Murió Pepe Mujica, referente de la izquierda austera y transformadora en América Latina
El expresidente uruguayo Pepe Mujica, reconocido por su estilo de vida sobrio y su pensamiento progresista, murió tras complicaciones asociadas a un cáncer de esófago.

Pepe Mujica, figura emblemática de la izquierda latinoamericana y expresidente de Uruguay entre 2010 y 2015, falleció este martes 13 de mayo en Montevideo, a los 89 años. Su deceso se produjo tras una larga lucha contra un cáncer de esófago que, según confirmó su esposa Lucía Topolansky a comienzos de semana, había entrado en fase terminal.
La muerte de Pepe Mujica es también la despedida de un referente ético que marcó la política con un discurso alejado del espectáculo y una vida coherente con sus ideales. Su sencillez personal y su mirada crítica del mundo contemporáneo lo convirtieron en un líder admirado más allá de las fronteras de su país.
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El legado de Pepe Mujica
Nacido en 1953 en Montevideo, José (Pepe) Mujica creció en una familia campesina y desde joven se involucró en las causas sociales. Fue uno de los principales integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una organización de inspiración socialista que surgió en los años sesenta y que enfrentó la represión de los gobiernos de la época.
Pasó trece años en prisión tras ser capturado a principios de los 70. De este periodo, la mayoría transcurrió en condiciones inhumanas, incluyendo largos periodos de aislamiento.
Recuperada la democracia en Uruguay, Pepe Mujica dejó atrás la clandestinidad y se sumó a la política formal a través del Frente Amplio, coalición de izquierda que lo llevó al Senado, a una cartera ministerial y, finalmente, a la presidencia.
Un estilo propio: sin lujos ni poses
Durante su mandato entre 2010 y 2015, Uruguay aprobó leyes que marcaron un giro progresista en la región: la despenalización del aborto, la regulación del mercado de la marihuana y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero más allá de las reformas, fue su manera de ejercer el poder la que capturó la atención internacional.
Pepe Mujica donaba la mayor parte de su sueldo como presidente, vivía en su finca sin escoltas ni protocolo y conducía su ya legendario Volkswagen Escarabajo, símbolo de su austeridad. Rechazó ofertas millonarias por el vehículo, argumentando que no tenía «compromisos con los fierros».
“Vivo con lo necesario para que mis cosas no me roben la libertad”, fue una de las tantas frases que definieron su manera de entender la vida. Esta en especial retumbó en universidades, congresos y medios de comunicación alrededor del mundo.
Su discurso ante la Asamblea General de la ONU en 2013 es recordado como uno de los más sinceros y críticos en el escenario internacional. Allí cuestionó el consumismo, el modelo económico dominante y la desconexión entre desarrollo y bienestar humano.
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Una vida en pareja y en militancia
Su compañera de vida fue Lucía Topolansky, legisladora y vicepresidenta del país, también exguerrillera. Aunque formalizaron su matrimonio en 2005, su historia juntos comenzó décadas atrás, cuando compartían la lucha revolucionaria. Nunca tuvieron hijos, pero juntos construyeron una vida política coherente y solidaria.
Topolansky permaneció junto a Pepe Mujica hasta el final. En los últimos días pidió respeto por la privacidad de su familia, mientras el expresidente recibía cuidados paliativos en su hogar.
En julio de 2024, ya retirado de la vida pública, recibió en su casa las más altas condecoraciones de Colombia y Brasil. Los presidentes Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva le otorgaron la Cruz de Boyacá y la Orden de la Cruz del Sur, respectivamente, como reconocimiento a su trayectoria y ejemplo.
Más allá de la política
Pepe Mujica fue también una voz filosófica en la región. Durante su encarcelamiento desarrolló una reflexión profunda sobre la libertad, el uso del tiempo, el consumo y la vida comunitaria. Consideraba que la calidad de vida no se mide por la cantidad de bienes, sino por la libertad de decidir cómo se vive.
América Latina despide a uno de sus últimos grandes referentes políticos. Pepe Mujica deja una herencia que va más allá de las leyes que promovió: deja una idea de la política como herramienta al servicio del bien común y no como medio de enriquecimiento personal.