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Un domingo para no olvidar

Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

No era un domingo cualquiera, era uno especial, para muchas mujeres quizá el único en el que se les rinde un homenaje, se les invita a comer afuera o se les regala algo. 

Justo en ese domingo, mientras la mayoría de las familias compartían con sus madres y gran parte de los hijos e hijas inundaban las redes con fotos y dedicatorias a sus progenitoras, Érika Aponte Lugo era asesinada en un centro comercial del norte de Bogotá por su ex pareja, Christian Camilo Rincón Díaz, a la vista de decenas de personas. 

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Érika también era madre —de un niño de 9 años— pero no estaba celebrando su día, estaba trabajando en una pizzería muy lejos de su casa para llevar el sustento a su familia. Hacía una semana había sido golpeada por su ex pareja en su trabajo. No era la primera vez; al parecer tenía un largo historial de maltratos y abusos, por lo cual había acudido a las autoridades, tres días antes de su muerte, para pedir medidas de protección.

La noticia se conoció en las últimas horas de la tarde de ese domingo dedicado a las madres, las mejores del mundo, las buenas, las devotas y sacrificadas madres que todo lo deben dar sin esperar nada a cambio. 

Pero lo triste del caso, además de la pérdida de una vida en tan terribles circunstancias, fue la reacción casi inmediata de muchos oportunistas que en redes aprovecharon para desinformar explicando el hecho como una balacera en un elegante centro comercial, producto de la inseguridad de un país que no tiene un buen gobierno. 

Sumado a ello, sin ningún respeto por la víctima y por su familia, varias personas se dedicaron a publicar y reproducir en un bucle sin fin los videos en los cuales se produjo la muerte de Erika y el posterior intento de suicidio de su asesino. 

La cereza del pastel la aportaron algunos medios que, en busca de “informar mejor”, explicaron que no se trataba de un hecho de inseguridad sino de un “crimen pasional”. Todo mal, muy mal. 

Revictimizar a Érika ignorando el crimen que se había perpetrado contra ella; usar su caso como pretexto para hacer politiquería; violar su intimidad exponiéndola al morbo de la gente que disfruta viendo escenas violentas y, finalmente, seguir llamando a los casos de violencia de género, en este caso a los feminicidios, crímenes pasionales, una categoría que nunca debió existir porque lo único que busca es justificar el accionar de un victimario porque supuestamente actuó “nublado en su razón por la ira y el intenso dolor”.

Nos falta mucho camino por recorrer. Cada día conocemos de nuevos casos de violencia contra las mujeres y seguimos repitiendo el esquema. Culpándolas por permanecer en una relación y también por tener una nueva relación; justificando los asesinatos porque al asesino le dio “un ataque de celos” o ignorando el delito de feminicidio porque, tal como alguien me comentó hace unos días, “hay muchas mujeres que mueren por ser delincuentes y no por feminicidio” o porque “la violencia es para todos por igual porque a los hombres también los matan”.

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