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Una dosis de realidad

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Marta Isabel González

Ingeniera de Diseño de Producto, Magíster en Mercadeo, creadora de La Vendedora de Crêpes.

Tengo más puestos que un bus. Creo que lo he dicho varias veces en esta columna, y uno de esos muchos trabajos que tengo es ser conferencista. La parte de hablar en público, que a mucha gente puede asustarla, a mí se me da fácil por gracia divina y me fluye sin esfuerzo alguno, pero hay algo que me aterroriza a la hora de dar conferencias y es no ser coherente.

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Me da miedo que la gente pueda pensar que si hablo de un tema que supuestamente domino y después me equivoco en la práctica, me tilden de mentirosa o de vendedora de humo. Uno de los temas de los que hablo en esas conferencias es la adaptación al cambio y, aunque casi siempre lo he manejado relativamente bien, el último cambio grande de mi negocio, que empieza desde el modelo de negocio, me tiene la vida revolcada al punto de sentarme a trabajar, tener mil pendientes, no tener la menor idea de por dónde empezar o de si las tareas que tengo sí van a servir para algo y llenarme de ansiedad porque en el fondo no sé qué carajos estoy haciendo.

Después de una de esas crisis que tuve esta semana me sentí como una mentirosa y me regañé por haberme siquiera atrevido alguna vez en la vida a hablar sobre la adaptación al cambio. Pero como en la vida todo se va solucionando cuando uno menos piensa, ayer tuve una conversación con una persona increíble y entre muchas cosas hablamos sobre cuándo se tiene o no autoridad para hablar sobre un tema.

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Conclusión 1: puedo hablar sobre adaptación al cambio no solo porque lo he vivido montones de veces, sino porque a pesar de que los procesos hayan sido sumamente difíciles, retadores y me hayan cuestionado, he podido atravesarlos y sacar cosas buenas de ellos; no porque lo haya manejado a la perfección.

Conclusión 2: soy conferencista, no soy gurú. Cuando doy conferencias hablo de lo que he vivido, de los retos y las dificultades de muchos momentos de mi vida, y no de procesos perfectos en los que hice todo bien y no aprendí nada como si ya supiera todo.

No quiero ser un gurú que dictamina cómo se deben hacer las cosas; quiero hablar para contarles a otros mis equivocaciones y recordarles que equivocarse está bien y es una parte esencial de cualquier aprendizaje.

Quiero ser un testimonio de que las cosas son difíciles pero posibles y quiero realmente conectar con las personas que me escuchan y que también se equivocan; no quiero ser un gurú que levita y es el ejemplo perfecto de cómo hacer todo bien, pero que propone una forma de vida que es absolutamente inalcanzable hasta para él mismo.

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Por: Marta Isabel González
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