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De potencia mundial a importador: El ocaso de la industria textil colombiana

Aunque Medellín fue el epicentro de una vibrante industria textil colombiana y reconocida como una potencia textil mundial, enfrenta hoy un escenario de marcada dependencia de las importaciones.

Máquina de coser en detalle con aguja e hilo, símbolo de la industria textil.

 El podcast «Nos Cogió La Noche Noticias» ofrece un análisis detallado sobre los factores que propiciaron el ocaso de este sector, que alguna vez representó «una de nuestras grandes fortalezas» económicas.

Gabriel Jaime Nao, ingeniero y experto en el sector, recuerda empresas centenarias y muy fuertes como Fabricato, Tejicondor y Coltejer, de las cuales se derivaron muchos negocios de confección. 

En su apogeo, Colombia era autosuficiente en la producción de insumos, fabricando telas, botones, hilos, todo lo que tiene que ver con una prenda. Estas compañías eran tan robustas que, por ejemplo, Coltejer y Fabricato producían más hilo del que el país podía consumir. 

De acuerdo con Gabriel Jaime, Coltejer era «mundialmente conocida por su calidad», especialmente por sus driles e hilos peinados y retorcidos, como el famoso drill «Libertador», que se vendía extensamente en Europa, Estados Unidos y Colombia.

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El Auge Exportador y la Calidad Reconocida 

Gabriel Jaime Nao fue testigo del boom de las exportaciones de telas a todo el mundo. Relata cómo Fabricato escaló de exportar USD $5 o $6 millones en 1972-73 a la impresionante cifra de USD $60 millones de dólares en 1975

Las telas colombianas, incluyendo hilos de algodón 100%, llegaban a mercados tan exigentes como Estados Unidos, Canadá y gran parte de Europa, compitiendo incluso cuando la industria textil europea era una potencia. 

Colombia no solo exportaba hilos y telas crudas, sino también una gran producción de ropa, como camisería y pantalones, siendo Venezuela uno de los mercados preferidos. Además, el país era un gran productor de algodón, cultivando 250.000 toneladas en los años 70.

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Factores del declive: decisiones internas y competencia global 

El ocaso de esta gloria se atribuye a múltiples causas. La falta de políticas de estado de fortalecimiento del sector y la incapacidad para exportar fueron tempranas señales de alarma, lo que llevó al sector a su fracaso.

Gabriel Jaime Nao señala un punto de inflexión con la adquisición de Coltejer por parte del grupo Ardila Lülle. Según Nao, «ahí fue donde yo creo que empezó el problema», pues la empresa se manejó «como Postobón», cambiando políticas comerciales vitales y exigiendo pagos de contado a confeccionistas históricos como Lecle, lo que los obligó a buscar otros proveedores. Además, se «sacaban a toda la gente que sabía» –ingenieros y expertos– y se reemplazaba con personal sin el conocimiento ni la «pasión por el textil» necesarios para el negocio.

La falta de preparación ante la apertura económica de los años 90 fue crucial. Aunque hubo advertencias previas, las empresas no se prepararon para competir en un mercado abierto. Esto se agravó por la desventaja tecnológica: mientras los telares colombianos operaban a 400-500 revoluciones por minuto, los de Asia y Brasil alcanzaban las 900, resultando en una productividad de los telares muy bajita. 

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La reconversión tecnológica era muy costosa, y los telares, en gran parte comprados de segunda mano desde la fundación de las empresas, no se modernizaron a tiempo, excepto en la producción de índigo.

La competencia china y de otros países asiáticos como Corea, Taiwán, Malasia e India, se presentó como un gran dilema. La diferencia de costos era abismal: «un botón que vale 10 pesos en Colombia en China si vale uno es caro» según Nao. 

A todo esto se suma el colapso de la producción nacional de algodón, que pasó de 250.000 toneladas en los años 70 a solo 35.000 en la actualidad, forzando la importación de esta materia prima esencial. Además, las textileras colombianas fallaron al intentar diversificar su producción debido al mercado cerrado, en lugar de especializarse en sus fortalezas como el índigo, driles y camisería preteñida.

El caso del índigo y los errores estratégicos 

El índigo, la tela más importante y rentable del mundo actualmente, también ilustra la debacle. Coltejer fue pionera en su producción en los años 60, siendo «el rey» con una demanda «brutal». Fabricato se sumó tardíamente, y entre ambas producían 5 millones de metros al mes. 

Sin embargo, la demanda actual en Colombia supera los 15 millones de metros mensuales, incluyendo un estimado de 5 millones por contrabando. La incapacidad de abastecer el mercado local llevó a más importaciones. Gabriel Jaime Nao lamenta la decisión del nuevo presidente de Fabricato de parar los telares de índigo el año pasado por supuestas pérdidas, una medida que considera errónea, pues paralizar una producción es insostenible y afecta la caja de la empresa.

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Impacto en la confección y el panorama actual 

El efecto dominó se extendió a la industria de la confección. Empresas que antes distribuían telas nacionales, como los Uribe, Comertex, Corbeta o Primatela, «hoy en día son los más grandes importadores de textiles en Colombia». Nao cree que los directivos de las empresas textileras debieron enfocarse en sus fortalezas e importar lo demás, ya que «se les olvidó comercializar».

A pesar de que Colombia poseía una mano de obra calificada y una costura reconocida por marcas como Hanes o Levi’s, la confección también sufrió. Grandes empresas como Expofaro, Se Jeans e Index, que juntas producían 135.000 blue jeans diarios para el mercado estadounidense con tela colombiana (lo que les daba acceso con arancel cero), prácticamente desaparecieron. 

Hoy en día, solo Expofaro apenas sobrevive; Se Jeans, que llegó a producir 50.000 blue jeans diarios, cerró el año pasado, y otras como El Cid también cesaron operaciones. Este sector, altamente generador de empleo, se ha ido «apagando».

En la actualidad, «el 75% de las telas que se consumen en Colombia son importadas«, proviniendo de China (que ofrece desde productos baratos hasta calidad equivalente a la italiana), India (cuna del índigo y gran productor de algodón), Corea, Taiwán, Malasia, entre otros. Gabriel Jaime Nao afirma que en la «venta de tela por metro, no [podemos competir contra los chinos], pero en confecciones sí podemos», específicamente en el «segmento alto», donde la calidad de la confección colombiana puede brillar, aunque la tela deba importarse.

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Lecciones de Italia y un futuro de nicho 

El experto compara la situación con Italia, uno de los pocos países textileros que quedan en Europa junto con Portugal. Italia se mantiene como líder en las mejores telas del mundo y los mejores acabados, compitiendo en el mercado internacional por calidad, incluso pagando salarios altos. Su estrategia es ser el «Rolls-Royce de los textiles en el mundo», con China como uno de sus mejores clientes para estas telas de lujo.

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El panorama es lamentable para un sector de la economía que movía tanta mano de obra y tanta riqueza que le generaba al país. La historia de la industria textil colombiana es un claro recordatorio de cómo la falta de preparación, los errores estratégicos y la incapacidad de adaptarse a un mundo globalizado pueden desvanecer un motor económico vital.  

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