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miércoles, 6 de noviembre de 2024
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Partido sin goles, domingo sin sol: COP 27

María Isabel Henao, Columnista

María Isabel Henao Vélez

Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Javeriana. Especialista en Manejo Integrado del Medio Ambiente de la Universidad de los Andes. Twitter e Instagram: @maisamundoverde

Aún me invade el desconsuelo, y perdóneme querido lector por desahogarme aquí. Los resultados de la COP 27 de Cambio Climático, que culminó el mismo día que inició la Copa Mundial de Fútbol, no reflejaron avance alguno en lo más importante: el compromisos de los países para bajar a los niveles necesarios las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) y para transitar definitivamente de la quema de combustibles fósiles a energías verdes. 

El mundo estaba engolosinado con el resultado del partido Qatar- Ecuador (¡bravo Ecuador!) y el reporte escueto que hicieron los medios de comunicación de la COP sucumbió ante el pan y circo que ofrecía la nación musulmana. El partido jugado en la COP 27 bien podría definirse con marcador 0-0, en palabras de Di Stéfano, como un partido sin goles, que es como un domingo sin sol. 


Me debato entre la jartera de volver cual heraldo de final del los tiempos a sacudir gente zombi que no quiere salir de su burbuja donde nada pasa afuera mientras no se la revienten sacándola de su zona de confort; y el pesimismo de alzar una voz que al igual que la de muchos otros no tiene más fuerza que la de Mafalda en su sillita. 

Manuel Pulgar Vidal, el Líder Global de Clima y Energía de WWF, usó una expresión perfecta para el que hubiera sido titular regio de esta columna: el Fondo para el fin del mundo, haciendo referencia al Acuerdo sobre Pérdidas y Daños, exiguo resultado de esta cumbre que se presentó como el máximo logro.

Exiguo porque no hay mucho que celebrarle a este domingo sin sol. Seamos pragmáticos, usted qué pensaría si le dicen: oye, no voy evitar que te inundes / no voy a evitar la sequía/ no voy a evitar que se te incendie la casa/ no voy a evitar que tu tierra se vuelva árida… porque mi negocio necesita prosperar, pero tranquilo que te voy a pagar cuando estés en la inmunda. Algo así como mamacita déjese pegar que yo después le arreglo la cara. Pero, espere, porque la cosa es peor. 

El Fondo es una cuenta sin saldo. No hay acordados montos, financiadores, administradores o qué países serán elegibles para recibir los recursos cuando estén disponibles. Todo esto se negociará en la próxima COP. Entre las discusiones seguramente estará la paradoja China, el mayor emisor de GEI y la segunda economía del mundo por volumen de Producto Interno Bruto, pero clasificado aún como país en desarrollo *1 lo que lo haría apto para recibir la ayuda de dicho Fondo. O sea, la paradoja de la entropía, premiado por abonar la hecatombe.   

Aunque el acuerdo diga que las naciones no pueden ser legalmente responsables de los pagos, no quiero demeritar el trabajo diplomático de los 134 países en desarrollo (entre ellos Colombia) por este logro más que justo de una compensación por parte de los países más ricos e industrializados, destinada a enfrentar los costos que traen los efectos del calentamiento global como tormentas, olas de calor, inundaciones o sequías. 


Pero, en serio, ¿vamos a seguir batallando por plata para poner curas y no para parar el sangrado de la herida? En vez de estar mendigando lo que les duele sacar de los bolsillos a los países más ricos, deberíamos estar todos, sin distinción, haciendo un frente común para evitar que la temperatura media global suba de 1.5° C, abandonando la dependencia de los combustibles fósiles, y acelerando la transformación de la matriz energética y del modelo económico de consumo insostenible al cual le veneramos unas leyes de mercado que a rajatabla no han creado oportunidades de prosperidad (que ni siquiera bienestar) para todos. Frente común que necesita el liderazgo y compromiso de reducción de GEI al nivel necesario por parte de los países que más los emiten: China, Estados Unidos, India, Rusia, Japón, Alemania, Irán, Corea del Sur, Arabia Saudita e Indonesia (por mencionar los diez primeros).

Permítanme la desconfianza ante el bendecido fondo pues hace una década Estados Unidos, la Unión Europea y países emisores de GEI ricos, se comprometieron movilizar USD $100.000 millones por año para 2020 en financiamiento para el clima; esto significaba ayuda a los países en desarrollo a realizar una transición a energías limpias e inversión en acciones de adaptación ante riesgos climáticos. Si esa platica no se ha visto, ¿qué nos garantiza que esta sí se vea?

Concentrémonos en lo importante. Ya la ONU ha señalado que la falta de ambición climática de los países nos tiene encaminados a un panorama de fin del mundo con un alza de 2.5°C más en la temperatura media global para finales de siglo. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU ha alertado que los GEI deben disminuir un 45% para 2030 para no rebasar los 1.5° C. Eso es en siete años, y no hay acuerdos decisivos ni rutas claras para llegar a esa meta. 

Mientras tanto, por poner dos ejemplos, este año Pakistán vive inundaciones catastróficas por una estación de monzones no vista antes que ya ha cobrado 1.500 muertes y ha dejado daños estimados en 30.000 millones de dólares. 

Somalia, un país que vive del pastoreo y la agricultura, desde enero de 2021 padece una devastadora sequía (no ha llovido durante cuatro temporadas seguidas) que ya cobró la pérdida de alrededor de 3 millones de cabezas de ganado por hambre y falta de agua, ha llevado a 7 millones de personas a padecer hambre severa y ha desplazado de sus hogares a un millón. 

Lo triste es que los números nos entran y nos salen de la cabeza sin afectarnos. Pero detrás de esas cifras hay personas como usted, como yo, con sus seres queridos desfalleciendo o muriendo por días de camino para llegar a un campamento de desplazados donde les espera un terreno vacío o el hacinamiento. ¿Usted cree en verdad que ellos están celebrando los resultados de la COP27? 

Se requieren las mejores mentes y la mejor voluntad por parte de la humanidad en este momento de nuestra historia, pues no solo la falta de voluntad política socava los objetivos climáticos; la guerra en Ucrania que afecta el suministro de alimentos y gas, y dispara la inflación, incita a otros países a quemar carbón y a explorar en busca de más combustibles fósiles. 


Me sueño un mundo donde los zombis despertemos finalmente y bajemos de la sillita de Mafalda a los líderes y liderezas climáticos, escuchando sus voces con más entusiasmo que los goles de un partido. Que sus voces sean más fuertes que las de los 636 lobistas de la industria de combustibles fósiles que asistieron a esta COP o de las empresas patrocinadoras que fueron al baile del greenwashing. 

Que no se pierdan en sueños los proyectos, ideas y emprendimientos que niños, jóvenes, indígenas, colectivos, empresas, organizaciones y algunos países movilizan al margen de lo que ocurre en los salones a puerta cerrada de las delegaciones de los gobiernos. Pero de nada sirven las cotidianas acciones para descarbonizarnos de un grupo de ecodespertados, si los dueños del balón, de la chequera, esos que le echan carbón a la caldera del cambio climático no despiertan su compasión y raciocinio evitándonos un punto de no retorno hacia tiempos de aciago. 

También de esta columnista: #Descarbonízate

Matriculémonos en el equipo de la Tierra, ese que es local para todos. El que no puede darse el lujo de perder el partido más importante y que define el futuro de esta bola verde y azul sobre la cual nos jugamos la vida. 

Dele click por favor a este enlace para que se anime a ponerse la camiseta de este equipo planetario #TeamEarth.

*1 En el Índice de Desarrollo Humano China está en el puesto 79 (entre los países de IDH alto donde, créalo o no, también está Colombia en el puesto 88). Por tanto, el Banco Mundial lo clasifica como país de ingresos medios-altos, entrando en la categoría de economía emergente. Olvidándonos de los números, el capital se concentra en la China urbana donde los ingresos y renta son más del doble de los de la población rural, que como en tantos otros países, afronta niveles de pobreza y padece la ausencia de infraestructura y servicios públicos básicos.  

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