viernes, 22 de septiembre de 2023
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Colombia está en condiciones de volver a ser fuerte en cereales: Fenalce

Henry Vanegas, director de Fenalce, analiza el impacto de las importaciones en la producción nacional de cereales. Pese al declive del sector en las últimas décadas, se muestra optimista hacia el futuro.

Cereales, Arroz, Maíz

La Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas (Fenalce) nació en 1960. En esa época, ¿cuáles eran los mayores cultivos de cereales y dónde estaban ubicados?


En esa época, el trigo y la cebada eran los principales cultivos y se producían en el altiplano de la ciudad de Pasto y en el altiplano cundiboyacense, respectivamente. En ese entonces, se sembraban 75.000 hectáreas de trigo y unas 50.000 hectáreas de cebada.

Desde entonces, la producción colombiana de cereales se ha reducido considerablemente. ¿Qué cultivos fueron los más afectados y por qué?

A raíz de los programas de la Alianza para el Progreso y de la Apertura Económica del 1991, se facilitó la importación de maíz y prácticamente desapareció el sorgo. Esto también acarreó la sustitución de la producción nacional de trigo por importaciones, y poco a poco fue desapareciendo el cultivo hasta permanecer en menor medida en Nariño. En el caso del trigo, hubo presiones por parte de la industria colombiana de galletas a los gobiernos para facilitar la entrada de trigo extranjero. Por lo tanto, desgravaron las importaciones de este cereal en la Comunidad Andina de Naciones (CAN), en Mercosur y luego en el TLC con Estados Unidos. 

Todos estos cultivos tuvieron que enfrentar una competencia muy desigual, sin estar preparados ni tener suficiente tecnología. Adicionalmente, con la apertura, se fue desarticulando y desincentivando la investigación, lo cual creó una alta dependencia tecnológica de los productos provenientes de Estados Unidos y Argentina, principalmente. 

¿Qué implicaciones ha tenido esta disminución de la producción nacional de cereales en la seguridad alimentaria?


Hemos perdido seguridad alimentaria en el sentido de que somos muy vulnerables ante cualquier problema de logística, tal y como vimos hace poco con el Paro Nacional. Cuando falla el transporte terrestre, empezamos a tener problemas en industrias para las cuales los cereales son materias primas: las industrias avícola, porcícola, piscícola, la del ganado de leche y de carne, así como en la de mascotas.

Y en términos económicos, ¿qué impacto ha tenido?

Por causa de la apertura unilateral del mercado y de las importaciones masivas de cereales, se dejaron de producir unas 400.000 hectáreas de cereales. Esto, además, generó un gran desplazamiento de campesinos hacia los centros poblados. En total, más de 300.000 empleos desaparecieron. Por lo tanto, si bien el trigo y la cebada fueron sustituidos por la alverja y el fríjol, más que una sustitución de cultivos se observó un proceso de potrerización (reemplazo de bosques por pasto para el ganado), y un aumento de la ganadería y de los lotes de engorde, de manera que los dueños esperan más la valorización de los predios que explotarlos agrícolamente. 

¿Cuál ha sido el impacto de las políticas de libre comercio, y últimamente de los TLC, en la producción y la importación de cereales?

Cada vez que los productores empiezan a acomodarse y a ser competitivos, la entrada en vigencia de un nuevo Tratado Comercial más riguroso los deja otra vez en una situación difícil. De esta manera, los productores no ven al Gobierno como “el que los quiere defender”, sino más bien como “el que los quiere acabar”, con la idea de que no quiere que haya agricultura. En contraste, a la industria importadora pecuaria se la estimula con exenciones tributarias, créditos más blandos, mayor infraestructura y mayor nivel de formalización empresarial. El agricultor colombiano se siente desestimulado a producir localmente y enfrenta mucha incertidumbre. Esto lo desanima frente a la posibilidad de tomar créditos a mediano plazo para dotar su finca de infraestructura y de maquinaria. Por todas las razones anteriores, los productores abandonan la producción de los granos básicos.

¿De qué cereales importados depende Colombia para su abastecimiento?


De las 15 millones de toneladas que se importan, el maíz es uno de los principales granos, con 5,6 millones de toneladas. Colombia importa también 2,4 millones de toneladas de soya (2 millones de torta y 400.000 de frijol soya), 1,5 millones de toneladas de trigo y 300.000 toneladas de cebada.

El maíz es el cereal que más se importa. ¿Qué proporción se dirige al consumo humano y qué proporción al consumo animal?

En el caso del maíz, el 85% que se importa se dirige a la industria de balanceados, que convierte las materias primas de origen agrícola, en alimentos para la producción de carne de pollo y cerdo, huevo y leche, entre otros. 

Sin embargo, el 15% del maíz que en un principio se dirige al consumo animal, una vez nacionalizado, se vende indistintamente y se desvía a las plazas mayoristas y a las redes de comercialización para el consumo humano. 

Las importaciones atienden las demandas del mercado y juegan con la oferta y la demanda en el país. Sin embargo, desde la desaparición del IDEMA, en 1994, Colombia ya no cuenta con una buena infraestructura de almacenamiento y secamiento para las cosechas anuales. Esto impide tener un abastecimiento continuo y una cadena de suministro y de abastecimiento a la industria de balanceados y a la industria local, como debería ser. Por lo tanto, los productores quedan en manos de los intermediarios, de los que tienen bodegas y que manejan un poder dominante en las relaciones de compra.

Henry Vanegas, Fenalce
Henry Vanegas, director de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales y Leguminosas (Fenalce)

MinCIT reportó que las importaciones de preparaciones de cereales y harinas se multiplicaron por 245 entre 1991 y 2020, al pasar de 257 toneladas a 62.921 toneladas. En su opinión, ¿Colombia tiene la infraestructura necesaria para procesar los cereales que produce?


Sí. Colombia cuenta con la infraestructura para procesar cereales tanto para la industria harinera como para la de balanceados, de snacks y de alimentos de consumo humano. El país está en capacidad de procesar los cereales que se producen aquí. Actualmente hay capacidad instalada, incluso ociosa.

En los últimos años ha habido una cierta recuperación del cultivo de cebada. ¿Cómo se explica esto?

La recuperación de la cebada se explica por la proliferación de las cervecerías artesanales, además de que siguen las prácticas gastronómicas tradicionales del altiplano boyacense y cundiboyacense.

¿Qué se estima a futuro en la producción de cereales en Colombia? ¿Percibe señales de recuperación?

Colombia está en una posición desfavorable debido a los altos costos de los combustibles, el transporte, el crédito, los insumos, el riego, la recolección y también por su dependencia en semillas, insumos y tecnología. Pese a este contexto, aumentó tanto la productividad como el rendimiento por unidad de área, y se realizó un buen trabajo en transferencia de tecnología. Por lo tanto, hoy estamos ya en un umbral mucho más competitivo que hace unos años. 

Además, cambió el panorama por los repuntes de los precios en los mercados internacionales y la tasa de cambio, que encareció los productos importados. Esta situación llevó a un mayor equilibrio en cuanto a los precios y permitió que el productor local pudiera defenderse mejor. En el último año, Colombia se encuentra en una posición diferente, que le permite sentirse optimista. Hoy se pueden producir cereales, como el maíz y la soya a precios competitivos con respecto a los del importador y hasta por debajo de estos.


¿Qué medidas se requieren para impulsar la producción de cereales en el país?

Para poder impulsar las áreas de siembra de cereales en Colombia se debe plantear primero una política de fomento al crédito mucho más agresiva y con mayor cobertura, para que los productores puedan acceder a capital. Para esto, la garantía no debería ser la finca raíz o los predios, porque este no es un país de propietarios, sino más bien el proyecto productivo mismo y los ingresos que está en capacidad de generar el productor. 

Además, es necesario romper la estacionalidad de las cosechas, lo cual se logra gracias a infraestructuras. Se necesita recuperar parte de la infraestructura que se perdió cuando se liquidó el IDEMA. Por lo tanto, hay que dotar a las regiones de centros de acopio, principalmente de secadoras, bodegas y silos, con el fin de tener un almacenamiento seguro.

Actualmente, Colombia cuenta con instrumentos como los incentivos a la capitalización rural, créditos a largo plazo blandos y Alianzas Público Privadas para montar nuevamente infraestructura productiva en las fincas. De esta manera, se podría llegar a sustituir gran parte de las importaciones que hoy tiene Colombia.