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Transición energética en China: pragmatismo y desarrollo industrial

La transición energética en China combina pragmatismo, tecnología y control geopolítico. Así construye su hegemonía global mientras el resto del mundo debate.
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 La transición energética se ha convertido en la nueva frontera de la competencia global. En un contexto donde la energía define tanto la economía como la soberanía, China ha convertido la descarbonización en un instrumento de desarrollo estratégico, ejecutando una transformación que combina tecnología, desarrollo industrial y pragmatismo político.

Mientras las economías occidentales debaten sobre los costos y las metas climáticas, el gigante asiático avanza con un plan sistemático para liderar la producción, innovación y exportación de tecnologías limpias, consolidando su posición como la potencia energética del siglo XXI.

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Megaproyectos y dominio de las energías renovables

El primer pilar de la transición energética en China es su escala sin precedentes. El país aspira a alcanzar 1,2 teravatios (TW) de capacidad eólica y solar instalada para 2030, una cifra superior a la producción combinada de Estados Unidos y Europa.

Entre sus megaproyectos destacan la planta solar de Midong, con un tamaño comparable a la ciudad de Nueva York; el proyecto Riyang en el desierto de Taklamakán; y el parque solar marino más grande del mundo.

China ha desarrollado también infraestructura de transmisión: 25 líneas de ultra alta tensión (UHV) que transportan energía desde las provincias occidentales hasta los centros industriales del este con pérdidas mínimas. En comparación, Brasil, segundo país con esta tecnología, opera solo dos.

Este avance logístico permite a China sostener una red eléctrica de alcance continental, una ventaja estructural que ningún otro país posee. 

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Apuesta por la energía nuclear

Consciente de que las energías renovables son intermitentes, China ha complementado su estrategia con energía nuclear. Planea construir 150 reactores en los próximos 15 años, más que el resto del mundo en las últimas tres décadas.

A diferencia de Occidente, donde los proyectos nucleares enfrentan trabas burocráticas y oposición social, Beijing utiliza su modelo estatal para ejecutar obras en tiempo récord y con costos reducidos.

Pero su apuesta va más allá de la cantidad. China está desarrollando reactores de torio, una innovación que transformaría la industria: generan menos residuos, no requieren uranio enriquecido y son más seguros frente al sobrecalentamiento. 

Este salto tecnológico es, además, un movimiento geopolítico: dominar una nueva generación de energía nuclear que podría dejar obsoletos los modelos actuales de Occidente.

Control de la cadena de suministro energética

El tercer pilar de la estrategia china es el control de la cadena de suministro verde, un dominio que equivale al control petrolero del siglo XX.

  • Energía solar: China produce el 75% del polisilicio mundial, concentra casi toda la manufactura de paneles solares y controla el ensamblaje global de celdas fotovoltaicas.
  • Baterías: Ha monopolizado el procesamiento de minerales críticos como litio, níquel y cobalto, asegurando contratos de largo plazo en África y América Latina.
  • Vehículos eléctricos: Empresas como CATL y BYD lideran la producción mundial, generando dependencia tecnológica en los mercados occidentales.

Este dominio otorga a China una posición dominante. En 2021, una breve disrupción en su cadena de suministro provocó un alza global en el precio de los paneles solares, demostrando que la transición verde mundial depende en gran medida de su capacidad productiva. 

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El pragmatismo energético: carbón hoy, hegemonía mañana

La transición energética en China no se basa en la renuncia, sino en el equilibrio. A pesar de su liderazgo en renovables, el carbón aún representa cerca del 60% de su matriz energética.

Tras los apagones de 2021, Beijing aumentó drásticamente su producción de carbón para evitar racionamientos. Esta aparente contradicción revela su esencia estratégica: nunca comprometer la seguridad energética por un objetivo político.

Para el Partido Comunista, la estabilidad del suministro es un asunto de soberanía nacional. Por eso, la transición no busca eliminar fuentes, sino agregarlas, asegurando que cada avance tecnológico se traduzca en poder y no en vulnerabilidad.

El escenario colombiano

En países como Colombia, la descarbonización se ha interpretado como un abandono acelerado de los hidrocarburos, sin considerar su peso fiscal ni su rol en la seguridad energética.

Paradójicamente, mientras Colombia deja de producir gas y petróleo, China compra y produce esos mismos recursos para sostener su crecimiento industrial.

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El contraste es contundente, mientras China utiliza la energía como instrumento de desarrollo, Colombia la convierte en un campo de batalla político.

 

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