Qué es el techo de cristal que afecta a las mujeres y por qué se deben romper esta y otras brechas de género en el mundo laboral
A pesar de los múltiples avances en materia de derechos de las mujeres, el techo de cristal sigue afectando su crecimiento laboral y privando a la sociedad de sus aportes. Le contamos de qué se trata y qué tanto se ha cerrado la brecha laboral de género.

Es probable que al menos una vez en su vida, usted haya sentido frustración ante la dificultad de una pareja, amiga o pariente para ascender en el mundo laboral, a pesar de contar con un alto nivel de formación, vasta experiencia y total capacidad para ejercer cargos de liderazgo. También es probable que usted, estimada lectora, haya experimentado esta situación en una o varias ocasiones. Pues bien, a este fenómeno se le conoce como el techo de cristal.
El techo de cristal consiste en una serie de barreras silenciosas y no escritas mediante las cuales se les dificulta o impide a las mujeres acceder a cargos de liderazgo y dirección en las organizaciones, sin importar que cuenten con todos los pergaminos y capacidades para ejercerlos.
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Además de frustrar la carrera profesional de miles de mujeres alrededor del mundo, esta práctica priva a la sociedad de muchos de los aportes que podrían hacer la mitad de sus miembros si se les brindaran todas las garantías.
De hecho, el Banco Mundial estima que el avance de la mujer en el mundo del trabajo podría aumentar el Producto Interno Bruto (PIB) mundial en un 20%, lo que básicamente implicaría duplicar la tasa de crecimiento mundial en la próxima década.
En épocas de bajo crecimiento económico y fuertes vientos de crisis, romper el techo de cristal y acabar con otras desigualdades laborales de género se consolida como una auténtica ruta a la prosperidad.
Pero ¿qué tan prevalente es el techo de cristal y otras formas de desigualdad laboral de género?

En medio de grandes avances, faltan todavía 134 años para alcanzar la paridad de género
Con la Revolución Industrial, y especialmente desde la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las mujeres vienen incrementando su participación en el mundo del trabajo. De estar relegadas al trabajo en el hogar pasaron a ocupar cargos de bajo nivel o en áreas tradicionalmente feminizadas como la enfermería y la educación infantil.
A medida que lograron acceder a la educación universitaria y que creció la movilización por sus derechos y la conciencia sobre sus capacidades, fueron conquistando otras áreas del mundo laboral y cargos de mayor nivel.
De pioneras como Betsabé Espinal, Josefina Valencia, Esmeralda Arboleda, Rosa Parks, Emmeline Pankhurst, Marie Curie y Ada Lovelace, altamente criticadas en su momento, el mundo ha visto llegar cada vez más mujeres a las más altas esferas, al punto de que hoy sorprende poco en Occidente su participación en campos como la ciencia, la política, el deporte, las artes y el activismo.
A nivel de derechos, las mujeres han logrado importantes avances, aunque muchas veces estos no se cumplan en la práctica: hoy en día pueden salir solas, conducir y opinar, cosas que, aunque suene ridículo, en el pasado no podían hacer.
También pueden administrar su herencia, votar, interponer demandas, escoger a sus parejas, decidir si quieren trabajar y en qué, exigir el derecho a una vida sin violencia y un largo etcétera que, de nuevo, aunque suene increíble no fue siempre la norma.
Las estadísticas reflejan los avances de las mujeres en materia de derechos. El Informe Mundial sobre la Brecha de Género 2024 del Foro Económico Mundial encontró que “la participación de la mujer en la población activa en los 101 países analizados por el informe en los últimos 18 años ha superado los niveles de 2023: del 63,5% al 65,7%”.
El informe también determinó que “la brecha general en Participación y Oportunidades Económicas se ha reducido en 17 años desde la edición del año pasado, aunque sigue siendo la segunda brecha más grande que hay que cerrar y existen grandes variaciones entre países”.
Aún así, el estudio concluyó que, al ritmo actual, harían falta 5 generaciones o 134 años para alcanzar la paridad de género en todo el mundo. Además, aunque las tasas de empleo han aumentado en los últimos años, el progreso de las mujeres se ha desacelerado en general.
En cuanto al techo de cristal, información de LinkedIn citada en el estudio del Foro Económico Mundial revela que, si bien las mujeres ocupan el 50% de los puestos de nivel inicial, solo participan con el 25% de los puestos directivos.

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La brecha laboral entre hombres y mujeres es mayor de lo que se creía
En marzo de 2024, el Grupo Banco Mundial dio a conocer el estudio La mujer, la empresa y el derecho, que reveló un dato tan sorprendente como preocupante:
“En todo el mundo, la brecha de género en el trabajo es mucho más amplia de lo que se pensaba. Cuando se tienen en cuenta las diferencias legales relacionadas con la violencia y el cuidado infantil, se observa que las mujeres gozan de menos de dos tercios de los derechos que tienen los hombres. Ningún país brinda igualdad de oportunidades a las mujeres, ni siquiera las economías más ricas”.
A esta conclusión se llegó luego de incluir dos indicadores que antes no eran tenidos en cuenta: la seguridad frente a la violencia y el acceso a los servicios de cuidado infantil. Al hacerlo, se determinó que las mujeres cuentan, en promedio, con únicamente 64% de las protecciones legales de las que disponen los hombres. Esta cifra es significativamente más baja que la estimación anterior, del 77%.
Además, el estudio encontró que, de las 190 economías analizadas, los derechos legales superan de lejos a la práctica. Así, aunque las mujeres tienen garantizados en la ley dos tercios de los derechos de los hombres, los países han establecido, en promedio, menos del 40% de los sistemas necesarios para que estas leyes se apliquen plenamente.
Muestra de ello es que, de las 98 economías que han promulgado leyes que exigen que las mujeres reciban igual remuneración por trabajo de igual valor, solo 35 de ellas han adoptado medidas de transparencia o mecanismos de cumplimiento para acabar en la práctica con la brecha salarial.
Aún más preocupante es que las reformas que apuntan a la paridad de género en el mundo laboral se han desacelerado de manera notoria en los últimos años. Las mujeres ganan solo 77 centavos por cada dólar que se les paga a los hombres en un mismo trabajo y las cifras relacionadas con la economía del cuidado tampoco son halagadoras.
El estudio del Banco Mundial encontró que las mujeres dedican, en promedio, 2,4 horas al día más que los hombres a tareas del cuidado que no son no remuneradas, y que tienen que ver especialmente con el cuidado de los niños y el mantenimiento del hogar.

Pese a que los avances en la participación económica de la mujer son innegables, la brecha de género sigue siendo profunda y estructural. La persistencia del techo de cristal es una prueba de ello: aunque la presencia de la mujer en el mercado laboral ha mejorado, el acceso a puestos de liderazgo sigue siendo restringido.
Este fenómeno, sumado a las limitaciones legales y a la falta de medidas para reducir la brecha de género, demuestran que el camino hacia la equidad será más largo de lo que se creía. Sin políticas contundentes y cambios culturales de gran magnitud, la paridad de género en materia laboral seguirá en veremos.