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domingo, 20 de abril de 2025
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Cambio climático: ¿por qué América Latina y el Caribe debe adaptarse y no descarbonizarse?

Andrés Pachón, Columnista, Más Colombia, @AndrésPachónTor

Andrés Pachón

Abogado investigador, magíster en Derecho Público con experiencia en litigio estratégico. Medio ambiente, derechos y desarrollo. Twitter: @AndresPachonTor

La narrativa global sobre el cambio climático nos ha vendido la idea de que todos somos responsables del desastre ambiental que enfrentamos y que todos debemos tomar medidas drásticas para enfrentar la crisis. Pero ¿es esto cierto?

En realidad, los datos dicen lo contrario. Mientras los países industrializados continúan emitiendo cantidades colosales de Gases de Efecto Invernadero (GEI), a América Latina y el Caribe se les exige una transición abrupta que no solo es innecesaria, sino también inviable y desconoce el contexto social y económico de la región.


Cambio climático: la gran mentira de la “responsabilidad compartida”

Para poner las cosas en perspectiva, los países de América Latina y el Caribe en su conjunto generan apenas el 8% de las emisiones globales de GEI. Mientras tanto, solo China y Estados Unidos superan el 40%. Y los 10 países con más emisiones generan el 70%.

En otras palabras, si toda nuestra región dejara de emitir carbono hoy, el impacto global sería mínimo. Así lo expuse en el XIII Congreso de Economistas de América Latina y el Caribe que se realizó en Bogotá en días pasados.

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El verdadero problema ambiental de la región no es su matriz energética ni su huella industrial, sino la deforestación. Brasil, Bolivia, Colombia y Perú lideran las tasas de pérdida de bosques, afectando no solo la biodiversidad, sino también la capacidad de los ecosistemas para capturar carbono. Entre 2001 y 2021, la región perdió más de 39 millones de hectáreas de bosque, lo que equivale a eliminar toda Alemania.

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La solución no está en la descarbonización sino en la adaptación

Los países latinoamericanos que se han embarcado en ambiciosas agendas de descarbonización están cometiendo un grave error, pues su eficacia resulta mínima y en cambio se están agravando problemas como la pobreza y la desigualdad, en una de las regiones del mundo con mayor concentración de estas problemáticas.

En vez de seguir recetas importadas que nos llevan a asumir la culpa de otros, nuestra región debe centrarse en lo que realmente importa: la adaptación para reducir las víctimas y los impactos de fenómenos climáticos extremos, y la protección de sus ecosistemas estratégicos.


En 2023, América Latina sufrió más de 90 desastres climáticos que costaron más de 20.000 millones de dólares en daños. La región ya está sintiendo los efectos del calentamiento global, con sequías históricas en Argentina y olas de calor extremo en México. Mientras las potencias industriales sigan postergando su transición energética, nuestra mejor estrategia no es reducir emisiones, sino invertir en resiliencia.

Deforestación: el verdadero enemigo

Si queremos hacer una diferencia real, hay que frenar la deforestación. La Amazonía, considerada el “pulmón del mundo”, ha perdido más de 17% de su cobertura forestal en los últimos 50 años, y de continuar a este ritmo, podría alcanzar un punto de no retorno en menos de dos décadas. Las razones son claras: ganadería extensiva, explotación forestal, acaparamiento y extranjerización de tierras, cultivos ilícitos… ¡Abandono total!

Si la región quiere asumir un papel de liderazgo en la lucha climática, debe hacerlo desde sus fortalezas: proteger sus bosques, resguardar su riqueza hídrica, restaurar ecosistemas degradados y fortalecer a las comunidades que dependen de ellos.

Esto no solo es ambientalmente sensato, sino también económicamente viable. Invertir en soluciones basadas en la naturaleza podría generar hasta 4,3 millones de empleos para 2030, según la OIT.

Un llamado a la acción

Es hora de cambiar la narrativa. América Latina y el Caribe no deben seguir el juego de los grandes emisores ni sacrificar su desarrollo económico para enfrentar una crisis que no causaron ni están en capacidad de resolver por sí solos, como lo propone el presidente Petro.

En lugar de ello, la región debe exigir a los verdaderos responsables del cambio climático que reduzcan sus emisiones de manera drástica, presionar por compensaciones reales y por mecanismos de financiamiento climático justos, y enfocarse en una agenda de adaptación realista, basada en la protección de sus ecosistemas.

La crisis climática no es solo una cuestión de “qué hacer” sino de quién debe hacerlo. Y sin duda el Sur Global no puede inmolarse y asumir medidas que ni siquiera las potencias económicas están dispuestas a implementar.


América Latina y el Caribe deben asumir las riendas de su destino y actuar conforme a sus necesidades e intereses. ¿O acaso vamos a permitir que la crisis climática y ambiental se vuelva un nuevo capítulo de atraso, saqueo y colonización de nuestra tierra y nuestros pueblos?

No solo hay que hacerle frente a los eventos climáticos extremos, sino a la geopolítica ambiental. Ese es el desafío al que nos enfrentamos.