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lunes, 7 de octubre de 2024
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La joyería colombiana encontró su propio ADN: experto

Conversamos con el gemólogo y diseñador de joyas, Sebastián Jaramillo, sobre Alhaja, una imponente lámpara de 23.000 quilates inspirada en la naturaleza colombiana, y sobre el momento que vive la joyería de nuestro país.
alhaja, candelabro

¿Qué es Alhaja?

Alaha es un proyecto muy cercano a mi corazón. Nació en mi mente hace unos diez años y se quedó ahí, dando vueltas, hasta que llegó el punto en el que dije “o la saco o me enloquezco”. En ese momento empecé, poquito a poquito, a crearlo.


Alhaja es un candelabro que mide 1.40 metros de alto por 1.10 metros de ancho. Es el proyecto más personal y amoroso que he tenido en mi carrera. Lo empecé a hacer animal por animal, hoja por hoja, y me demoré casi seis años para completarlo. Hace poco pude exhibirlo.

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¿Por qué un candelabro?

Mi abuelo era coleccionista de antigüedades y joyas. De él heredé la pasión por las joyas. En su mesa de noche siempre tenía piedras con las que yo jugaba. Él decía que los diamantes, las joyas, las piedras, son para verlas y ver sus colores. Creo que, estudiando gemología y conociendo las propiedades de estas piedras y su historia, encuentro un relato bastante romántico entre la luz y la piedra.

Una piedra lleva veinte millones de años en una oscuridad absoluta, bajo una presión gigante. Apenas es descubierta y sacada a la luz, uno puede ver el color real y sus características. Después pasa por un proceso que llevamos perfeccionado cientos de años, para sacarle el corte perfecto y que interactúe con la luz.

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Foto: cortesía de Sebastián Jaramillo

Considero que es un poco cruel que, luego de descubrir la piedra, tallarla y ponerle tanto amor, se use dos veces al año y se guarde en una caja fuerte. Las piedras son para verlas y para que interactúen con la luz. Son para que uno las pueda ver, experimentar, tocar y sacar un poco del ámbito de la joyería.

A lo largo de la historia de la humanidad, a las personas les han encantado las piedras, a las que les han atribuido poderes porque tienen un efecto sobre el ser humano: lo transforman, lo calman. Hay algo ahí que encanta.


¿Pero por qué una lámpara? No tengo ni idea. Solo me dije “voy a hacer una lámpara. ¿Por qué no? Llena de piedras, ¿por qué no?” y ahí empezó el proceso para hacer Alhaja.

¿Por qué la llamó Alhaja?

La palabra salió de mi mamá cuando hablábamos del nombre. Ella me dijo: “pues esta es tu alhaja”. Y sí, obvio, así quedó. Es el nombre perfecto.

¿Por qué le tomó tanto tiempo crearla?

Con Alhaja me demoré tantos años en su elaboración porque tiene casi 23 mil quilates. Con cada anillo y collar que vendía, compraba un rubí, un zafiro, una esmeralda. Poquito a poquito fui acumulando.

También había técnicas que yo no conocía, entonces me tocaba comprar nuevas herramientas, hacer cursos… Alhaja es un proyecto que literalmente tenía que salir de mi corazón, y a lo largo de los años me fue acompañando: en la pandemia, en momentos muy lindos y muy tristes se convirtió en un compañero que siempre estaba ahí. Lo podía ver crecer.

Cuando me ponía audífonos y escuchaba música clásica, le trabajaba, le trabajaba y le trabajaba. Y como cualquier cosa en la vida a la que uno le mete amor, empezó a crecer, a sacar raíces y se convirtió en mi alhaja, en mi tesoro, en lo más preciado que he hecho y que tengo.

Tengo cicatrices, quemaduras, de todo; marcas que han sido parte del proceso para darle vida.

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Foto: cortesía de Sebastián Jaramillo

Alhaja está compuesta por una amplia gama de motivos propios de la fauna y la flora. ¿En qué se inspiró para hacerla y de qué forma influyó la biodiversidad colombiana en el proceso creativo?

Desde el inicio, mi interés era hacer algo relacionado con la fauna. En Alhaja uno puede ver lo que me inspiró cuando chiquito, como la influencia de Fabergé. Me inspiré mucho en la fauna colombiana, en las mariposas, en las aves… Fue muy lindo conocer un poco más de las especies de mariposas que hay en Antioquia, por ejemplo.


Es como un jardín que hace homenaje a la diversidad tan infinita que tiene Colombia. Se puede observar un momento muy íntimo de la naturaleza, del caos y de la belleza que tiene la vida. Por ejemplo, hay interacciones entre las ranas a punto de saltar, agarradas de las hojas y hechas en lucita con lámina de oro de 24 quilates, y las mariposas.

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Foto: cortesía de Sebastián Jaramillo

¿Tiene planes comerciales con Alhaja?

Sí, hay planes comerciales. Se está hablando con galerías, con casas de subasta, con diseñadores de interiores. Hay mucha gente interesada en Alhaja, la cual fue lanzada hace un par de semanas.

¿De dónde provienen las piedras?

Hay cerca de 50 variedades de piedras que vienen de muchos lugares del mundo. Todas las flores, que son como 1.200, tienen en el centro granates de Checoslovaquia, amatistas de Brasil y esmeraldas de Colombia. En el Cauca hay yacimientos muy artesanales en donde se extraen zafiros, turmalinas y una enorme diversidad de piedras. Las mariposas, elaboradas con piedritas de todos los colores, tienen granates del Cauca.

Alhaja también cuenta con zafiros, perlas, ópalos de Australia y tazanitas, que solo vienen de Tanzania pues es el único yacimiento en el mundo. Hay de todo.

Me tocó viajar a comprar las piedras. Algunas veces, cuando no las pude hallar, tuve que contactar directamente con las minas. Lo hice en Brasil, por ejemplo, para que me encontraran las amatistas exactas que necesitaba.

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Foto: cortesía de Sebastián Jaramillo

Desde su punto de vista, ¿cuál es la situación de la joyería colombiana en la actualidad?

A lo largo de los años se ha visto una evolución en cuanto a lo que se permiten los joyeros para crear. Pasamos de vivir un momento en el que la creación se limitaba a lo que pedía el mercado colombiano, a estos tiempos, en los que los clientes se están atreviendo con diseños únicos realizados por diseñadores colombianos.

Esto nos ha permitido seguir nuestro instinto, en lugar de acoplarnos a lo que está de moda o a lo que se está vendiendo en Europa o en Estados Unidos. Hacer esto que yo estoy haciendo, que es rescatar técnicas tradicionales inspiradas en la cultura colombiana, lo cual es el factor más importante porque es lo que hace que la joyería colombiana se vuelva única.


Antes, lo que se hacía era tratar de copiar lo que estaba de moda, lo que se estaba vendiendo afuera. Entonces, no quedaba un rastro, no quedaba un ADN autóctono colombiano.

Es lo más lindo que he visto, y claro, todo esto ayuda a que el diseñador cree su propio estilo. Es lo que se está viendo ahorita en la joyería colombiana, una confianza en el diseñador colombiano, en sus raíces, en lo que está haciendo y en las técnicas colombianas.

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¿Cómo impactó la pandemia a la joyería en el país?

Voy a hablar de mi caso porque es el que conozco.

Antes de la pandemia, yo vendía mis joyas en muchas tiendas porque no tenía tienda propia. Cuando empezó la pandemia, las tiendas comenzaron a cerrar y a devolverme el inventario porque la gente estaba asustada y no estaba gastando. Esto me llevó a mover redes sociales como Instagram.

Algo muy lindo pasó después: mis ventas se dispararon solo en este canal, en lugar de tener treinta tiendas vendiendo mis joyas. Luego me di cuenta, leyendo y viendo estadísticas globales, que el mercado de la joyería fue uno de los que más registró aumentos en las ventas durante la pandemia.

Todo lo que estaba relacionado con algo personal, para el hogar o para mejorar la calidad de vida, empezó a dispararse. Las personas empezaron a invertir su dinero en cosas que les alegraban la vida, en algo personal que iba a durar mucho tiempo, y ahí entra el mundo de la joyería. Los resultados de las casas de subastas, el mercado del arte y el de la joyería se dispararon. Eso explica por qué a mí me empezó a ir tan bien.

¿Las compras online se mantuvieron al terminar el distanciamiento social?

Salimos del distanciamiento social y yo no volví a vender por tiendas. El hábito de consumo cambió. Nos tocó acostumbrarnos a comprar por internet.


Antes de la pandemia, la gente en Colombia tenía mucha desconfianza en el comercio electrónico. Ahora que se acostumbró, muchas tiendas cerraron y los centros comerciales declinaron un poco.

Así mismo, la parte virtual quedó muy integrada en todos los consumidores y eso modificó absolutamente todo. Muestra de ello fue el cambio que se vio en las ferias, con las actividades transmitidas por internet.

Creo que hasta ahora estamos descubriendo qué está funcionando y qué no está funcionando como una idea óptima de mercado.

Finalmente, ¿cuáles son sus planes a futuro, después de Alhaja?

A mí lo que me ha funcionado en la vida es seguir mi instinto.

Yo no planeo el número de colecciones al año. En lugar de eso, me pasan cosas como que estoy caminando y pienso en lo que me gustaría hacer, y ahí mismo empiezo a hacerlo. Dejo que esa inspiración llegue y la sigo. Todo me funciona muy bien siguiendo sus pasos.

¿Qué planes tengo? Por ahora seguiré con Alhaja. Ya tengo Alhaja parte 2, Alhaja junior y Alhaja nieto, y entonces les estoy empezando a coquetear.

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