El renacer del caucho natural en Colombia: de la vorágine a la prosperidad
Fernando García Rubio
Director ejecutivo de Confecaucho y Cenicaucho.
Desde la publicación del libro icónico La Vorágine, en 1924, se habla del caucho natural como un negocio que promovió las masacres de comunidades indígenas y campesinas en la región amazónica, en el marco de una linda historia de amor entre el poeta Arturo Cova y Alicia.
Ante la realidad cruda de este episodio del caucho natural solo nos queda tenerlo muy presente para que jamás vuelva a ocurrir en ninguna parte de nuestro territorio nacional.
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Luego de este episodio oscuro y funesto para el caucho natural en la región amazónica, se levanta un nuevo amanecer que está muy lejos de esa historia contada por Jose Eustasio Rivera y que comienza también con campesinos y diversas comunidades culturales de Colombia, pero con el ánimo de reemplazar cultivos ilícitos y otorgarle una oportunidad económica rentable y sostenible a estos productores, muchos de los cuales no contaban con otras opciones productivas para hacer un real cambio de vida.

Es así como el árbol del caucho natural, después de ser estigmatizado como pilar de masacres y esclavitud, se convierte en una alternativa digna para estas comunidades que buscaban un sistema productivo que realmente les ofreciera opciones legales y económicas para generar un cambio en la productividad de sus predios.
Las agencias de cooperación internacional fueron las que le apostaron al caucho natural como un real sistema productivo para reemplazar los cultivos de coca en más de 18 departamentos del país, en su gran mayoría afectados también por el conflicto armado.
Políticas de gobierno también se sumaron a ofrecer a los productores incentivos y créditos a tasas muy bajas, que permitieron en muy poco tiempo llegar a las más de 50 mil hectáreas de plantaciones de caucho natural con las que hoy cuenta el país.
Estas hectáreas no solo se sembraron con esta maravillosa especie nativa de nuestra cuenca amazónica; también fueron plantaciones asociadas con café, cacao, frutales, forrajes y más de 20 especies productivas que permiten tener flujo de caja mientras el árbol llega a su etapa productiva.

De esta manera, pasaron varios años y poco a poco la comercialización y el desarrollo del caucho natural en Colombia se fue posicionando, con más de 64 asociaciones de pequeños productores conformadas a lo largo y ancho del país por comunidades indígenas, comunidades afro, firmantes del Acuerdo de Paz, madres cabeza de familia y ex cultivadores de coca, entre muchas otras poblaciones que han encontrado en el caucho natural una alternativa sostenible para sus familias y territorios.
Hoy, gracias a la gestión de la Confederación Cauchera Colombiana, su centro de investigación Cenicaucho y el Fondo de Fomento Cauchero, Colombia es un modelo de desarrollo de negocio integral en América Latina, exportando materia prima con valor agregado a más de 17 países y producto terminado desarrollado por más de 1.000 pequeñas, medianas y grandes industrias a más de 70 países, con un crecimiento exponencial en exportaciones de más de un 500%.
Esta es la nueva realidad después del oscuro episodio de La Vorágine: 25.000 hectáreas sustituidas de cultivos ilícitos, más de 5.000 hectáreas de bosque amazónico y colombiano conservado en las fincas de los campesinos caucheros, disminución de importaciones y con nuevos procesos de certificación internacional en estándares ambientales y sostenibles para seguir avanzando en los mercados internacionales más exigentes.
La novela seguirá siendo un ícono de nuestra literatura y así debe ser, pero quienes la leímos y la siguen leyendo pueden estar tranquilos de que el caucho natural en Colombia tiene una realidad totalmente diferente y se ha convertido en un dinamizador social, ambiental y económico de los territorios rurales más golpeados en la historia de nuestro país. Actualmente, es un modelo para América Latina en la integración de comunidades, agroindustria e industria en torno a este maravillo material natural.
