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A las cosas por su nombre

Artista colombiano

Felipe Arango

Artista plástico, Byam Shaw School of Art, Londres. Presidente de la Unidad Nacional de Artistas (UNA)

Desde hace al menos algunas décadas las transformaciones lingüísticas acatando los lineamientos de lo «políticamente correcto» y sus intenciones de ocultar la realidad con eufemismos, han ido cambiando la denominación de las cosas, las razas, las clases, las condiciones físicas, los estados de desarrollo y de todos los aspectos de la vida y acciones de las personas y la sociedad.

Ya no se es ciego, sino «no vidente», ni sordo sino «discapacitado auditivo», no se es negro, sino «afrodescendiente», no se es viejo sino de la «tercera edad», no hay guerra sino «conflicto armado», no se es subdesarrollado sino que se está «en vías de desarrollo», no es reforma tributaria sino «ley de Solidaridad Sostenible», no se es hampón sino «judicializado», no se es ciclista sino «bici usuario» ( ¿y los que usan buses, serán «bususuarios»?), ya no se abren cuentas bancarias sino que uno se «bancariza» y, no se muere sino que se pasa a «mejor vida».

Para desvirtuar el carácter único, intelectual, estético, transformador, enriquecedor y crítico de la cultura y las artes, ahora se las convirtió en «industrias creativas» o en «economía naranja», evidentemente para despojarlas de su esencia y, usando un anglicismo (otra de las nuevas tendencias transformadoras de nuestra maltrecha lengua), simplemente convertirlas en una nueva «commodity» (hablando de verdaderos eufemismos).

Esa es la esencia del eufemismo y de lo «políticamente correcto», ocultar con malabarismos las problemáticas reales, enfrentar los efectos y no las causas, cambiarles los nombres a las cosas con cortinas de humo populistas y bien vistas y hacerle el quite a la realidad y al debate serio, informado y sustentado. Es el «gatopardismo» que para no cambiar nada, propone cambiar todo.

Y para solo mencionar el último giro que adquirió la transformación «populista lingüista» que intenta despojar de su esencia a las cosas, al Paro Nacional de toda la clase trabajadora colombiana, de una sociedad indignada que no resiste más, los malabaristas del juego idiomático y político lo convirtieron en la «revuelta» de una «juventud» amorfa, sin representantes ni dirección. Como si un estado de la materia, (la edad, el género, el color o la etnia) los nivelase, homogeneizase y eliminase las diferencias intrínsecas a cada uno. No todos los jóvenes, o los viejos, o las mujeres, o negros, o indios (denominación nacida del equívoco del «descubrimiento»), piensan igual o carecen de distinciones. El eufemismo político con la amañada conversión del paro en «protesta juvenil», pretende despojar a todos ellos de sus diferencias, de sus organizaciones, de sus voceros y, en el proceso, de sus verdaderas reivindicaciones.

Por eso, a las cosas por su nombre, al pan, pan y al vino, vino, y que no nos metan gato por liebre.

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