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Seamos la re-generación

María Isabel Henao, Columnista

María Isabel Henao Vélez

Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Javeriana. Especialista en Manejo Integrado del Medio Ambiente de la Universidad de los Andes. Twitter e Instagram: @maisamundoverde

Baby boomer, generación X, millenial, centennial… ¿a cuál pertenece usted? “Es que ustedes son muy jóvenes y no han vivido, no saben nada – es que a este cucho hasta el celular le puede, ¿no que loro viejo no aprende a hablar?”… ¿lo ha dicho o le han dicho algo semejante? La verdad es que, sin importar cuántos años le marque el calendario, hay algo que todas las generaciones saben en su interior: todos tenemos algo que aprender o desaprender cada día. Llegó el tiempo de dejar de cavar surcos que erosionan nuestro futuro en la Tierra y unirnos en una sola generación: la de la regeneración. En las dos columnas pasadas hablé del valor de los suelos, que hacen posible nuestra supervivencia y, el cielo los cubra, delicados placeres culinarios donde especias y aromas hacen un buen guiso o vino. En esta columna prometí cerrar este ciclo hablándoles de agricultura regenerativa, pero antes permítanme compartirles una vivencia. 

El pasado 31 de diciembre estuve en lo que mis amigas llamaron un “retiro hippie”. Durante un temazcal, ritual de tradición maya, dentro de esa “casa donde se suda” tuve una inesperada experiencia de conexión con la tierra, lo más de sencilla pero absolutamente maravillosa. Buscando encontrar un poco de frescor y escapar del vapor, tumbé mi espalda sobre el suelo. De repente sentí como si me hubieran conectado un cable de polo a tierra, o más bien a la red de micelio bajo el suelo. Cada poro de mi piel percibió una caricia de vida de la superficie fresca y las hojas y raíces semi removidas durante el montaje de la cúpula del temazcal (esta vez de gruesas telas de lana). El contacto piel – tierra disolvió por unos instantes los límites de mi dermis, de tal manera que el vapor, la humedad del suelo, mis lágrimas y sudor fueron uno solo… una sola agua recorriendo caminos laberínticos en mi cuerpo y en el suelo. Pensé: nos negamos a reconocer la unidad, nos negamos a tratar con respeto este planeta que no ha hecho sino tenerle una infinita paciencia a nuestra prepotencia. 

Antes de que pregunten, no estaba drogada. El micelio no eran rezagos de hongos que hubiera tomado al desayuno. Dan testimonio quienes me conocen, que soy más bien zanahorita para los estados alterados de conciencia. Así que sin haber consumido ninguna de las drogas típicas a las que ha tenido acceso cada generación, me di cuenta que todos estamos en la capacidad de regenerar esa conexión con la naturaleza, con el suelo que nos nutre. Lo invito a que en una próxima incursión fuera de la ciudad, ojalá a un huerto, se aligere de ropa, embarre un rato, sienta el olor de la hierba, arranque una zanahoria, abone con humus una cama de siembra nueva, o se tumbe bajo un bosque para darse cuenta de que usted también es el bosque, el árbol, el suelo, sus raíces y la vida que se esconde en ellos. 

Si usted es un agricultor que le ha rociado a su suelo todo el “paquete tecnológico” de agroquímicos, se va a morir de la risa, ¿cierto? Porque sabe que no lo haría, que en esa tierra usted no juega a acostarse cual hippie, ni loco. Bien, entonces reciba mi invitación a leer y documentarse de casos exitosos alrededor del mundo en donde son posibles ecosistemas agrícolas que producen abundante alimento, generan ganancias, secuestran carbono, purifican el agua, incrementan la profundidad de la capa cultivable, “proporcionan un hábitat para la fauna silvestre y crean una increíble belleza cada vez más necesaria en nuestro mundo moderno de hormigón, acero, plástico y cristal”, como lo dice Mark Shepard en su libro Restoration agriculture: real-world permaculture for farmers. *1 

¿Y cuál es el secreto de la tal agricultura regenerativa? Más bien sencillo si uno se pone a pensar, el quid del asunto es perseverar y acercarse a permacultores y empresarios que ya transformaron sus granjas convencionales para que le compartan sus procesos. Los principios de la salud del suelo en agricultura regenerativa se basan en combinar 4 prácticas: minimizar el impacto mecánico sobre el suelo (es decir NO arar), tener diversidad de especies y rotar cultivos, usar abono verde y compostaje, mantener cultivos de cobertura y raíces vivas, e integrar árboles perennes y animales de pastoreo con técnicas adecuadas de rotación. Esto se puede hacer en cualquier parte, por supuesto con los ajustes que cada bioma particular requiere, pues los suelos han coevolucionado con las plantas, y siempre será mejor apostarle a lo nativo y a lo que de manera natural la tierra puede nutrir. Los suelos tienen una vocación*2 y no es bueno forzarlos a mantener plantas que no corresponden a esos ecosistemas y hábitats.

Algo crucial en permacultura, agricultura biológica u orgánica, es cerrar los ciclos. Nada se desperdicia, así que los residuos orgánicos de granja, podas y hasta de cocina van al infaltable compost que se volverá materia orgánica, abono precioso y mejorador de suelos por excelencia. ¿Puede creer que por cada 1% de aumento de materia orgánica en el suelo, cada media hectárea de tierra absorbe 10 toneladas más de carbono? Por supuesto, es también crucial la rotación de cultivos para que la tierra no agote los nutrientes que una misma especie sembrada necesita, y el aprendizaje en alelopatía para no depender de los plaguicidas que contaminan su salud y la del entorno. 

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Se puede estar riendo ahora mismo pensando que en mi vida he sembrado una lechuga, pero sí lo he hecho, por eso valoro tanto el trabajo del campo. Si no me cree que sin arar puede sembrar sus semillas, que no necesita esclavizarse del fertilizante o que los herbicidas no son la respuesta a las malezas, investigue usted mismo. Por lo pronto visualice este panorama: el suelo sin arar retiene más agua (el desnudo la pierde por escorrentía y evaporación), aumenta el crecimiento microbiano, el crecimiento de las plantas, y como lo vimos en la columna pasada, la lluvia local. Los cultivos multiespecie de cobertura mejoran la vida y actividad del suelo y si el ganado pasta rotativamente en estos lugares, lo abona con su materia fecal pues los rumiantes son tanques móviles de microorganismos necesarios para deshacer las fibras del pasto que consumen. La fórmula son las pezuñas, estiércol y orina de las reses, que en las granjas grandes, no pasan más de 3 días en la misma hectárea (y que solo vuelven a ella de 6 a 9 meses después). Las vacas además podan la hierba comiendo su parte superior, haciendo que genere raíces (hechas de carbono) que se convierten en humus en el suelo. 

El documental que les recomendé en mi columna A Besar el Suelo enfatiza la trampa de las subvenciones (pagadas con los impuestos de los contribuyentes) y de los precios mínimos garantizados para que los agricultores siembren determinados monocultivos que alimentarán animales cuya crianza convencional emite gran cantidad de Gases Efecto Invernadero. El resultado, la tierra se convierte en polvo y los agricultores terminan por arruinarse. En USA quienes abandonaron esos programas y no viven de la caridad dejaron de percibir entre 1 a 3 dólares de ganancia por acre, a como en el caso del rancho Brown, a ganar 100 dólares por acre al año (50 US$ ha). *3. Un caso a escala mayor, fue el proyecto de agricultura regenerativa en la meseta de Loess, China. Desde 1994 hasta el año 2000, un área de 35 km2 usó a los mejores científicos para regenerar prácticamente desierto. 20 millones de personas salieron de la pobreza.

La apuesta a la que invito es a la diversidad de cultivos, no monocultivos, para desarrollar un sistema resiliente donde haya diversidad de oferta de productos para ofrecer a distintos mercados. Quien ve los resultados de cuidar el suelo, no vuelve atrás. Es hora de apreciar el suelo como el mundo maravilloso que sostiene la vida y no simplificarlo a un sustrato donde se ponen cosas. Vale la pena que seamos la generación de la regeneración: ¡enfriaríamos el planeta, y alimentaríamos el mundo! 

*1 En su edición en español puede conseguir el libro bajo el nombre de Agricultura regenerativa, la permacultura puesta en práctica

*2 Para conocer las características de los suelos colombianos, recomiendo consultar una obra extraordinaria: Suelos y Tierras de Colombia de la subdirección de Agrología del Instituto Geográfico Agustín Codazzi. https://www.igac.gov.co/es/catalogo/suelos-y-tierras-de-colombia-tomo-1-y-2 

*3 Puede encontrar la experiencia de Gabe y Paul Brown aquí http://brownsranch.us/ o leer su libro Dirt to Soil: One Family’s Journey into Regenerative Agriculture.

Dejo este enlace de interés, el curso gratuito en línea Agroecología: Transición hacia sistemas alimentarios sostenibles de la FAO. https://www.fao.org/in-action/capacitacion-politicas-publicas/cursos/ver/es/c/1412359/ 

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