La industria, creadora de riqueza
María Alejandra Osorio
Directora ejecutiva de ACOPI Bogotá-Cundinamarca.
La sociedad moderna no hubiera sido posible sin la industria. Inglaterra edificó su imperio sobre la primera revolución industrial, basada en las máquinas, las herramientas y el carbón. Los Estados Unidos de hoy no se comprenderían sin la segunda revolución industrial y la utilización del petróleo y el gas como fuentes de energía.
La tercera revolución industrial, desde la última década del siglo pasado y todavía en curso, ha promovido las energías renovables y un extraordinario avance en las comunicaciones. Sin esto, no estaríamos usando el internet masivamente, los computadores ni la automatización.
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La cuarta revolución industrial ofrece el Internet de las cosas, la Impresión 3D, el Big Data, la Inteligencia Artificial y la robótica. Está concentrada en unos cuantos países avanzados, aunque sus efectos se sienten en todo el mundo.
Mirando en retrospectiva, Colombia ha llegado tarde a todas estas revoluciones. La primera llegó al país 100 años después de haber comenzado en el viejo continente, la segunda apenas comenzó después de mediados del siglo pasado y de la tercera y la cuarta solo hay evidencia en unos cuantos sectores que se pueden contar con los dedos de la mano.
A pesar de los avances tecnológicos, el denominador común de todos estos cambios ha sido la necesidad de contar con una sólida base industrial manufacturera, que entre otras cosas es la base del enorme protagonismo chino en la actual economía mundial.
Las revoluciones tecnológicas y la industrialización siguen siendo una tarea pendiente en el país. Peor aún, Colombia sufre un lamentable e inducido proceso de desindustrialización, y su manufactura ha perdido participación en el PIB aceleradamente. En los últimos 30 años, se han perdido más de 10 puntos.
Con insistencia, amplios sectores empresariales y académicos, así como algunos políticos, han reclamado que el país cuente con una política industrial de Estado que garantice la creación de riqueza nacional a través del desarrollo productivo y, con ello, genere mayor empleo.
Como dice un empresario del sector automotriz, la capacidad de producir riqueza es más importante que la riqueza en sí misma. Esa capacidad la otorga la manufactura con la generación de valor agregado y de encadenamientos productivos, con adopción de tecnología y con la necesidad de mano de obra calificada.
En el Día de la Industria, que pasó hace poco, esa es la reflexión principal que debemos hacernos: cuáles son las políticas que conducen a que esa capacidad de producir riqueza a través de la manufactura no solo se pueda conservar (la que queda) sino que se puedan promover otras.
La industria nacional necesita nuevos bríos para superar las dificultades y los retos que enfrenta. Hay que recuperar a las empresas que han cerrado y los empleos que se han perdido. Se necesita una política industrial que potencie lo que tenemos y nos permita saltar hacia nuevos rumbos manufactureros, con más ciencia, más técnica y más productividad.
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La llamada apertura económica, que se hizo para abrir y entregar gran parte de nuestro mercado interno, sumada a la firma de los TLC, la rebaja unilateral de aranceles y el contrabando, que no es perseguido de forma continua y eficaz, han puesto en franca desventaja a la producción nacional para competir con producción extranjera subsidiada en muchos casos o con dumping.
Necesitamos superar la espiral de abultados déficits comerciales que desestimula la compra de productos nacionales para sobreponer aquellos que son traídos de otros países, muchas veces sin cumplir requisitos mínimos de calidad o nacidos de un contrabando que pasa por la cara de algunos sectores de las autoridades.
Siendo la competencia mundial por los mercados entre países y no entre empresas, como se ha querido hacer ver, es fundamental que el país atienda de manera prioritaria los altos costos que significa producir en Colombia.
Entre esos costos se destacan los de la energía eléctrica; la gasolina, que pagamos como si fuera importada; los peajes, de los que se anunciaron incrementos; la ausencia de vías y carreteras en buen estado, y la creciente inseguridad que se vive en las ciudades y las carreteras del país, entre otros.
Pero, sobre todo, el país debe corregir de manera prioritaria la forma como se relaciona con el mundo para comerciar.
La industria manufacturera es el sector económico que, por excelencia, puede ayudar a jalonar a otros sectores con más impulso.