Inflación en Colombia: ¿Control a costa del crecimiento económico?
Aunque la inflación en Colombia ha bajado, el enfoque utilizado para lograrlo ha tenido un impacto negativo en la inversión y el crecimiento económico.
Mientras que la inflación en Colombia se ha desacelerado y alcanzó un crecimiento anual de 5,8% en septiembre de 2024, esta reducción se ha conseguido a un alto costo: el enfriamiento de la economía. Este panorama plantea una pregunta crucial: ¿es del todo positivo que la inflación baje a expensas del crecimiento económico?
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La política monetaria restrictiva y sus efectos
El Banco de la República ha jugado un papel fundamental en el control de la inflación en Colombia. La decisión de aumentar las tasas de interés fue una medida efectiva para frenar el aumento de precios, pero también ha afectado la demanda de productos y servicios, además de encarecer el acceso al financiamiento. El problema principal radica en que una menor demanda también significa una caída en la inversión, la cual ha estado debilitándose en los últimos años y apenas comienza a mostrar signos de reactivación a medida que las tasas de interés vuelven a reducirse.
Comparado con otras grandes economías de la región, como Brasil, Chile, México y Perú, Colombia experimentó un proceso inflacionario más intenso y prolongado y fue el último en alcanzar su pico inflacionario. Esto subraya la fuerte dependencia del país en lo que ocurre a nivel global. Al ser una economía que exporta productos como petróleo, carbón, flores, café y banano, pero que depende de la importación de insumos estratégicos, como los usados en la agroindustria y la manufactura, Colombia es especialmente vulnerable a las fluctuaciones de los precios internacionales.
El costo de los insumos: Un factor clave en la inflación en Colombia
Los precios de los insumos, tanto en el sector agrícola como industrial, han sido determinantes en la dinámica inflacionaria. A principios de 2024, estos costos comenzaron a estabilizarse tras meses de incrementos, lo que significó un alivio temporal para los productores. Sin embargo, la inflación al productor, es decir, el aumento en los costos de producción antes de que los productos lleguen al consumidor final, son un problema. En muchos casos, los productores no han podido trasladar totalmente estos costos a los consumidores debido a la baja demanda, lo que ha reducido sus márgenes de ganancia y afectado la inversión productiva.
Este problema refleja el desafío que enfrentan muchos sectores de la economía colombiana: los costos de producción son altos, pero la demanda debilitada limita la capacidad de los productores para ajustar los precios, esto afecta el crecimiento económico.
La influencia de Estados Unidos en la política monetaria colombiana
El entorno global, particularmente las decisiones de la Reserva Federal de Estados Unidos, juega un papel crucial en la capacidad del Banco de la República para manejar la inflación en Colombia. Cuando las tasas de interés en EE. UU. suben, Colombia enfrenta una disyuntiva: elevar las tasas de interés locales para evitar la fuga de capitales, o mantenerlas estables para no frenar aún más la economía. Este dilema reduce el margen de maniobra del Banco de la República, lo que añade presión adicional sobre la política monetaria del país.
De esta manera, cualquier aumento significativo de las tasas de interés en Estados Unidos podría forzar a Colombia a mantener una política monetaria contractiva, y afectaría el crecimiento económico a mediano y largo plazo.
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El debate sobre el enfoque de la política económica
La política monetaria de Colombia, basada en el régimen de metas de inflación, ha sido objeto de debate entre economistas y expertos en política pública. Críticos como Jorge Iván González y José Antonio Ocampo han señalado que esta estrategia, aunque efectiva en el corto plazo para estabilizar la inflación, puede sacrificar el crecimiento económico y el bienestar social a largo plazo.
En los últimos años, el país ha experimentado varios episodios de alta inflación como resultado de choques externos, como la crisis de los alimentos de 2006-2008, la caída de los precios del petróleo en 2013-2016 y la pandemia de COVID-19. En cada uno de estos casos, el Banco de la República respondió con aumentos en las tasas de interés y logró controlar la inflación en Colombia, pero al costo de frenar la actividad económica.
Este enfoque ha generado recesiones o periodos de desaceleración, lo que ha llevado a muchos a cuestionar si es el mejor camino para mantener la estabilidad económica en el contexto actual.
La necesidad de aumentar la oferta, no solo reducir la demanda
Un aspecto clave en la discusión actual es el enfoque que ha adoptado el gobierno para controlar la inflación en Colombia. Hasta ahora, la estrategia se ha centrado en reducir la demanda mediante el aumento de tasas de interés, lo que ha enfriado la economía. Sin embargo, este enfoque tiene limitaciones evidentes: a medida que se reduce la demanda, también se debilita la inversión y se afecta el crecimiento a largo plazo.
En lugar de centrarse exclusivamente en la demanda, muchos economistas argumentan que el país debería enfocarse en aumentar la oferta, es decir, mejorar la capacidad productiva y fomentar la inversión en sectores clave de la economía. Esto permitiría un control más sostenido de los precios, sin comprometer tanto el crecimiento económico.
Para lograrlo, se necesitarían políticas económicas más decididas y estructurales, como la renegociación de los Tratados de Libre Comercio (TLC), la implementación de una política de reindustrialización y una reactivación económica más robusta. Hasta ahora, las medidas adoptadas han sido insuficientes o poco efectivas, dejan a la economía colombiana vulnerable a futuros choques inflacionarios.