Pandemias y vida sexual
Bernardo Useche
Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, PHD en Sexualidad Humana del IASHS de San Francisco, CA y PhD en Salud Pública de la Universidad de Texas en Houston.
Las pandemias tienen impacto sobre las actividades cotidianas de las personas y la vida sexual no es la excepción.
La pandemia del HIV/SIDA ha dejado profundos cambios socioculturales, psicosociales y en el comportamiento sexual de individuos y poblaciones. Viví algunos años en San Francisco, California durante la primera década de la pandemia. Hice prevención de la transmisión sexual del virus entre grupos de la comunidad latina del área de la bahía; estudié con Clark Taylor, el antropólogo de la Universidad de Berkeley que contribuyó a desarrollar y popularizar la erotización del condón entre hombres gay; y tuve conocimiento de los grupos de activistas que se enfrentaron y trataron de persuadir a un Dr. Anthony Fauci desde entonces incondicional de las compañías farmacéuticas. A mi regreso, hice parte de un grupo de profesores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas en Manizales que estableció la Fundación para Pacientes con SIDA del Departamento de Caldas. Hicimos campañas de prevención, pruebas diagnósticas de VIH, Consejería pre y post test, atendimos médica y psicológicamente a pacientes con SIDA. Es decir, presencié de primera mano los dos principales impactos sociales de la pandemia de VIH sobre la sexualidad:
1) El reconocimiento en las distintas sociedades del movimiento LGTBI+.
2) La consecuente validación del placer como función primaria de la sexualidad.
En una sociedad con actitudes negativas hacia la diversidad sexual, las personas sexualmente diversas, ya fuera del closet, emprenderán nuevas batallas por sus derechos. Los preservativos continuarán usándose ya no, únicamente como anticonceptivos en el coito heterosexual, sino a manera de barrera para prevenir infecciones en las relaciones homo o heterosexuales sin que se impida el goce erótico. Se demostró que el riesgo de adquirir mediante una actividad sexual, una infección potencialmente letal, no logra reprimir ni el interés, ni el comportamiento de las personas en búsqueda de placer.
La presente pandemia de COVID-19 también está teniendo un profundo impacto sobre la vida sexual de todos nosotros. Lo confirman investigaciones realizadas en distintos países (enlace 1, enlace 2, enlace 3).
También el testimonio de decenas de personas con las que he dialogado. La pandemia está afectando en su conjunto el ejercicio de la función erótica (ver gráfico). A partir de la historia sexual individual, la incertidumbre sobre la muerte propia y de nuestras parejas sexuales y, de otra parte, el impacto sobre la salud mental parecen ser los dos factores, producto de la pandemia que más parecen afectarnos.
El primero, un efecto que los psicólogos conocemos como la «teoría del manejo del terror a morir» (TMT por sus iniciales en inglés), induce a realizar actividades que nos permitan valorarnos y a que nos valoren mejor como personas; lo cual en este caso de la pandemia aumentaría en muchas personas el deseo y la necesidad de mayor estimulación y excitación sexual. No como decíamos en los años ya lejanos del colegio: «a tirar, a tirar que el mundo se va a acabar» sino como una manera de auto apreciarnos y de lograr reconocimiento en vida a través de la gratificación erótica. Es un eco profundo del «sentirnos vivos» que justifica a los amantes. Durante esta pandemia hemos encontrado personas que, por lograr ese estado de bienestar y autoestima inherente a un orgasmo, han hecho, abiertamente o en secreto, en el mundo real o en el virtual, lo que ni ellas mismas hubieran imaginado que sexualmente podrían llegar a hacer.
Lo segundo, es la confirmación del tremendo efecto negativo de los estados depresivos sobre el funcionamiento sexual. A medida que la soledad, las dificultades para obtener ingresos, la convivencia frustrante, las decepciones y desamores se acumulan por efecto de la pandemia y las personas se sumergen en los tonos grises de la vida, no habrá viagra, ni testosterona que repare el deseo. La depresión y las disfunciones sexuales requieren atención profesional y cambios en las condiciones materiales que las determinan.
Pero tal vez, la principal revolución que nos dejará esta pandemia tendrá lugar en el campo de la fase relacional de la función erótica, en las expectativas y realidades que acompañaran nuestra búsqueda o continuidad con una pareja sexual. Manteniendo el telón de fondo, de si se cuenta o no, con independencia económica, buscaremos cada vez más, parejas que así sea temporalmente, a la vez que les proporcionamos y nos proporcionan placer, nos valoren, nos reconozcan y a quienes valoremos y reconozcamos. Serán esos lazos significativos los que prevalecerán sobre los de la formalidad y la apariencia.