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sábado, 18 de mayo de 2024
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La revolución de la satisfacción inmediata

Diego Cabrejo, Columnista, Más Colombia

Diego Cabrejo

Matemático e Ingeniero Electrónico, Magíster en Matemáticas Puras, Gerente de Riesgo y Co-Founder de la Fintech Prestanza (R). dcabrejo@prestanza.com

¡Alimentarme con lo que quiera ya! ¡Vestirme con lo que quiera ya! ¡Tener dinero ya! ¡Tener sexo ya! ¡Tener entretenimiento ya! ¡Tener lo que quiera ya! La revolución de la satisfacción inmediata está en marcha y debes decidir si subirte a este tren o dejarlo pasar.

Nuestro ADN está escrito para que sintamos placer cuando nos reproducimos o nos salvamos de la muerte. Ese es un conocimiento milenario que ha sido hackeado por la publicidad, la política y el poder para inducir a consumir más a través de la satisfacción inmediata. Sin embargo, ¿qué tan lejos o qué tan cerca estamos de satisfacer nuestras necesidades básicas (y las no tan básicas) con el poder de nuestro pensamiento? Demos una mirada al estado del arte.


La industrialización nos permitió contar con múltiples productos, a un precio accesible y a una distancia corta. Eso es un paso importante, pero no es satisfacción inmediata porque me toma tiempo conseguir los recursos para hacer las compras y desplazarme hasta el lugar donde se encuentra mi objeto de deseo (centros comerciales, tiendas, universidades, librerías, la casa de mi novia, etc..). No obstante, a finales del siglo XX nació un concepto que cambió el juego: la digitalización.

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La digitalización permitió recolectar y ordenar información, inicialmente útil para las empresas, pero, conforme aumentó la infraestructura y se abarataron los costos, la información digitalizada se puso al servicio de las personas. La memoria fue uno de los primeros servicios que se digitalizaron y se colocó a disposición de quien la necesitara, de manera inmediata.

Posteriormente, se digitalizó el conocimiento. Todo el saber enciclopédico cabía en un CD-ROOM y estaba a mi disposición, sin necesidad de salir de mi casa. Le siguió la comunicación. Primero fue la voz y después las videollamadas hicieron su aparición con Skype; contactarme con mis seres queridos se volvió instantáneo e incluso cabía en mi bolsillo. La comunicación se volvió interconexión, y aparecieron las infraestructuras que permitían dar el siguiente salto luego del internet: el smartphone y el appstore.

En menos de 13 años, logramos colocar en los bolsillos de un billón de personas todas las amistades, los bancos, la televisión y el entretenimiento, los deseos aspiracionales, la libertad de expresión, el conocimiento y la información, los centros comerciales, los restaurantes y los domicilios.

Desde el 2007 (lanzamiento del iPhone) hasta el 2020, la humanidad construyó un conjunto de servicios digitales cuyo costo de uso es virtualmente cero. Teníamos satisfacción inmediata en varias áreas del desarrollo humano, pero estas tecnologías eran conocidas o utilizadas por menos del 20% de la población mundial.


En el 2020 ocurrió un punto de inflexión para la humanidad: la democratización de la digitalización. La propaganda del miedo hacia el coronavirus se convirtió en miedo hacia el otro, hacia la humanidad y hacia la individualidad, pero el lado positivo fue igual de increíble: billones de personas aprendieron a digitalizar su trabajo, el dinero, la educación, la comida, el sexo e incluso la salud preventiva.

Para servir de ejemplo, me toma 1 segundo ponerme a trabajar, 10 segundos encontrar un contenido educativo útil o satisfactorio, 30 segundos hacer los pagos de mi hogar, 5 segundos entretenerme, 3 segundos informarme de lo que está pasando en el mundo o ha pasado en los últimos 6.000 años, 4 segundos llamar a mi esposa o a mis papás y 60 segundos contarle al mundo lo que pienso y siento. Todo esto es satisfacción inmediata.

Sin embargo, hay varias necesidades que aún no son satisfechas inmediatamente y, así tomen algunos minutos, horas o días, causan ansiedad y dolor en nuestro cerebro, por lo que hay una competencia para cerrar dichas brechas y crear mercados multimillonarios por el camino. Veamos los problemas que he identificado y en mi siguiente entrega me centraré en las tecnologías y empresas que están trabajando en solucionarlos.

1) Alimentación: Si tengo hambre y quiero comer suelo pedir un domicilio, bien sea a un restaurante o a través de un Rappi. La comida la tengo en mis manos 30 minutos en promedio, pero ¿cómo se puede reducir este tiempo?

2) Entregas: Comprar un libro, una camiseta o cualquier cosa es algo bastante rápido, ya que el comercio electrónico está totalmente digitalizado, pero después del pago toma varios días o incluso semanas recibir mis productos. ¿Qué está haciendo Alibaba y Amazon para cerrar esta brecha?

3) Personalización: Conseguir el tornillo que necesito o una camiseta con mi diseño o mi apellido, son servicios muy particulares que me toma días encontrar y varias semanas para recibir el producto final. ¿Hay una mejor manera que conseguir a un experto que solucione el problema o la necesidad que solo yo tengo?

4) Diligencias: Todavía debo hacer mercado, ir a la lavandería y conseguir un sastre… ¿o no?


5) Transporte: Visitar a mis papás en Boyacá (150km por carretera) es un plan que me toma 4 horas para ir y otras 4 horas para regresar. ¿No hay una mejor manera de hacerlo?

La satisfacción inmediata ya está en nuestras vidas, pero aún está a mitad de camino y es un cambio que no podemos negar y al cual no podemos oponernos, así que solo queda prepararnos para abrazarlo y sacar lo mejor de él.

Nota: La corrección de estilo del presente artículo fue realizada con ChatGPT.