El negocio de fracking que Petro quiere vender es el salvavidas que sostiene a Ecopetrol en su peor crisis
En medio de su peor ciclo de utilidades desde la pandemia y con 10 trimestres consecutivos a la baja, Ecopetrol sobrevive gracias a un negocio que el presidente Gustavo Petro quiere vender: su participación en el fracking del Permian Basin, en Texas.

En medio de su peor ciclo de utilidades desde la pandemia y con 10 trimestres consecutivos a la baja, Ecopetrol sobrevive gracias a un negocio que el presidente Gustavo Petro quiere vender: su participación en el fracking del Permian Basin, en Texas.
La paradoja revela no solo las tensiones entre la rentabilidad y la política energética, sino también el enorme riesgo fiscal que enfrenta el país si la mayor empresa estatal continúa en declive.
Utilidades de ecopetrol: diez trimestres en rojo
Entre abril y junio de 2025, las utilidades de Ecopetrol se desplomaron un 46% frente al mismo periodo del año anterior. No se trata de un tropiezo aislado: la empresa acumula más de dos años y medio de caídas trimestrales consecutivas. Desde el pico de 2022, cuando superó los $25 billones en ganancias, la empresa ha visto disminuir su utilidad neta en un 82%.
El presidente de la compañía, Ricardo Roa, ha insistido en que el “desempeño sigue siendo sólido”, señalando que la producción se ha mantenido estable y que el precio del Brent, por debajo de lo esperado, explica buena parte del resultado.
Sin embargo, los analistas apuntan a otros factores internos: caída en los volúmenes de gas y GLP, aumento de costos operativos, cierres de campos por debajo del “umbral del dolor” (hoy en 49 dólares por barril) y decisiones estratégicas que han reducido el margen de rentabilidad.
El precio del Brent no lo explica todo
La caída del precio internacional del crudo ha sido un golpe, pero no la única causa. Según cálculos del Ministerio de Hacienda, el Marco Fiscal de Mediano Plazo proyectaba el Brent a 73 dólares en 2025; hoy bordea los 60. Cada dólar que baja el barril implica 300.000 millones de pesos menos en ingresos fiscales y la pérdida de 16 millones de dólares en divisas para el país.
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Aun así, incluso con precios más altos en años recientes, Ecopetrol ya mostraba un deterioro en su rentabilidad. Entre 2023 y 2024, con un Brent promedio de 81 dólares, las utilidades cayeron un 21,7%, de $19,1 a $14,9 billones. Esto sugiere que el problema es más profundo: ineficiencias operativas, menor diversificación de ingresos y un creciente peso de cargas fiscales extraordinarias.
El “pecado” del fracking que paga las cuentas
En este escenario, hay un negocio que se ha convertido en un salvavidas: el Permian Basin, en Texas, donde Ecopetrol participa en un joint venture con Occidental Petroleum (Oxy) para producir petróleo y gas mediante fracking. Esta operación, que Petro ha prometido vender por razones ambientales, aportaba hasta el 15% de la producción total de la compañía y creció 15,8% en el último año.
En febrero de 2025, el presidente ordenó cancelar la alianza con Oxy, e invertir esos recursos en energías limpias. La decisión no solo reduciría la diversificación geográfica de la producción, sino que también eliminaría una de las operaciones más rentables en medio de un contexto de precios deprimidos.
La paradoja es evidente: la rentabilidad que amortigua la caída proviene de la misma actividad que el Gobierno considera incompatible con la transición energética.
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Impacto fiscal: el 15% del Estado en riesgo
Ecopetrol no es una empresa cualquiera: sus aportes representan hasta el 15% del presupuesto nacional. La combinación de utilidades menguantes y menores precios del crudo pone en aprietos la sostenibilidad fiscal. Si la tendencia continúa, el Estado recibirá menos dividendos y menos ingresos por impuestos y regalías, obligando a recortes de gasto o a más endeudamiento.
En cifras: con el precio actual del Brent, la caída potencial en ingresos fiscales para 2025 podría superar los 3 billones de pesos frente a lo proyectado. Esto en un país con un déficit fiscal que cerró 2024 en 6,8% del PIB y con una deuda pública del 61,3% del PIB. Menos recursos de Ecopetrol implican menos margen para financiar programas sociales, infraestructura y la misma transición energética que el Gobierno quiere acelerar.
Crisis de gobernabilidad y confianza
El deterioro no es solo financiero. La empresa atraviesa una crisis de gobernabilidad que ha minado su credibilidad ante inversionistas internacionales: denuncias de injerencia política en decisiones técnicas, presunta participación indebida de la pareja del presidente de Ecopetrol en asuntos corporativos, y el escándalo por la retención de comunicaciones de más de 70 altos ejecutivos, que derivó en renuncias en la junta directiva.
Estas tensiones han erosionado la percepción de Ecopetrol como un actor estable y confiable, encareciendo su acceso a financiamiento y frenando alianzas estratégicas. En un momento en que se requiere inversión para mantener la producción y diversificar fuentes de ingresos, la pérdida de confianza es un golpe adicional.
¿Transición o debilitamiento?
El Gobierno argumenta que decisiones como frenar el fracking en el Permian o no firmar nuevos contratos de exploración están alineadas con la lucha contra el cambio climático y la transición energética. Pero en ausencia de fuentes alternativas de ingresos y producción, el resultado inmediato es un debilitamiento de la principal fuente de recursos para el Estado.
El dilema es si Colombia puede financiar una transición energética robusta con una Ecopetrol debilitada y con las finanzas públicas bajo presión. Las señales actuales apuntan a que la empresa enfrenta un riesgo doble: por un lado, la pérdida de rentabilidad; por otro, la pérdida de confianza, tanto de los mercados como de sus propios socios.
Lo que está en juego
Si Ecopetrol no logra revertir la caída de utilidades y adaptarse a un entorno de precios bajos, el impacto no se limitará a sus accionistas. Las consecuencias se sentirán en las arcas nacionales, en el tipo de cambio, en la calificación de riesgo país y, en última instancia, en el bolsillo de los colombianos.
La paradoja del Permian es solo un síntoma de un problema más profundo: la tensión entre una transición energética acelerada y la necesidad de preservar la fortaleza financiera de la mayor empresa del país.
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