La teoría del carrito de mercado

Marta Isabel González
Ingeniera de Diseño de Producto, Magíster en Mercadeo, creadora de La Vendedora de Crêpes.
Hace unos días, escuché en la radio una frase que me quedó sonando porque es absolutamente inusual; era algo más o menos así: se sabe quién es una persona por lo que hace con el carrito de mercado. Al principio pensé que se estaban enloqueciendo los locutores, pero cuando explicaron el porqué, estuve absolutamente de acuerdo con lo que estaban diciendo.
Entre tantas encuestas, índices e investigaciones que se publican en el mundo, me parecía algo ridículo que tomaran como parámetro el uso del carrito de mercado para saber, en resumidas cuentas, si uno es buena persona o no.
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La explicación de esta teoría tan loca es que, cuando uno termina de mercar y lleva el mercado al carro, se espera de uno que se devuelva con el carrito de mercado y lo deje en un sitio adecuado para que después los empleados del supermercado lo recojan y lo lleven al almacén.
Nadie lo va a felicitar a uno por llevar el carrito de mercado a su sitio. El almacén no te va a dar puntos en la tarjeta por llevarlo y, del otro lado, nadie te va a regañar por no llevar el carrito a su sitio, ni mucho menos te van a poner una multa por no hacerlo.
La única motivación que tenemos para llevar el carrito de mercado al punto de recogida es hacer las cosas bien, pensar en que le vamos a facilitar el trabajo a una persona que no conocemos y que probablemente ni siquiera hemos visto. Si lo hacemos es porque (me impresiona todo lo que muestra un acto tan simple) ponemos el bien común por encima de la propia comodidad; llevar el carrito a su sitio indica que sabemos vivir en comunidad.
La teoría del carrito de mercado me alegró y me hizo sentir bien conmigo misma. No voy a decir que siempre he llevado el carrito de mercado a su sitio, pero sé que lo hago la mayoría de las veces y disfruté mi pequeño momento de autofelicitación (perdóname, amada RAE, por inventarme palabras).
Sé que no es un logro importante ni nada que se le parezca, pero lo que quiero decir es que todo suma. No somos nuestros grandes triunfos ni nuestros peores errores; somos la suma de los instantes que vivimos y en cada uno de ellos tomamos decisiones que hacen de este mundo un lugar mejor o uno peor.
Me invito y te invito a llevar el carrito de mercado a su lugar. Nadie lo va a notar, nadie nos va a felicitar, pero cada vez que lo hagamos vamos a sumarle empatía a este mundo duro y apático; cada vez que lo hagamos vamos a cambiar el mundo sin que nos cueste más que una caminada de unos segundos, y todo, absolutamente todo, suma.
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