El derecho al voto femenino: la incansable lucha de las sufragistas colombianas
Hoy, en el Día de los Derechos de la Mujer, conmemoramos la lucha de las sufragistas colombianas y la conquista del voto femenino en Colombia. Este momento histórico sentó las bases de la lucha feminista por la igualdad de género.
Hace apenas 70 años, el 25 de agosto de 1954, las sufragistas colombianas vieron el fruto de décadas de lucha y obtuvieron, finalmente, el derecho al voto femenino. Estas mujeres sentaron las bases de las libertades que disfrutan las mujeres hoy en día y son ejemplo para aquellas que siguen trabajando para lograr la equidad.
En el Día de los Derechos de la Mujer, queremos conmemorar el esfuerzo de las colombianas que entendieron que el país avanza más cuando la sociedad les garantiza los derechos a las mujeres y el marco legal —y cultural— les permite desplegar todo su potencial.
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La conquista del voto femenino
Hace casi siete décadas, el Capitolio Nacional fue testigo de un momento histórico cuando Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda, dos mujeres de diferentes filiaciones políticas, se manifestaron en el escenario político para defender con pasión y determinación la necesidad de otorgar el voto a las mujeres colombianas.
Las sufragistas colombianas protagonizaron un episodio que se convirtió en el culmen de una larga lucha feminista que se gestó mucho tiempo atrás.
La idea de que el general Gustavo Rojas Pinilla les otorgó a las mujeres el derecho al voto es un mito que desvirtúa la verdadera historia de la lucha femenina en Colombia, según declaró Fabiola Calvo, integrante de la Red Colombiana de Periodistas con Visión de Género para el Centro Nacional de Memoria Histórica.
Calvo se refiere a que este derecho no fue un regalo, sino el fruto de un movimiento internacional que también encontró eco en Colombia.
La lucha de las sufragistas colombianas: un recorrido por el tiempo
Si bien el voto femenino se estableció oficialmente en 1954, las mujeres colombianas habían estado luchando por sus derechos desde mucho antes.
En 1853, en la provincia de Vélez (Santander), las mujeres disfrutaron brevemente del derecho al sufragio, aunque fue revocado poco después. Este breve período demuestra que la lucha por la igualdad de género y el derecho al voto femenino inició mucho antes de que se aprobara oficialmente, en 1954.
El camino hacia el sufragio femenino estuvo pavimentado por una serie de victorias previas en la lucha por la igualdad. Antes de la década de 1930, las mujeres enfrentaban numerosas restricciones. En la época, por ejemplo, estaba prohibido para las mujeres acceder a la educación superior y hasta administrar sus propios bienes.
Por ese entonces, la mujer tenía pocos caminos: o bien se desposaba a temprana edad, o ejercía la docencia (aunque limitada), o se unía a una congregación religiosa. Había excepciones a esto, pero eran pocas y muy mal vistas por una sociedad profundamente conservadora.
Por fortuna, las sociedades cambian por una multitud de factores, que van desde el reflejo de los cambios de otras latitudes, pasando por la mejor comprensión de los fenómenos, hasta los procesos reivindicativos que demuestran que, para muchos, el statu quo ya no es aceptable.
Lo cierto es que, durante el Gobierno del liberal Enrique Olaya Herrera, se concedió a la mujer el derecho a administrar bienes y a educarse en instituciones oficiales. Fue otro paso en el largo camino por lograr la igualdad de derechos.
En 1944, durante el gobierno de Alfonso López Pumarejo, se planteó una reforma que otorgaría a las mujeres el estatus de ciudadanas, pero excluyendo el derecho al voto. Aunque esta propuesta fue un paso importante hacia la igualdad, muchas mujeres continuaron presionando por el sufragio femenino.
Finalmente, en 1954, durante la Asamblea Nacional Constituyente que buscaba reelegir a Gustavo Rojas Pinilla, Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda presentaron formalmente el proyecto de ley del voto femenino. Después de un debate acalorado, el sufragio femenino fue aprobado con una abrumadora mayoría de votos a favor.
Aunque la aprobación del voto femenino marcó un hito en la historia de Colombia, también reveló las contradicciones de la sociedad de la época. Mientras las mujeres ejercían plenamente su ciudadanía, se aprobaba un pacto político que excluía a muchos sectores de la sociedad, conocido como el Frente Nacional.
Sin embargo, esta victoria abrió la puerta a una mayor participación de las mujeres en la política, con figuras como Esmeralda Arboleda, quien se convirtió en la primera mujer elegida para el Congreso.
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Votar por primera vez
Hoy en día, pocos recuerdan lo que sintieron la primera vez que votaron. Al fin y al cabo, el ejercicio de la democracia se ha convertido en un acto cotidiano en la vida de los colombianos.
Actualmente, incluso los estudiantes de primaria ejercen el derecho al voto en su propia elección del representante de curso o del representante académico. Por supuesto, en esas elecciones participan niños y niñas en igualdad de condiciones. Ellas no imaginan que, hace décadas, esto era absurdo para muchos.
En efecto, hace algunas décadas el voto era un privilegio reservado para unos pocos. Por eso, para las primeras votantes mujeres ir a ejercer su derecho debió ser un evento inolvidable.
Estas mujeres experimentaron con alegría el poder hacer lo mismo que sus padres, hermanos y esposos (al menos en ese ámbito): votar, levantar su voz y decir quién y cómo querían que las gobernara.
Esa primera votación, celebrada el 1 de diciembre de 1957, fue el resultado de la lucha incansable de las sufragistas colombianas, un hito que marcó el comienzo de una nueva realidad para las mujeres en el país.
Setenta años después de la conquista del voto femenino, el panorama ha cambiado drásticamente para las mujeres en Colombia. El derecho a la participación política ya no es un privilegio restringido, la administración de bienes y herencias no se limita a la fuerza masculina y la educación no está vedada para la población femenina.
Si bien aún queda un largo camino por recorrer en materia de violencia de género y de la garantía de los derechos sociales y económicos —como los que tienen que ver con el rompimiento de las brechas salariales de género y del llamado techo de cristal, que actúa como barrera invisible al ascenso laboral de las mujeres—, es importante reconocer y celebrar las victorias alcanzadas.