El sueño del sacerdote
Santiago Quintero Pfeifer
Politólogo de la Universidad de los Andes, creador de contenido.
Enrique Pérez Arbeláez es quizás uno de los filósofos de las ciencias naturales y sociales más importantes, aunque menos conocidos, en la historia de Bogotá. Este sacerdote jesuita, nacido en 1896, mostró desde muy temprana edad un interés poco común por el desarrollo de las ciencias naturales desde un enfoque práctico.
Después de su paso por la Universidad Maximilian de Múnich y tras presenciar los estragos de la guerra en la infraestructura botánica de Alemania, se propuso impulsar el desarrollo de infraestructuras similares en Bogotá.
Esa meta tomó forma el 6 de agosto de 1955, cuando, casi sin previo aviso, se dio inicio al proyecto más visible de su legado: el Jardín Botánico José Celestino Mutis. Este comenzó con un lote de 20 hectáreas repleto de especies arbóreas foráneas y cinco jardineros, en el entonces poco desarrollado sector de Engativá, que aún conservaba la dinámica de un municipio.
El Jardín Botánico inició sus funciones durante la dictadura militar, atravesó gobiernos liberales y conservadores, y bajo la dirección de Enrique Pérez Arbeláez y Teresa Arango —su sucesora— se mantuvo como un verdadero proyecto de Estado.
Estas dos mentes visionarias optaron por conservar un vínculo institucional y coherente con cada momento de la turbulenta historia nacional, con el propósito de consolidar este centro científico como un espacio donde la ciudadanía pudiera mantener un espíritu curioso y encontrar soluciones basadas en la naturaleza para los problemas coyunturales de Bogotá.
Además, el Jardín Botánico José Celestino Mutis es el único en el mundo que presta servicios silviculturales, lo que lo convierte en un referente internacional en la aplicación práctica de la ciencia para la sostenibilidad urbana.
Hoy en día, el Jardín Botánico tiene una proyección mundial. Setenta años después, sus más de 20 hectáreas representan el legado vivo del sueño del sacerdote.