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jueves, 13 de noviembre de 2025
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Virginia Gutiérrez de Pineda una auténtica feminista

Flor Morales, Columnista, Mas Colombia

Flor Morales

Coordinadora de Comunicaciones del Centro de Estudios del Trabajo (Cedetrabajo).

El 2 de septiembre de 1999 murió en Bogotá Virginia Gutiérrez de Pineda, pionera de la antropología colombiana y referente de un feminismo nacido de la vida concreta de las mujeres.

Pionera y rebelde para su época

Virginia Gutiérrez de Pineda fue una santandereana que desafió las limitaciones de su tiempo. Nacida en El Socorro en 1921, se formó en la Escuela Normal Superior y luego en el Instituto Etnológico Nacional, en un contexto en que la presencia femenina en la educación superior era mínima. Su vocación académica fue vista con recelo por los sectores conservadores que terminaron desmantelando la Normal en los años cincuenta. Ese golpe no la frenó. Su vida fue una lección de perseverancia contra los prejuicios que pretendían confinar a las mujeres al silencio y al hogar.


La señora Virginia se empeñó en incomodar a quienes preferían una versión uniforme del país. Con su obra Familia y cultura en Colombia mostró que la nación no era una familia homogénea, sino un mosaico de estructuras regionales diversas. Esa afirmación, hoy evidente, fue en su momento un acto de valentía intelectual que la llevó a ser señalada de “comunista” por atreverse a cuestionar mitos nacionales.

Niña wayuu con vestido rojo durante danza tradicional en La Guajira
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El feminismo de Virginia: situado y concreto

Para el historiador Pedro Camargo, su asistente de investigación en los años 80, Virginia Gutiérrez de Pineda nunca se proclamó feminista, pero dedicó su vida a reivindicar a las mujeres. Su feminismo era de avanzada porque siempre partía de la realidad material de cada mujer. No veía sentido en debates formales sobre apellidos, de ahí que nunca buscó quitarse el “de Pineda”. Para ella lo importante era cómo vivían, trabajaban y resistían las mujeres en sus entornos concretos.

En 1947, en La Guajira, Virginia conversó con una mujer wayuu que le relató cuánto había pagado su marido por ella. Para Virginia, criada en otra lógica cultural, aquello resultaba chocante. Pensó que era indigno que una mujer se midiera en bienes materiales y menos en un número de cabras o vacas. Pero la respuesta que recibió la hizo repensarlo todo: si su familia no hubieran recibido esos animales a manera de dote, entonces, a los ojos de esa cultura, la mujer no valía nada. Esa confesión le reveló a la investigadora con crudeza, cómo las estructuras de poder marcaban la vida femenina.

Esa anécdota la llevó a comprender que el feminismo se ejerce no desde proclamas abstractas, sino que hay que situarlo en las condiciones concretas de cada mujer. Comprendió que para hablar de la libertad femenina había que empezar por reconocer esas realidades diversas y para ella dolorosas. Su enseñanza sigue vigente: cualquier lucha por la equidad pierde sentido si no parte de concreción de la vida cotidiana de las mujeres.

Su trabajo sobre el patriarcalismo en Santander explicó cómo la autoridad masculina estaba incrustada en las instituciones, la religión y la cultura. En esos estudios detalló la subordinación femenina en la familia, el control sobre la virginidad y la maternidad, y la forma en que la mujer era confinada al espacio doméstico y dependía económicamente del hombre.

Portada del libro Honor, familia y sociedad de Virginia Gutiérrez de Pineda sobre patriarcalismo
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Matrimonio, familia y ciencia

En 1945 se casó con Roberto Pineda Giraldo, también antropólogo. Pedro Camargo pudo constatar que su relación fue de camaradería y de colaboración científica. Realizaron juntos expediciones a La Guajira y al Chocó, produciendo investigaciones que se convirtieron en clásicos de la antropología colombiana.


A diferencia de muchos matrimonios de su tiempo, el suyo fue un espacio de cooperación y no de subordinación. Roberto Pineda admiraba el rigor de Virginia y siempre le dio un lugar protagónico en sus proyectos. Para ella, ser madre de cuatro hijos y académica de tiempo completo no eran mundos opuestos, sino complementarios. Sostenía que una mujer intelectualmente capacitada ofrecía mayores garantías para el hogar. Esta visión rompía con el estereotipo de que la maternidad y la ciencia eran incompatibles.

Antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda en su biblioteca hablando de feminismo
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Aportes a la antropología y a la salud

La obra de Virginia Gutiérrez de Pineda abrió caminos inéditos en la antropología colombiana. Fue pionera en la antropología médica, después de especializarse en la Universidad de California, Berkeley. Introdujo la mirada cultural en la salud pública, estudiando las resistencias frente a la medicina occidental y documentando el peso de la medicina popular en las comunidades. Sus investigaciones sobre curanderos, plantas medicinales y rituales tradicionales obligaron a que las facultades de medicina reconocieran la importancia de la cultura en la salud pública.

También fue pionera en el estudio sistemático de la familia colombiana. Su obra Familia y cultura en Colombia clasificó al país en complejos culturales: el santandereano, el andino, el antioqueño y el del litoral fluvio-minero. Mostró que Colombia no era una nación homogénea, sino un mosaico de estructuras familiares diversas. Por decirlo así, la acusaron de comunista.  No en vano, sus hallazgos derrumbaron mitos sobre la unidad nacional.

La investigación sobre la vida sexual asociada con los  tipos de familia en los distintos complejos culturales que estudió, bien podrían otorgarle a Virginia Gutiérrez reconocimiento como una de las primeras mujeres en interesarse desde las ciencias sociales por el conocimiento de la sexualidad en Colombia.

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Defensora de la universidad y la educación pública

Gutiérrez de Pineda dedicó gran parte de su vida a la docencia en la Universidad Nacional. Allí instauró la cátedra de Antropología Médica en la Facultad de Medicina y fue profesora en la Facultad de Ciencias Humanas. Sus clases formaron a varias generaciones de antropólogos y médicos, y le valieron el nombramiento como Profesora Honoraria tras su jubilación.

Pedro Camargo subraya el papel dado por la antropóloga a la Normal Superior, institución donde se formó y enseñó antes de que la reacción conservadora truncara su proyecto modernizador. Para ella, esas instituciones eran vitales para democratizar el conocimiento y dar a las mujeres un lugar en las ciencias sociales.

Retrato de Virginia Gutiérrez de Pineda en el billete de 10.000 pesos colombianos
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Reconocimientos y vigencia

En vida recibió la medalla Camilo Torres, la Orden Presidencial al Mérito y fue declarada Mujer del Año en 1967. Tras su muerte, el Banco de la República puso su rostro en el billete de 10.000 pesos, y la Universidad Nacional bautizó con su nombre el edificio de posgrados de Humanidades. Estos reconocimientos no son meros homenajes. Son recordatorios de que su obra sigue presente en la vida cotidiana. Cada billete que pasa por nuestras manos evoca a una mujer que dedicó su vida a estudiar a las familias, a cuestionar el patriarcalismo y a dar a las mujeres un lugar en la historia.


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Un ejemplo para el presente

A 26 años de su fallecimiento, Virginia Gutiérrez de Pineda sigue siendo ejemplo de rigor, valentía y compromiso con la realidad. Su feminismo situado demuestra que no hay una sola forma de luchar por las mujeres, y que el análisis debe partir siempre de las condiciones concretas en que ellas viven.

En un país donde aún persisten inequidades profundas, su vida recuerda que la ciencia social tiene sentido cuando se vincula con la transformación de la sociedad. Su rostro en el billete de 10.000 pesos es más que un homenaje: es una invitación a no olvidar que en Colombia hubo una santandereana que se atrevió a estudiar lo que nadie quería ver, que se negó a callar y que entendió el feminismo como una práctica encarnada en la vida diaria.

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