Inicio  »  Columnistas  »  Nadie se salva solo

Nadie se salva solo

Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Contaba las horas para ver el estreno de El Eternauta, la serie de Netflix basada en la primera novela gráfica del mismo nombre que se hizo en idioma castellano y, quizá, una de las más relevantes para el mundo gráfico de América Latina.

Mi ilusión era muy grande, no solo por las particularidades que la convirtieron en una obra de vanguardia sino, principalmente, por todo aquello que rodeó su creación.  El Eternauta fue denominada por los argentinos como una historieta de ciencia ficción. La escribió Héctor German Ostenterheld, desaparecido en dictadura junto con sus cuatro hijas, y la ilustró el gran dibujante Francisco Solano López. Se publicó entre 1957 y 1959 y se convirtió en el referente de muchas generaciones, catalogándose como un ícono de la memoria nacional.

Pues bien, puedo decir que la serie colmó todas mis expectativas. Desde el punto de vista técnico, creo que es una verdadera súper producción al estilo de las grandes series hollywoodenses. Logró adaptar con alta tecnología una historia colmada de escenarios apocalípticos y  personajes fantásticos.

Desde el punto de vista emocional, es una historia conmovedora cuyos personajes se ven inmersos en una situación inexplicable e intempestiva que transforma su realidad de un momento para otro y que amenaza con destruir todo lo que han conocido hasta entonces. Personalmente, un verdadero deja vu, de la cercana pero aún no superada pandemia del Covid-19.

Desde el punto de vista del mensaje, y a pesar de que no está adaptada estrictamente a la novela gráfica original, es un relato que destaca la esencia, el principio fundamental que moviliza toda la obra: “nadie se salva solo”. En estos tiempos de incertidumbre y de individualismo ese mantra tan poderoso impacta. En tantos años de acostumbrarnos a adorar a superhéroes anónimos vestidos con trajes improbables, cuya tarea solitaria es nada menos que salvar a toda la humanidad, El Eternauta nos entrega un relato exquisitamente construido que nos recuerda la necesidad de asociarnos, de apoyarnos, de ser gregarios. Nos recuerda que cada uno de nosotros, ante la adversidad más grande, no tiene la obligación, sino la oportunidad, de entregar lo que es y lo que tiene para poder salvar a su congéneres y a sí mismo.

Como toda obra importante, El Eternauta ha generado controversias y debates. No extraña que esos, los de siempre, los que entienden la libertad como la oportunidad de pasar por encima de los demás —los mismos que piensan en lo privado, en lo individual como el culmen de la felicidad y de la armonía en una sociedad construida para unos pocos—, se sientan disgustados con su éxito y hagan llamados para que no vean la historia y para poder borrarla como han borrado la memoria. Eso quizá sea un aliciente más para leer la novela y ver la serie.

Siga leyendo: La indiamenta

Salir de la versión móvil