visto desde 2012 (17,59 dólares por bushel), mientras que, en el mismo periodo, el precio del maíz creció en un 20% con respecto al mismo mes 2020 (7 dólares por bushel).

Lo anterior, sumado a la posibilidad de que se corten o se reduzcan los flujos comerciales globales, ha puesto sobre el tapete el significado que se le deba dar al concepto de seguridad alimentaria. En concreto, ha crecido la discusión sobre si los países deben producir buena parte de su dieta básica en el territorio nacional para garantizar su seguridad alimentaria, o si este concepto se cumple al tener los recursos necesarios para adquirir la dieta básica en los mercados internacionales. 

En este contexto, entrevistamos en exclusiva a Henry Vanegas, director de FENALCE, sobre el programa Soya-Maíz: Proyecto país, cuyo objetivo es reducir las importaciones de estos cereales e incrementar la producción nacional. 

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¿En qué consiste el programa Soya-Maíz: Proyecto país?


Es una iniciativa del sector privado, especialmente de la Cámara de la Industria de Alimentos Balanceados de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI). En esta, además de compañías, participan entidades públicas como el Ministerio de Agricultura y Desarrollo (MinAgricultura), el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y nosotros, la Federación Nacional de Cereales (Fenalce). Su objetivo es disminuir las importaciones de soya y maíz e impulsar la producción de estos cereales en el país. 

¿Cómo recibe Fenalce este programa? ¿Cuál es su importancia?

El programa Soya-Maíz: Proyecto país, como dije, busca sustituir las importaciones de soya y maíz —que son materias primas para la producción de alimentos balanceados— por producción nacional. Actualmente, este es un tema primordial porque, debido a la pandemia, la crisis de los contenedores y más recientemente la invasión de Rusia a Ucrania, los precios internacionales del maíz y de la soya se han incrementado significativamente. 

Yo creo que la pandemia ya nos había dejado muchas enseñanzas sobre las importaciones masivas de productos agrícolas. En Colombia el tema es preocupante porque, desde hace dos o casi tres décadas, las importaciones de cereales vienen creciendo. En la pandemia, esto sí que nos afectó porque los países productores, a los que les compramos estos granos, redujeron drásticamente su oferta en el mercado internacional para cumplir con su demanda interna. El resultado de esto fue, como se esperaba, un alza en los precios de muchos insumos agrícolas que no se ha podido frenar.

Depender de las importaciones, entonces, es un problema. Y un problema más bien innecesario para el país. Existen muchas zonas de Colombia con un gran potencial competitivo para los cultivos de soya y maíz que no estamos aprovechando.

¿Qué zonas del país resultan potenciales para la siembra de soya y maíz?

La altillanura colombiana, que comprende seis millones de hectáreas entre los departamentos de Meta y Vichada, es la zona con mayor potencial para la siembra de maíz y soya. Sabemos que cerca de 4 millones de hectáreas no requieren mayor adecuación: son zonas planas y mecanizables. 


Existen otras zonas del país que, aunque no son tan extensas, por su régimen de lluvias y demás condiciones ambientales tienen un gran potencial en términos de rendimiento y productividad de los cultivos. Por ejemplo, Valle del Cauca, Caicedonia y Meseta de Ibagué, entre otras. En estas zonas, es posible producir cosechas de cerca de 7 toneladas de maíz y 2,4 toneladas de soya por hectárea. 

¿Qué uso tendrá la soya y el maíz que se producirá?

La idea de reducir las importaciones de soya y maíz, así como de impulsar la producción nacional, es sobre todo para beneficiar al sector agropecuario. Estos dos cereales son importantes para la producción de alimentos balanceados, que son de consumo animal: el maíz como fuente de calorías y la soya como fuente de proteína. Es posible que haya una parte de la producción destinada al consumo humano, pero es más bien insignificante. 

¿El maíz y la soya importados pueden usarse indistintamente en la industria, la producción pecuaria y el consumo humano? 

No, el maíz y la soya que se importa para producción industrial y uso pecuario no puede terminar en las plazas de mercado, ni usarse para el consumo humano. En las mezclas que hacemos para los Alimentos balanceados, que son de consumo animal, la calidad del maíz y la soya no es tan alta. En otras palabras, las medidas sanitarias y fitosanitarias son un poco más flexibles con la cantidad de toxinas, bacterias, micotoxinas y hongos que pueden contener los granos. 

¿Qué institución determina los estándares que deben tener la soya y el maíz para consumo humano y para uso pecuario?

El Codex Alimentarius de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). Este documento se aplica a nivel mundial y se ve reforzado por algunos tratados y convenios internacionales de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (MFS, por sus siglas en inglés). 


Todas estas normas establecen cuáles son los tipos y grados de toxinas que pueden contener los granos para consumo humano o para consumo animal. Resulta que la vaca tiene cuatro estómagos, entonces tiene un nivel de tolerancia mayor a toxinas, bacterias y hongos. Los humanos por supuesto que no. 

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¿Qué institución vigila que el maíz y la soya, en efecto, se usen para lo que fueron importadas?

Este es justamente uno de los problemas más grandes que existen en Colombia: no hay un sistema nacional de trazabilidad de materias primas que vigile, controle y garantice que el maíz y la soya importados para uso industrial sean usados efectivamente en eso, y no en otras cosas. El problema está en que no tenemos suficiente infraestructura operativa y funcional de las instituciones de control, bien sea el ICA, el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) o el Ministerio de Salud (MinSalud). 

Es muy común que las empresas importadoras traigan estos cereales y los vendan al mejor postor, sin importar a qué uso se vayan a destinar. Así que ya se podrán imaginar los problemas en términos de salubridad. Colombia es uno de los pocos países en el mundo que no controla la trazabilidad y la calidad de las materias primas que importa. Y esto no solo ocurre con el maíz y la soya, sino con el café, el azúcar y la cebada, entre otros. 

En Fenalce hemos conocido algunos casos en los que el maíz y la soya que son importados para la producción industrial y pecuaria son destinados al consumo humano y terminan en plazas de mercado. Lo hemos denunciado, por supuesto. 

¿Ante qué institución se denuncian estos casos?


Como dije, nosotros no tenemos un sistema nacional de trazabilidad que controle y vigile que las importaciones sean destinadas a sus usos correspondientes. Así que no hay una institución específica ante la cual se puedan denunciar estos casos. 

La Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) controla si se pagó el IVA, pues este impuesto aplica solo para el maíz y la soya que sean destinados a la producción industrial y no al consumo humano. El ICA se encarga de controlar que no entren patógenos al país que puedan poner en riesgo la base biológica del país. Y el INVIMA debe vigilar que estos cereales tengan un alto valor nutritivo y sean sanos. 

Sin embargo, no hay ninguna institución específica que se encargue de vigilar la trazabilidad y de imponer sanciones, así que nosotros hemos denunciado ante la Policía Fiscal y Aduanera (POLFA). 

Regresemos al programa Soya-Maíz: Proyecto país. ¿La producción de maíz y soya en el país resultaría competitiva?  

Esta es una pregunta un poco capciosa. La producción de maíz y soya en el país puede resultar beneficiosa en un cierto tiempo. Con todos los compromisos ambientales que los países, las organizaciones y las empresas están asumiendo, los productos con una huella de carbono baja van a ganar competitividad frente a los demás en un tiempo. 

Y claro, uno podría preguntarse qué tiene que ver esto [la reducción de la huella de carbono en la producción] con sustituir las importaciones por producción nacional y con ser competitivos. En realidad, tiene que verlo todo. Cuando se compran productos afuera, el impacto ambiental es muy alto por el transporte y el combustible usado. Este impacto ambiental no solo se extiende a las materias primas, como el maíz y la soya, sino a los productos que se producen con ellas, como los alimentos balanceados, el pollo, el pescado, la leche, el huevo, etc.  

Ahora, si empezamos a producir maíz y soya, evitaríamos todo el impacto ambiental que produce el transporte naviero. Nuestros productos pecuarios —los que se producen a base de maíz y soya: carne, pescado, pollo, huevo, leche, etc.— se verán favorecidos por haber sido criados con cereales de producción local y avanzarán en el objetivo de ajustarse a las políticas mundiales de Carbono Cero. Por ese lado, la producción nacional de maíz y soya resultaría competitiva. Por el lado de las exportaciones de maíz y soya, la respuesta es distinta. 


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En términos de exportaciones, ¿qué tan competitivos son el maíz y la soya colombianos?

No lo son, y sobre esto quiero quedarme un rato. Resulta que nuestra apuesta con el programa Soya-Maíz: Proyecto país no es exportar. Estamos hablando de producir estos dos cereales en el país para abastecer la demanda interna del sector pecuario, especialmente. 

¿Por qué no podemos exportar estos granos así en bruto, sin transformación? Porque tenemos el flete en contra. Tendríamos que sacar estos productos desde la zona de producción hasta los puertos. Luego contratar un buque, cargarlo y llevarlo hasta el sitio de destino. Aquí no resultamos en absoluto competitivos frente a otros países que ya cuentan con cierta trayectoria y con cierto volumen importante en la producción de cereales. Pero, como dije ese, no es nuestro objetivo. Nuestro objetivo es disminuir los costos de las importaciones. 

Para importar soya y maíz, tenemos que considerar el precio de estos cereales en la Bolsa de Chicago, los fletes del país productor al Golfo de México, los fletes desde este Golfo hasta Colombia, los gastos portuarios y el flete desde el puerto colombiano hasta el lugar de consumo o procesamiento. 

Entonces, si en la Bolsa de Chicago el precio de la tonelada de maíz es de 320 dólares y el de la tonelada de soya es de 640 dólares, aquí [a Colombia] llega aumentada en 120 dólares más, que es lo que valen los costos de transporte y logística. 

Por último, ¿en cuánto hay que incrementar la producción para lograr abastecer la demanda de maíz y soya para la producción pecuaria colombiana?


No, ahora mismo no estamos en capacidad de abastecerla. En Colombia el sector agrícola crece, anualmente, al 7% u 8% y el 70% de las importaciones de soya y maíz se destina a este. Entonces, haciendo cálculos, necesitamos que el país produzca cerca de 500.000 toneladas adicionales de cada uno de estos cereales al año. Esto es todo un desafío, porque venimos de 30 de años de políticas que favorecían las importaciones y no la producción. 

A partir de 2021, con la crisis naviera, la pandemia y el conflicto entre Rusia y Ucrania —países con una producción importante de fertilizantes y cereales a nivel mundial—, la situación cambió. Ahora es mucho más caro importar que producir y parece que el Gobierno se está dando cuenta. El programa Soya-Maíz: Proyecto país es un paso en esta dirección. Con este programa lo que estamos intentando es incentivar las siembras en el país, asegurar la compra, hacer contratos de cosecha y siembra, frenar el volumen de las importaciones y sustituirlas de forma competitiva. 

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