La esclavitud moderna se esconde a simple vista

Fernando Morales-de la Cruz
Periodista, activista de derechos humanos y empresario social, fundador de Café For Change, Cartoons For Change y Lewis Hine Org.
El 2 de diciembre no es un día para celebrar. Casi 50 millones de personas viven hoy en esclavitud, más que en cualquier otro momento de la historia. La esclavitud se esconde en los productos que consumimos: cacao, café, azúcar, té, algodón, aceite de palma, frutos secos, arroz, atún, carne de res, cuero, teléfonos, ordenadores portátiles, juguetes y minerales como el oro y el cobalto. Incluso los productos etiquetados como “éticos” o “de origen sostenible” suelen depender del trabajo infantil y forzoso. Las 2.000 mayores corporaciones del mundo tienen esclavitud y trabajo infantil en sus cadenas de suministro.
Las instituciones que deberían luchar contra la esclavitud están, con demasiada frecuencia, comprometidas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) inició programas contra la esclavitud financiados por Mars, una empresa documentada por explotar a niños y adultos en el cacao, el azúcar, los frutos secos y el aceite de palma.
Algunas ONG, incluida Anti-Slavery International, han presionado a gobiernos en contra de prohibir las importaciones producidas con trabajo infantil. Las iglesias también obtienen beneficios, como inversores, de corporaciones con cadenas de suministro explotadoras.
Mientras tanto, políticos de Europa, Estados Unidos, Canadá, Noruega y Suiza lideran esfuerzos para despenalizar la explotación de esclavos y niños por parte de corporaciones globales, debilitando la rendición de cuentas en lugar de fortalecerla.
Y también debo culpar a la mayoría de mis colegas periodistas, que durante décadas han mirado hacia otro lado mientras las corporaciones explotan a decenas de millones de seres humanos. Su silencio ha ayudado a ocultar un crimen global a simple vista.
La esclavitud persiste porque es rentable y porque quienes se benefician controlan los sistemas destinados a detenerla. Acabar con ella requiere instituciones independientes, leyes aplicables, transparencia y una verdadera rendición de cuentas, no directrices voluntarias ni campañas de relaciones públicas.
El 2 de diciembre no es un motivo de celebración. Es un llamado a enfrentar estas verdades incómodas y actuar para garantizar la libertad de los decenas de millones de personas que siguen atrapadas en la esclavitud moderna.
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