Sparkling Hills
Marta Isabel González
Ingeniera de Diseño de Producto, Magíster en Mercadeo, creadora de La Vendedora de Crêpes.
Dentro de El Poblado, uno de los barrios más costosos de Medellín, donde casi todo es estrato cinco o seis, hay algunas zonas que están clasificadas como estratos más bajos. Y, como las construcciones nuevas se van tragando esos barrios que antes eran fincas, en muchas partes de El Poblado se mezclan construcciones nuevas, pertenecientes a los estratos altos, con casas sencillas que sinceramente no sé a qué estrato pertenecerán.
Hoy estábamos hablando sobre la vida de adultos y la independencia, y una de mis amigas nos contó que su apartamento está en una de esas zonas de El Poblado donde se entrelazan construcciones de diferentes estratos, y a la que se le conoce como la Loma del Chispero.
Mi amiga, la dueña del apartamento, nos dijo con cara de felicidad: “mi apartamento queda en Sparkling Hills y me encanta”. Tristemente, por la mentalidad arribista y ridícula que tanto se da en este país, muchos podrían evitar decir que su apartamento queda en una zona en la que se tienen vecinos con menos poder adquisitivo y no en una zona rosa. Por eso me encantó la felicidad de mi amiga y su orgullo (incluyendo el nombre traducido al inglés entre risas) y pensé que así deberíamos ser los emprendedores.
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A veces, por ser emprendedores, algunos pueden mirarnos como si fuéramos profesionales de segunda categoría. Aunque tengamos negocios exitosos, para muchas personas sigue siendo casi que una obligación de un profesional «de nivel» ser ejecutivo de una multinacional o una empresa reconocida. Aceptemos que para las personas con estas expectativas nunca seremos suficientes, pero sintámonos orgullosos de nuestros negocios sin importar qué tan pequeños o grandes sean, porque su valor —aunque muchos van a querer acribillarme— no radica solo en cuánto están facturando, sino también en todo el empeño, en las ganas que les hemos puesto y en todo lo que nos han enseñado.
Ser emprendedor es motivo de orgullo. Es la prueba de que somos personas resistentes, arriesgadas, perseverantes y mil cualidades más. Sin importar en qué etapa vamos, sintámonos orgullosos de lo que hacemos, que cuando nos pregunten a qué nos dedicamos o qué hemos logrado en la vida, podamos responder con orgullo y la cara se nos ilumine tanto como la de mi amiga diciendo que ella vive en Sparkling Hills.
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