La ciencia en Colombia; ¿Para qué?

Enrique Forero
Botánico de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en biología de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Expresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, de Físicas y Naturale
Definitivamente, en el entorno colombiano el gobierno y la sociedad tendrán que entender más pronto que tarde la importancia de la ciencia y la educación para lograr progresar en el mundo moderno.
Esto era algo que el General Francisco de Paula Santander tenía muy claro hace casi 200 años, cuando realizó la reforma educativa más profunda que se ha llevado a cabo en nuestro medio, o cuando creó la Misión Zea, o cuando fundó la Academia Nacional de Colombia en 1826 y la Academia Nacional de la Nueva Granada en 1833. Todo en la primera mitad del siglo XIX. ¿Cómo no ha de ser igual o aún más importante en el siglo XXI, en la era de la información y el conocimiento?
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Francisco José de Caldas, el General Francisco de Paula Santander, Agustín Codazzi, Manuel Ancizar y otros en el pasado comprendieron que Colombia era un país con inmensas riquezas naturales y culturales.
Es así que en la actualidad Colombia es un país considerado megadiverso; junto con esta condición, la diversidad étnica, cultural, musical, artística o culinaria, colocan al país en una situación de privilegio en el mundo entero, aunque quizá los colombianos no hemos interiorizado esa riqueza.
Ya Caldas en los albores del siglo XIX se quejaba de la ignorancia de los neogranadinos sobre nuestra geografía. La Misión Internacional de Sabios 2019 hizo un llamado a que los colombianos conozcan y protejan su patrimonio natural y cultural.
Caldas también sufrió de falta de apoyo para su trabajo científico. Es bueno recordar que la ciencia en Colombia ha pasado por numerosos altibajos a través de la historia, incluida la desarticulación de la Expedición Botánica con la llegada de la reconquista española y las dificultades políticas del siglo XIX.
Reconstruir una intelectualidad desintegrada y continuar estudiando y documentando el territorio nacional se convirtieron en tareas prioritarias para Santander y para algunos gobiernos posteriores a él, con la creación de la Misión Científica Permanente o Misión Zea y con la Comisión Corográfica de Agustín Codazzi.
Es posible mencionar algunos logros en la segunda mitad del siglo XX, como la creación de Colciencias en 1968 o el establecimiento de la Misión de Ciencia y Tecnología en 1988 y de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo en 1993.
Esta misión entregó al presidente César Gaviria el documento denominado “Colombia al filo de la oportunidad”, con propuestas concretas para el desarrollo del país en los siguientes 25 años, que desafortunadamente no tuvieron el eco que era de desear y de esperar.
Sin embargo, lo anterior dio un cierto reconocimiento a la ciencia en el ámbito nacional, el cual sufrió un debilitamiento considerable y una disminución de los presupuestos desde 2012, hasta el punto de que hoy el presupuesto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias en aquella época) es el peor presupuesto de todos los ministerios (quinientos mil millones), situándose un poco por encima del nivel del año 2010.
A pesar de lo anterior, en las primeras décadas del siglo XXI se ha logrado involucrar a los estamentos científicos y académicos en la definición de políticas públicas en ciencia, tecnología, innovación, medio ambiente y educación.
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Entre otras cosas, se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y se estableció la Misión Internacional de Sabios 2019, en buena medida a instancias de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales o de algunos de sus miembros.
Así mismo, se ha participado en la construcción de los últimos planes nacionales de desarrollo, de documentos Conpes de CT e I, y del plan nacional decenal de educación 2016-2026, entre otros.
Curiosamente, los avances científicos logrados en el mundo con motivo de la lucha contra la COVID-19, que dieron a la ciencia la relevancia que merece en muchos países, en el nuestro no tuvieron la misma repercusión, aunque la comunidad científica nacional se volcó a colaborar en lo que fuera necesario.
Esa misma comunidad científica ha venido insistiendo en que el gobierno debe hacer de la ciencia, la tecnología y la innovación parte fundamental del eje estructural del desarrollo económico y social sostenible para el mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos. Lamentablemente la ciencia NO es un proyecto de país.
El gobierno debe ofrecer su apoyo a las actividades que soportan e impulsan el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación y es imperativo que la sociedad colombiana interiorice la importancia de la ciencia. Pero el analfabetismo científico en el país es alarmante. Hay varias formas de contrarrestarlo, y los esfuerzos que se hacen para la llamada apropiación social del conocimiento poco a poco dan sus frutos.
Otra forma de disminuir ese analfabetismo se basa en que nuestros gobernantes y la sociedad colombiana en general conozcan, estudien y apliquen en el día a día y en las grandes decisiones nacionales las conclusiones y recomendaciones de la Misión Internacional de Sabios incluidas en documentos bajo el título global de “Colombia hacia una sociedad del conocimiento”, que sin duda alguna trazan lo que debería ser la hoja de ruta para el país en los próximos 25 o 30 años.
Una de las afirmaciones de la proclama de la Misión de Sabios dice que “sin el concurso de las ciencias y las artes, ningún país ha logrado desarrollar tecnología ni procesos continuados de innovación y de diseño, y por ende de fortalecimiento sostenido de su productividad y su competitividad”.
Esta premisa supone darle a la ciencia y la tecnología un lugar preponderante en el desarrollo del país y continuar apoyando los proyectos de investigación, fortaleciendo y entendiendo la importancia de la ciencia básica, impulsando las actividades que lleven a promover la cultura científica, la apropiación social del conocimiento y la política científica y continuar trabajando para que las decisiones tomadas logren convertirse en políticas de Estado. Sin ciencia básica no hay tecnología propia, no se puede innovar y mucho menos ser competitivos.
Es necesario propender por la existencia de un ecosistema científico respetable y fuerte, porque no hay que olvidar que el mundo actual es producto de la ciencia. Nuestro país cuenta con talento humano de alta calidad y en grandes cantidades.
Yo no tengo duda de que nuestros científicos, en términos generales, hacen parte de redes nacionales e internacionales. Pero quizá esta participación y la consiguiente visibilidad se puedan obtener asegurando, fomentando y fortaleciendo la presencia de los grupos de investigación colombianos en los grandes proyectos internacionales, como el CERN, pero habrá muchos más.
La ciencia debería estar presente en todos los debates importantes para el país. La comunidad alcanzó a ilusionarse cuando el entonces candidato finalista Gustavo Petro anunció que “ninguna decisión se puede tomar sin el apoyo de la evidencia científica”.
Esto es cierto para debates como los del petróleo, el fracking, la educación, la salud, la minería o tantos otros que son de importancia fundamental. Sin embargo, se nota el divorcio que se está dando entre algunos sectores del gobierno y la evidencia científica y el conocimiento.
Hay una considerable convergencia de criterios en el sentido de que se requiere crear una estructura en la que tengan asiento el Estado, el sector productivo y la comunidad científica y académica. Es decir, se requiere el fortalecimiento de la relación empresa-universidad-Estado-sociedad. Es que esta articulación se considera indispensable para desarrollar un sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación que transforme el aparato científico, tecnológico e industrial de Colombia.
Interpretando esta propuesta, otra de las premisas de la Misión de Sabios afirma que “cuando Colombia haya desarrollado suficientemente las ciencias, será más fácil estimular la demanda de las empresas por el conocimiento, lo que les asegurará su supervivencia”.
Para lograrlo es fundamental fortalecer la investigación en el país y acercarla a la empresa tanto pública como privada. La estructura así propuesta debe promover proyectos de desarrollo e incorporar el conocimiento de frontera, permitiendo la creación de nuevas industrias de base tecnológica, que aprovechen y conserven la biodiversidad y los recursos naturales.
Nada de esto será fácil de alcanzar si no se cuenta con un sistema nacional de ciencia, tecnología e innovación fortalecido. Si bien existe un Sistema Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación aprobado en el gobierno anterior y manejado desde el Ministerio de Ciencias, este debe ser revisado y adaptado a las necesidades reales del país.
Es necesario fortalecer la institucionalidad evitando su politización. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación debe ser un organismo técnico que responda a las necesidades de la sociedad y del país.
Tampoco se lograrán los progresos necesarios sin la adecuada financiación del sistema, lo cual no es un problema menor ni secundario. Se requieren políticas claras para financiar la CTeI apropiadamente, con asignación directa del presupuesto general de la nación.
El presupuesto estatal debe mantenerse y crecer progresivamente de acuerdo con las necesidades del sistema y del país. La mayoría de los gobiernos recientes han prometido incrementos en el porcentaje del PIB para fortalecer la CTeI, promesa que no solo no han cumplido, sino que en varios casos han disminuido los dineros asignados para tal actividad.
Para que Colombia se desarrolle es fundamental invertir un dinero de forma constante y en un monto que realmente represente lo que significa la ciencia para el país.
Está comprobado que solo cuando el Estado ha demostrado su compromiso con la financiación de la ciencia, la tecnología y la innovación, la empresa privada comienza a interesarse en este tipo de inversiones.
En el ámbito internacional, países como Finlandia o Nueva Zelanda han demostrado que solo cuando el Estado ha alcanzado inversiones cercanas al 0.8% del PIB la industria comienza a interesarse en estos temas.
Repetidamente hemos insistido en que las regalías, que actualmente constituyen un elemento importante en la financiación de CTeI, son volátiles y finitas, y no deben sustituir los aportes que deben provenir del presupuesto general de la nación.
Las regalías vienen principalmente del petróleo, el gas y la minería. Si, como pretende el gobierno, estas fuentes se eliminan, ¿qué pasará después? Se ha dicho que se fomentará el turismo, pero yo francamente dudo que el turismo produzca cercanamente lo que representan esos otros ingresos.
La Misión de Sabios fue muy clara en insistir que para fortalecer la CTeI y el cuidado del medio ambiente nuestro país necesita conocer, potenciar y aprovechar los recursos de su diversidad biológica y cultural y aplicar la economía circular para construir una bioeconomía y una economía creativa que lideren la transición a un nuevo modelo productivo.
Con este conocimiento se podrían transformar los sectores de alimentos, productos farmacéuticos, textiles, cosméticos, energía y contenidos para las industrias creativas, etc., pero especialmente se preservaría la diversidad, se fortalecerían las identidades culturales y se generaría un sentido de pertenencia muy necesario para el país.
Naturalmente estos son procesos de largo plazo que requieren de la contribución de todos nosotros a través de cambios profundos en nuestros estilos de vida y hábitos de consumo.
En este contexto, es necesario aumentar significativamente el número de jóvenes científicos y técnicos que estén en capacidad de generar nuevo conocimiento y de asimilar el conocimiento que llegue al país para enfrentar los retos del cambio climático, en medicina para el desarrollo de nuevas vacunas, en el agro que estén en capacidad de modernizar las formas de cultivar que hoy tenemos, lo mismo que el desarrollo de industrias fertilizantes y protección de las cosechas, etc.
El gobierno nacional debe trabajar en el fortalecimiento de las pequeñas y medianas industrias, también a través de la vinculación de personal con la capacitación adecuada para permitir su crecimiento e inserción en un sistema económico nuevo y diferente, en el que tengan posibilidad de innovar y ser competitivas a nivel local e internacional.
Es muy importante que en todas las grandes inversiones que hace Colombia con empresas extranjeras los contratos lleven cláusulas de transferencia de tecnología. Necesitamos aprovechar al máximo todas las tecnologías que traigan al país esas empresas; se necesita formar escuelas alrededor de esos conocimientos.
Por ejemplo, existe la posibilidad de que aparezcan grandes negocios sobre producción de hidrógeno y en Colombia necesitamos tener muchos expertos en ese tema; en términos generales, Colombia necesita expertos en tecnologías de punta de tal manera que podamos reproducir esas tecnologías, mejorarlas y alcanzar innovación propia.
Se ha sugerido la creación de institutos especializados en temas estratégicos para el país, donde se forme escuela alrededor de todos estos temas. El ejemplo de países como Taiwán es supremamente ilustrativo de la diferencia que hace tener unas políticas de ciencia, tecnología y educación dirigidas al desarrollo sustentable.
Ellos son muy claros en reconocer que, al no tener los recursos naturales y otras condiciones como las que tenemos en Colombia, invierten en el talento humano y todo lo que eso significa para el bien de la nación.
El reciente comunicado de la Academia en relación con el Plan Nacional de Desarrollo insiste en “que se tenga en cuenta la participación de quienes, con idoneidad y probidad, pueden aportar al Gobierno e invitamos a incorporar en el PND, la creación de comités o equipos asesores del más alto nivel académico y científico, para que acompañen y rodeen a todas las instancias y dependencias del Estado, a fin de que su saber y experiencia, puedan ser base importante de las decisiones que deben tomarse para generar políticas públicas”.
Esta es la asesoría científica al gobierno, algo que existe en muchos países y que les permite a quienes toman decisiones tener la información adecuada y las posibles alternativas de acción.
Otra necesidad del país es la regionalización de la ciencia y la tecnología; hay que llevarla a las regiones más apartadas, lo cual se logra a través de actividades coordinadas con grandes centros y universidades, a través de la creación de institutos de ciencia y tecnología regionales que vinculen técnicos, profesionales y científicos en diferentes áreas del conocimiento, y también a través de alianzas estratégicas entre regiones (departamentos) vecinas para potencializar las bondades de cada una.
Para asegurar que estos esfuerzos de regionalización sean exitosos se requiere crear las condiciones propicias para que quienes se trasladen a esas regiones apartadas puedan construir ecosistemas científicos y tecnológicos locales con masa crítica y capacidad de crecer y fortalecerse con el tiempo.
Un excelente ejemplo de esfuerzos en esta dirección lo constituyen las sedes que la Universidad Nacional de Colombia ha establecido en varias regiones apartadas como Leticia, Tumaco, Arauca y San Andrés.
La comunidad científica y académica ha estado pendiente del Plan Nacional de Desarrollo del gobierno Petro, y ha ofrecido su colaboración en todas las formas posibles. El proyecto de Ley está disponible, así como las “Bases de plan”. En una columna futura se analizarán estos documentos en algún detalle, en cuanto tiene que ver con ciencia, tecnología e innovación.
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