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domingo, 10 de noviembre de 2024
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La historia de la fábrica de títeres que se resiste a las importaciones

Nos acercamos a la época de los juguetes, de la comida en familia y los reencuentros. La navidad, que provoca tantos sentimientos, permitió el surgimiento de los empresarios del juguete en Colombia. Hablamos con Ramiro Gaviria, productor de Títeres Dediles, sobre la historia de su empresa que se remonta a la década del 90 en Medellín.
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En nuestro país la época navideña promueve actividades únicas o que, en otro momento del año, son más difíciles de lograr: compartir la cocina por horas y horas para elaborar los pasabocas de las novenas o la gran comida del 24 de diciembre, reencuentros con familiares y amigos. Para cerrar con broche de oro este momento que promete ser mágico, la noche de Navidad es la excusa para entregar los regalos a los seres queridos, y especialmente a los más pequeños del hogar.

Así pues, la Navidad es, además de una época de alegría y reencuentro, una de consumo. En el escenario actual del país, en el que las importaciones se han tomado la oferta de todo tipo de productos, las empresas nacionales se ven enfrentadas a competir con productos provenientes de todos los rincones del mundo. 


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Hoy estamos acostumbrados a ver almacenes de cadena, centros comerciales y hasta tiendas de barrio con montones de juguetes made in China u otros países lejanos, una situación que dista mucho de la de apenas unas décadas atrás, cuando las mismas familias fabricaban los juegos para las niñas y los niños, o se los compraban casi exclusivamente a pequeñas y medianas empresas que los fabricaban en el país. 

Como un hechizo de alguno de esos cuentos de Navidad, la pequeña fábrica de juguetes se quedó en la mente de los más entusiastas, y artesanos de juguetes, juegos pedagógicos y títeres hechos en Colombia siguen proveyendo ese mercado y abriéndose camino en el competido mundo de los productos infantiles.

Ramiro Gaviria fue uno de esos Geppettos de la década de 1990 en Medellín. Sin ser carpintero, pero con un corazón parecido al del famoso personaje italiano, fabricaba títeres en la empresa fundada por su esposa. En esa época, cuenta Ramiro, “nadie fabricaba títeres o se hacían de material desechable, entonces mi señora y su hermana montaron una fábrica de títeres en 1987, llamada Beglo”. Posteriormente, Gloria Inés Acosta, su esposa, creó Títeres Dediles en 1991. “En el año 94, yo me retiré de trabajar y nos dedicamos con mi esposa a vivir de la pequeña empresa fabricante de títeres. A partir de ese año, empezamos a mercadear y a vender nuestros productos fundamentalmente en Antioquia”. 

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Cortesía: Ramiro Gaviria

Pero el departamento no fue el único que conoció sus productos. Poco a poco, la empresa fue ganando terreno en producción y comercialización, y fueron apareciendo clientes en otras partes del país. Esta situación llevó a Dediles – La fábrica de títeres (nombre comercial con el que se conoce a la empresa desde hace un par de años), a ingresar a la Cámara Colombiana del Juguete, la agremiación de los fabricantes del sector. Allí, Ramiro y su esposa conocieron muchas otras empresas de juguetes nacionales. 

Hoy, ni la Cámara ni la mayoría de las empresas lograron sobrevivir a los nuevos tiempos.


Los nuevos tiempos 

El 20 de febrero de 1990, otro Gaviria, con nombre de emperador romano, anunció los cambios que se le venían al país. El presidente de ese entonces, César Gaviria, le dio la bienvenida a la apertura económica con la célebre frase “Bienvenidos al futuro”. “La mayoría de empresas de juguetes fueron quebrando como efecto del aumento de las importaciones”, explica Ramiro, a la vez que se prepara para hacer el conteo de las empresas que recuerda haber conocido. 

“Éramos muchas empresas, estaban:

  • Bartoplas
  • Plinco de Cali
  • Muñecas Vir de Cali. Tenían sede en España. Cuando llegó el “futuro”, la empresa decidió irse para allá, desde donde comenzaron a exportar a Colombia sus muñecas.
  • Fábrica Nacional de Muñecos de Barranquilla, la más antigua fábrica de muñecos.
  • Muñecos El Tío Bogotá.
  • Muñecas Marila de Bogotá.
  • Pelanas, que aún existe.
  • Industrias Ronda, que también es una de las pocas que todavía subsiste.
  • Juguetes Búfalo, que se ha vuelto muy importador.
  • La Carpintería de Medellín.
  • Auteco de Medellín, que producía triciclos y no volvió a sacar.
  • Plasdecol de Sabaneta”.

“Todos estos eran jugueteros, fabricantes de juguetes y de muchos juegos pedagógicos”, a quienes las importaciones los fueron, como se dice coloquialmente, sacando del juego. “Llegan títeres chinos muy baratos, precios con los que no podemos competir, pues nuestra producción tiene costos muy altos. Nosotros tenemos que pagar todos los costos de la empresa más todos los impuestos, como el de Industria y Comercio y demás”, señala. 

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Juegos electrónicos: otro desafío

Todavía no habían entrado con fuerza las nuevas tecnologías de la comunicación cuando Ramiro recibió una llamada. Corría el año 1995. “Nos preguntaron si hacíamos funciones de títeres”, nos relata, “y fue así como abrimos la empresa de recreaciones, una de las primeras empresas de este tipo”.

“Estas empresas tenían muy buena acogida, porque las personas tenían la expectativa del juego pedagógico, o del juego como enseñanza para los niños con material didáctico”, recuerda. Por esas fechas, madres, padres e hijos gozaban con el teatrino, ante payasos o magos que se enorgullecían de sorprender hasta a los más escépticos. 

“Así trabajamos hasta principios de la década del 2000, cuando actividades como la presentación de títeres, payasos y magia dejaron de representar para los niños el mismo disfrute de diez años atrás”, continúa Gaviria, mientras recuerda la llegada de los nuevos tiempos al país. “Fue así como las ventas comenzaron a caer”. 

Si bien, el milenio no trajo las patinetas voladoras que prometía la película Regreso al futuro II (Back to the Future), del director Robert Lee Zemeckis, la sociedad sí vio cómo los juegos por computador y posteriormente por celular fueron ganando terreno en los intereses de grandes y chicos. 


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Cortesía: títeres dediles

El desafío de la facturación electrónica y demás requisitos para las empresas micro

Así las cosas, los jugueteros nacionales han visto reducir su negocio. “Nos hemos venido reduciendo porque el mercado se va estrechando, porque los niños de muy poca edad empiezan a ser estimulados con ese tipo de juegos en los celulares, mientras que los juegos pedagógicos han sido relegados a un segundo o tercer plano”.

“Hoy en día, las cosas están peor porque hay muchas trabas para estas pequeñas empresas, que son micro micro micro”. Ramiro se refiere a obstáculos para las empresas como las actuales exigencias de la facturación electrónica, la nómina electrónica… “ahora viene una cosa, que no tengo mucha claridad, sobre la aprobación de las facturas. Todo esto tiene costos y más costos. Nos van golpeando muy duro además de que el mercado se va reduciendo”, concluye. Otros obstáculos, como el impuesto de renta y las importaciones que no cesan de llegar a los puertos colombianos, también lo trasnochan.

Pese a todo, Ramiro y su esposa se mantienen en frente de su pequeña empresa, pues el recorrido de más de veinte años no quieren que se pierda, “fabricar juguetes es lo que sabemos hacer, además de que la empresa nos da la subsistencia que necesitamos para llevar una vida tranquila, nos proporciona la satisfacción de sentirnos vivos mientras le dejamos al mundo la alegría de los títeres”. 

Por fortuna, todavía hay personas que valoran un juguete, un títere o un juego didáctico hecho por manos colombianas, que no solo provoca el disfrute de sentir la compañía de un personaje inanimado en casa, sino también estimula la imaginación de los niños de todas las edades.  

Este contexto que nos comparte el fabricante de Dediles, La fábrica de Títeres, es a la vez una invitación para mantener la magia decembrina y aprovechar las creaciones de los jugueteros nacionales, especialmente ahora que el dólar está por las nubes.

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