Abuelito, tengo bastón

Contenido Invitado
Desde que estoy usando bastón ese es el pensamiento que más se me pasa por la cabeza. Pienso en ti y me río porque sé que te habrías horrorizado de ver a tu nieta, la pequeña, usando bastón. Pienso en ti a tus 99 años derecho como una tabla, alto, ágil y mirándome con tristeza usando mi bastón. Pero no te preocupes abuelito, no es tan malo.
Tengo que admitir que a veces lo odio. Lo odio cuando la gente me mira con cara de “esa persona no combina con ese bastón”; lo odio cuando salgo con mis papás, lo dejo por ahí y las personas amablemente se lo entregan a ellos y tengo que decir que es mío; pero la verdad es que en el fondo lo agradezco porque gracias a él puedo salir.
Hace poco fui a Grecia, a Malta y a Francia, y sin él no habría podido hacerlo. Lo agradezco cuando me pasan de primera en la fila; lo agradezco cuando me ofrecen una silla o cuando me tienen el ascensor; o cuando me dicen cosas bonitas como un señor que me crucé, me miró y me dijo: usted ya está sana, le queda el bastoncito y ya casi lo va a soltar. Bendita tierra paisa llena de gente que habla sin pedir permiso y con amabilidad.
Abuelito, creo que heredé tu vanidad la de la abuela, pero parece que Dios me necesita humilde y me está quitando la vanidad a punta de bastón. Ese aparato que a veces odio me ha enseñado a pedir ayuda y a entender que no puedo hacer todo sola.
Abuelito, tengo bastón y no es una mala noticia. Todavía ni tengo claro qué ni cuándo, pero este bastón me va traer cosas buenas. También estoy aprendiendo a esperar.
Te amo siempre y te veo en todas partes.
Tu nieta favorita,
Martisa