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domingo, 9 de febrero de 2025
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La educación superior está en crisis ¿cómo salvarla?

Omar Arias Columnista Mas Colombia

Ómar Arias

Profesor de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de La Sabana.

La educación universitaria colombiana está en crisis. Las matrículas están en descenso, mientras que la deserción está en ascenso. Algunas carreras y temarios están desactualizados, las contribuciones científicas son escasas y de bajo impacto, y son pocos los proyectos de investigación y desarrollo que se producen. 

La baja productividad de la mano de obra colombiana, evidenciada por bajos salarios y desempleo estructural, reflejan graves problemas de calidad en la educación superior. Bajos salarios y altos costos de matrícula prolongan ineficientemente el Periodo de Recuperación de la Inversión (PRI). ¿Por qué pasa esto?


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La respuesta estriba en los incentivos. Los criterios de acreditación de programas universitarios en Colombia están basados en indicadores de cantidad más que de calidad. Dentro de los lineamientos para la acreditación de programas de pregrado del Consejo Nacional de Acreditación (CNA) resaltan tres, a saber, número de estudiantes y egresados, productos de investigación publicados, y proyectos de consultoría. 

Como establece la ley de Goodhart, una política que prioriza cantidad sobre calidad genera consecuencias imprevistas. Los tres criterios del CNA, anteriormente resaltados, generan incentivos perversos que pueden reducir la calidad de la formación e investigación en las universidades.

Primero, para aumentar el número de estudiantes y egresados, algunas universidades pueden relajar criterios de selección o evaluación, que redundan en menor nivel académico.

Segundo, para aumentar la cantidad de publicaciones científicas, algunos investigadores recurren a revistas de baja calidad que reducen el impacto teórico de sus resultados. 


Tercero, para aumentar el número de proyectos, algunos profesores consultores hacen asesorías de bajo impacto que reducen el valor práctico de sus resultados. Estos factores mitigan el impacto de la universidad sobre la estructura productiva del país. ¿Cómo corregimos esto?

La respuesta estriba nuevamente en los incentivos. Los criterios de acreditación del CNA deberían basarse en indicadores de calidad más que cantidad. Esto generaría incentivos positivos que aumentarían la calidad de la formación e investigación. 

Propongo cinco criterios de mejora.

Primero, el CNA debería acreditar los programas de aquellas universidades más eficaces en seleccionar estudiantes con mejores resultados del Saber11, y al mismo tiempo aquellas que, por la calidad de su enseñanza, logran que sus estudiantes obtengan mejores resultados en Saber Pro. Esto exigiría aumentar el rigor académico de Saber11 y Saber Pro para evidenciar efectivamente las competencias adquiridas durante el colegio o la universidad

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Segundo, evaluar la costo-efectividad de los programas universitarios. El CNA debería incentivar las universidades que, por la actualización y mejora continua de sus contenidos, coadyuvan a la reducción del desempleo estructural y el PRI. Esto incentivaría la formación práctica de los diferentes programas y mejoraría el perfil laboral de los egresados. 

Tercero, priorizar las investigaciones científicas publicadas en revistas o editoriales con alto factor de impacto y mayor índice de citación. Esto incentivaría el uso eficiente de recursos de las universidades para la publicación de artículos o libros que tengan un impacto significativo en la comunidad académica. 


Cuarto, priorizar proyectos de consultoría en áreas estratégicas de investigación y desarrollo. Esto incentivaría a los profesores consultores a mejorar la eficiencia del sistema productivo. Además, mejoraría la formación teórico-práctica de los estudiantes que participen activamente en estos proyectos.

Finalmente, mejorar la eficiencia en la distribución de los recursos de la educación. El Estado debería financiar la matrícula de los estudiantes de escasos recursos a través de créditos condonables del ICETEX con tasa de interés subsidiada en las universidades públicas o privadas que ellos hayan elegido, y que estén acreditadas por criterios de calidad más que cantidad. 

Esto tendría dos efectos. Primero, aumentaría la competencia entre las universidades, incentivándolas a mejorar simultáneamente nivel académico, calidad de investigación científica e impacto en su entorno. 

Segundo, incentivaría al estudiante a terminar exitosamente la carrera y asegurarse de adquirir las herramientas necesarias para conseguir un empleo y pagar la porción correspondiente del crédito.

Las universidades públicas y privadas son instituciones esenciales para el desarrollo económico y social del país. Para que cumplan apropiadamente su papel, necesitamos un sistema de incentivos que mejore la formación académica, y el valor teórico-práctico de la investigación. 

Si el Estado incentiva la competencia en las universidades acreditadas por criterios de calidad más que de cantidad, mejorará radicalmente la calidad de la enseñanza, la inserción laboral, remuneración de sus egresados, y la eficiencia del sistema productivo. Así, la universidad se convertiría realmente en una institución promotora del desarrollo.