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jueves, 11 de septiembre de 2025
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A los colombianos les están quedando los “ojos cuadrados”: Estas son las alarmantes cifras del uso de internet en el país

El uso de internet en Colombia revela grandes brechas entre zonas urbanas y rurales, marcadas por costos altos y pobreza energética.

Persona usando internet en Colombia para ver videos en el celular.

En Colombia, el uso de Internet ya es parte de la rutina diaria. Según la Encuesta de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en Hogares (ENTIC Hogares) 2024, publicada por el DANE, el 77,1 % de las personas lo usa todos los días, dedicando en promedio 4,9 horas diarias.

Sin embargo, este promedio nacional del consumo de internet esconde un contraste marcado: mientras en San Andrés el uso diario alcanza 7,1 horas, en departamentos como Huila o Cauca apenas supera las 3,5 horas.


La encuesta evidencia un abismo urbano-rural. El 72,5 % de los hogares en cabeceras municipales tiene acceso a Internet, frente a sólo el 41,9 % en zonas rurales. En departamentos como Vichada, la cifra cae a un dramático 15,4 %.

El principal obstáculo no es la falta de cobertura técnica —aunque persiste en muchas regiones— sino el costo: el 45 % de los hogares desconectados afirma que no puede pagar el servicio

Aplicaciones móviles reflejan la conectividad digital en Colombia.
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Conectividad desigual: las zonas rurales siguen rezagadas

Pese a que las tarifas en Colombia pueden ser más altas que en otros países de la región con mayor ingreso per cápita, la calidad no acompaña al precio. El informe del DANE muestra que uno de cada cuatro usuarios califica su conexión como “mala”, y en el campo esa insatisfacción sube al 45,3 %.

Además, una parte considerable de los usuarios no sabe cuántos megas tiene contratados, lo que refleja opacidad por parte de los operadores y falta de cultura de consumo digital informado.

Colombia cuenta con un marco jurídico robusto para promover la universalización de una conexión de calidad. Destacan la Ley 1341 de 2009, que define el acceso a Internet como un servicio público esencial; la Ley 1978 de 2019, que moderniza el sector TIC; y la Ley 2108 de 2021, que declara el acceso a Internet como esencial y ordena garantizarlo de manera continua, eficiente y de calidad, con especial prioridad para zonas rurales y vulnerables.


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Sin embargo, estos compromisos han sido golpeados por escándalos que minan la confianza ciudadana. El más recordado es el caso de Karen Abudinen, exministra TIC, cuyo contrato de más de $1 billón para llevar Internet a 7.000 escuelas rurales —firmado en plena pandemia, cuando la educación virtual era la única opción para millones de estudiantes— terminó en un desfalco. El proyecto nunca se completó y dejó a miles de niños en zonas apartadas sin conexión.

En la práctica, sin embargo, los datos de la ENTIC Hogares 2024 revelan que esa calidad no se materializa la desigualdad urbano-rural persiste y la falta de energía eléctrica confiable limita el acceso real. Mientras la norma busca universalidad y calidad, en departamentos como Vichada o Guainía menos del 30 % de los hogares tienen conexión, y buena parte de ellos la califica como “mala”.

Mujer trabajando en computador evidencia brecha digital en Colombia.
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Pobreza energética y brecha digital: obstáculos invisibles del acceso a internet

El déficit de equipos para el consumo de internet es un eslabón crítico de la exclusión digital en Colombia. Según la Encuesta de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones en Hogares (ENTIC Hogares) 2024, sólo el 35,7 % de los hogares posee un computador de escritorio, portátil o tableta. En las áreas rurales, esta cifra se derrumba hasta un alarmante 9,6 %, lo que significa que nueve de cada diez familias no cuentan con una herramienta básica para actividades que hoy son esenciales.

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Según el Índice Multidimensional de Pobreza Energética (IMPE) de Promigas, en 2023 el 16,1 % de la población colombiana estaba en esta condición —equivalente a unos 8,4 millones de personas—, pese a que el acceso a la electricidad supera el 97 % a nivel nacional. En zonas rurales remotas, esta condición es 11 veces superior que en grandes centros urbanos: cerca del 48 % de sus habitantes se consideran pobres energéticos, en comparación con apenas 4,3 % en ciudades principales.

La brecha digital no solo se mide en megas o en cobertura de para garantizar el consumo de Internet: se construye también en los déficits energéticos y en las fallas del sistema de servicios públicos. Sin electricidad estable, de calidad y asequible, las leyes de conectividad y planes de infraestructura solo benefician a quienes ya están conectados. Para cerrar la brecha real, es necesario un enfoque integrado que avance en simultáneo sobre energía y tecnología.

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