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Francia cierra negocios con el carbón y abre la puerta a las energías renovables

Francia cerró una de sus últimas plantas de carbón y espera apagar definitivamente otras tres en 2022. Hubert Delzangles, experto en medioambiente y energía, habló sobre los desafíos y tendencias energéticas de ese país.
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En 2019, el carbón representó el 3% de la matriz energética francesa y contribuyó al 0,3% de la producción de electricidad. Hubert Delzangles, doctor en Derecho público con especialidad en medioambiente y energía de Sciences Po Bordeaux, en Francia, señala que “la producción de electricidad históricamente se ha centrado en el carbón y la energía hidroeléctrica”. Sin embargo, añade que, “en el marco de la lucha contra el cambio climático, el país aceleró la salida del carbón, al ser muy contaminante”. En efecto, según la Agencia de Transición Ecológica de este país, un kilovatio de electricidad emite 175 veces más dióxido de carbono cuando es generado en una planta de carbono (1.060 gramos) que cuando se genera en una planta hidráulica (6 gramos).

Delzangles resalta que el factor ecológico fortaleció la “tendencia al decrecimiento” del carbón en Francia, que fue “derrocado paulatinamente” por el desarrollo de las plantas nucleares desde finales de la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, el país confería una gran importancia a la seguridad energética, razón por la cual fomentó “una verdadera política pública enfocada en ofrecer electricidad barata”, que sigue vigente hasta hoy.

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La importancia actual de la energía nuclear en la matriz energética francesa es incuestionable, argumenta Delzangles. En 2020, las plantas nucleares fueron responsables del 67,1% de la electricidad producida en el país. No obstante, el experto advierte que el bajo precio “no refleja los costos de desmantelamiento y de tratamiento de los desechos nucleares”, ni “las consecuencias humanas y medioambientales en caso de que ocurra un accidente nuclear”. 

A raíz del accidente nuclear de Fukushima, en 2011, se multiplicaron los controles y las exigencias de seguridad en las plantas nucleares. Como resultado, la planta de Fessenheim, ubicada en el este de Francia, tuvo que suspender sus actividades de manera definitiva, al ser considerada obsoleta. En las demás plantas, los operadores se enfrentaron a un aumento en los costos de explotación. Sobre lo anterior, Delzangles señala que efectivamente hay una “tendencia al alza del costo de la energía nuclear”, que pasó de un nivel histórico de 42€ a 110€ el megavatio-hora. 

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Aunque en el país galo la energía nuclear sigue siendo la primera fuente de energía (40% en 2019) y de energía eléctrica (67% en 2020), el experto en medioambiente señala que el país está “en una fase de transición”, a partir del trabajo en tres pilares fundamentales: la reducción de gases de efecto invernadero, el mejoramiento de la eficacia energética y el desarrollo de energías renovables. 

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En este contexto, la producción primaria de energía renovable ha venido aumentando en más de un 70% desde 2005, debido, principalmente, al auge de la energía eólica, las bombas de calor y los biocombustibles. En 2020, las energías renovables representaron el 17,4% de la producción de electricidad nacional (Réseau de Transport d’Électricité). 

Delzangles exalta los esfuerzos para ampliar esta cuota en la producción de electricidad y “disminuir la participación de la energía nuclear”. En cuanto a los costos, “la diferencia empieza a notarse”, afirma. En el caso de la energía generada con turbinas eólicas marítimas, subraya que sus costos tienden a la baja y actualmente se sitúan entre 50 y 100€ el megavatio-hora, un valor inferior al de la energía nuclear. Asimismo, el experto pone de manifiesto el esfuerzo que está haciendo el país en Investigación y Desarrollo, particularmente “en materia de nuevas energías marinas, provenientes de las corrientes y mareas”.

Para Delzangles, “los grandes proyectos mineros no están en concordancia con el sentido de la historia” y “el camino recorrido en los renovables es importante”, pero advierte que “la transición energética puede entrar en conflicto con la transición ecológica y la protección de la biodiversidad”. Al respecto, el experto explica que, por ejemplo, la construcción de turbinas de viento en tierra “tiene un impacto en la migración de pájaros y murciélagos”, mientras que al ser instaladas en el mar afectan la biodiversidad marina. En su opinión, otro ejemplo de ello es la energía eléctrica renovable que requiere la fabricación de baterías para almacenarla, un proceso altamente contaminante. También advierte que la exploración de tierras raras para la confección de baterías será cada vez mayor, lo cual “genera destrucciones a gran escala de superficies subterráneas”. 

Finalmente, Hubert Delzangles señala que el reto de los próximos años consistirá en “desarrollar energías respetuosas con el medioambiente” y encontrar una solución a la “transición climática, energética y ecológica”. 

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