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La gallina de los huevos de oro de la economía mundial

María Isabel Henao, Columnista

María Isabel Henao Vélez

Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Javeriana. Especialista en Manejo Integrado del Medio Ambiente de la Universidad de los Andes. Twitter e Instagram: @maisamundoverde

Deslizando pantalla por Twitter (sí, a veces me doy ese palazo de humanidad sin censura) encontré un comentario de alguien que decía “Mi vida linda, aunque duela, el ambiente no sostiene a un país, la economía sí”. Les confieso que me embargó esa cierta desazón que cargamos quienes intentamos hacer divulgación científica y ambiental, mientras pensaba “amiga, date cuenta… ¿cuál crees tú que es el fundamento de la economía?”. 

Contemos una historia para ilustrarlo, del sector agrícola, que de manera evidente y fácil nos muestra cómo el ambiente sostiene la economía. Para los cultivos, la diversidad genética juega un rol vital en la resistencia a enfermedades y pestes. ¿Sabían ustedes que el 99% de todos los bananos exportados en el mundo son de la variedad Cavendish, la cual no se puede reproducir sexualmente debido a la deseada ausencia de semillas? Pues en 2013, un hongo letal para estas plantas se esparció por el globo terráqueo, y al no tener defensas genéticas contra la enfermedad, cada planta se encontró vulnerable, causando devastadoras consecuencias para la industria bananera, entre ellas la de Colombia que declaró emergencia nacional en agosto de 2019. Este suceso fue una advertencia para todos los sistemas de monocultivos de la necesidad de la diversificación, es decir, de proteger la biodiversidad. 

Este ejemplo se reseña en un documento que estaba revisando justo al momento de leer el trino. Una Guía de la biodiversidad para los negocios *1, publicado en mayo de este año y escrito por Rebekah Church, Maria Walsh, Katalina Engel y Mario Vaupel para WWF Alemania (Fondo Mundial para la Naturaleza). Y en aras de seguir ilustrando cómo el ambiente es el fundamento de la economía, me voy a permitir consignar aquí unos apuntes. En la introducción destacan que cada vez hay una mayor conciencia colectiva de la crisis sistémica que se manifiesta en forma de cambio climático y pérdida de biodiversidad, y del hecho de que las sociedades y las economías humanas están intrínsecamente vinculadas a la naturaleza y la biodiversidad, y dependen de ellas. Seguramente en Europa esta consciencia se está ampliando, pero me atrevo a asegurar que no son comunes aún en el contexto colombiano esas manifestaciones de ecodespertar que alientan la esperanza de una sociedad que comprende más claramente los nexos que atan nuestro bienestar a la salud de la naturaleza.  

Hágase la luz: el fundamento de la economía mundial es la biodiversidad. Como el mismo documento reseña, el Foro Económico Mundial calcula que la generación de valor de 44 billones de dólares, que representa más del 50% del PIB mundial, depende de la naturaleza, la biodiversidad y los servicios que esta presta. Todas las empresas dependen de la biodiversidad, ya sea para obtener insumos directos (agua, energía o materias primas) o de los servicios ecosistémicos que permiten la productividad (polinización de cosechas, regulación del agua o fertilidad del suelo), o también indirectamente a través de las dependencias de terceras y cuartas partes en sus cadenas de valor. A la inversa, las empresas también repercuten en la biodiversidad de los lugares en los que operan a través de la explotación directa o indirecta, la contaminación, el cambio de uso del suelo (incluida la conversión, la degradación y la modificación de los ecosistemas), así como por las actividades previas y posteriores de sus cadenas de valor.

Dando por sentados los servicios de la naturaleza y no siendo muy conscientes de las consecuencias de nuestros actos (o displicentemente importándonos poco), nuestra impaciente humanidad parece haberse aburrido de esperar a que la gallina ponga sus huevos de oro, y la está matando confiando en un tesoro en su interior que ya no podrá dar. La biodiversidad está en crisis en todo el mundo y hemos sido los humanos quienes hemos causado la pérdida de biodiversidad sobre tierra, ríos, humedales y océanos. Llevamos cientos de años esquilmando los territorios a donde llegamos (con excepción de algunos pueblos y culturas), destinando el uso de los suelos en contra de su vocación natural, sobreexplotando recursos, promoviendo el asentamiento de especies invasoras que generan un desequilibrio en los hábitats y sus especies nativas, contaminando y causando un cambio radical en el clima al emitir millones de toneladas de Gases Efecto Invernadero (GEI).

Hay muchas razones por las que a las empresas les debe interesar conservar, utilizar de forma sostenible y restaurar la biodiversidad. Es positivo ahorrar costos, aumentar la eficiencia operativa, encontrar fuentes de ingresos procedentes de nuevos modelos de negocio, mercados, productos y servicios, y mejorar el valor de la marca y la relación con los consumidores. Por otro lado, la pérdida de biodiversidad expone a las empresas a distintos tipos de riesgo, como la escasez de recursos, la interrupción de la cadena de valor o el aumento de los costos operativos. Y para preservarla hay que incomodarse un poco, ser creativo y ponerse las pilas para migrar a un nuevo modelo económico, adaptándose a tiempo para evitar más riesgos. Si queremos planeta donde vivir serán inevitables los cambios en la legislación y normativa ambiental, que demandarán lo propio en los contextos operativos legales de las empresas. Hay un riesgo extra que evitar: el de la reputación empañada con la consecuente pérdida de valor de marca y cuota en el mercado por una creciente conciencia pública frente a los impactos sobre la biodiversidad o sobre las comunidades afectadas. 

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El Foro Económico Mundial identificó en 2020 oportunidades de negocio por valor de 10,1 billones de dólares al año para 2030 a partir de la adopción de modelos de negocio positivos para la naturaleza, que incluyen tecnologías innovadoras que atraen el capital privado, desde la inteligencia artificial hasta las economías circulares, pasando por las tecnologías de ahorro de residuos. Otras vías son la conservación y la restauración de la tierra, la agricultura sostenible y los proyectos de mejora de la pesca, actualmente buscados por muchos inversores.

Las empresas cada vez más estarán sometidas a un escrutinio y una presión mayores por parte de socios y consumidores (en especial los pertenecientes a la generación del milenio) para que gestionen mejor sus riesgos para la biodiversidad y reviertan acciones destructivas sobre la naturaleza. Las organizaciones de la sociedad civil llevan tiempo visibilizando las empresas relacionadas con las plantaciones de aceite de palma, la contaminación tóxica de la industria textil o la destrucción de los ecosistemas marinos por parte de la pesca. Esta presión ha animado a algunas empresas a mejorar la divulgación y la gestión de su impacto ambiental y social, y a impulsar compromisos internos hacia una mayor sostenibilidad.

El reto empresarial en el mundo de hoy es entonces identificar, evaluar y abordar los riesgos y oportunidades que la biodiversidad les presenta. Es decir, salvaguardar la biodiversidad y la naturaleza dentro y más allá de sus cadenas de valor directas, y en un ámbito espacial y temporal más amplio, comprometiéndose con las comunidades locales y los gobiernos donde trabajan o de los que dependen. Yendo más allá de los arquetipos empresariales sostenibles habituales y actuando decisivamente para influir en las amenazas y presiones que provocan la pérdida y la degradación de la biodiversidad a nivel mundial, tanto dentro de sus cadenas de valor como en los lugares donde operan. 

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La cuantificación del impacto climático ha sido algo más sencilla para las empresas gracias a los equivalentes de CO2, una métrica cuantificable y comparable del potencial de calentamiento global de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero. En cambio, la complejidad del impacto sobre la biodiversidad hace que sea mucho más difícil de cuantificar, ya que no existe una métrica única que la capte. Mientras que las emisiones de Gases de Efecto Invernadero en cualquier lugar repercuten en el clima a nivel global, las amenazas y los impactos sobre la biodiversidad son más específicos. Para abordarlas están surgiendo marcos para la contabilidad y la gestión de los riesgos para la biodiversidad, aprovechando el creciente impulso del sector privado para hacer frente al riesgo climático. Entre ellos, el del Grupo de Trabajo sobre Divulgación Financiera Relacionada con la Naturaleza (TNFD), con el cual las instituciones financieras y las empresas pueden identificar e informar sobre los riesgos e impactos relacionados con la naturaleza (ver enlace aquí). 

Herramientas como estas ayudan a que las empresas cuiden la gallina de los huevos de oro. Que sean capaces de desarrollar modelos de negocio en los que lleven la naturaleza a un balance en positivo; con el apoyo técnico necesario, pues estos se basan en datos amplios y diversos que a menudo no son fácilmente accesibles, y con conceptos que van más allá del contexto empresarial. En el mundo de hoy es imperativo construir consciencia y compromiso al interior de las empresas, mapear los riesgos y oportunidades, fortalecer capacidades, proyectar el alcance, establecer estrategias, acciones y objetivos claros, y revisarlos periódicamente. Los invito a descargar aquí la guía completa de donde provienen estos apuntes, un buen comienzo para entender que es el ambiente natural el que sostiene cualquier economía. 

*1 Church R, Walsh M, Engel K and Vaupel M. A Biodiversity Guide for Business. Berlin, Germany: WWF, 2022.

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