Contra el arte, protesta o vandalismo

Diva Criado
Abogada y periodista, Master en Gestión Pública de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Coordinadora de la Sección de derechos humanos, redactora y editora de la Agencia de Noticias La Independent de España.
No veo otra explicación a la acción demencial de activistas que radicalizan las protestas climáticas, atentando contra obras de arte invaluables en los museos del mundo. Bajo la premisa de advertir sobre el cambio climático, lanzan sobre las obras objetos y versiones gastronómicas variopintas.
Es verdad que debemos sensibilizarnos por los efectos del clima, pero el arte no es el responsable del calentamiento global. En cambio, sí son bienes irremplazables que deben protegerse. Estos ataques a la cultura son, en sí mismos, una agresión a la historia de la humanidad, alientan el descontento y pululan en estos tiempos.
Hace unos días, dos chicas jóvenes arrojaron tomate enlatado al cuadro “Los girasoles”, de Van Gogh, en la National Gallery de Londres. Pertenecen al grupo Just Stop Oil, una organización ecologista que se opone a que el gobierno británico renueve las licencias de petróleo y gas. El ataque se produjo una semana después de que un visitante del Museo Vaticano tirara por los suelos dos bustos romanos.
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El cuadro “La Gioconda” (conocido también como La Mona Lisa), de Leonardo Da Vinci, es la obra más atacada. Finalizando mayo, en el Louvre de París, un hombre que fingía discapacidad se acercó al cuadro y le lanzó un tortazo. El hombre ignoraba que estaba protegida por un vidrio de seguridad, cristal que pusieron a finales de los cincuenta, después de que un pintor boliviano que observaba el cuadro sacó del bolsillo una piedra y la lanzó; en 2009, una rusa le tiró una taza de té; de visita en Japón (1974), en el Museo Nacional de Tokio, una mujer lanzó un spray de pintura roja. En 1911, Vicenzo Peruggia, un carpintero, ex trabajador del Louvre, se la robó.
Estos grupos, vinculados a organizaciones ecologistas, actúan igual en muchos países; en Viena, esta semana, dos activistas lanzaron líquido negro sobre el cuadro “Muerte y vida”, de Gustav Klimt.
Curiosamente, al preguntarle al portavoz del grupo ecologista por qué atacaron el cuadro “Los girasoles”, alucino con la respuesta: “El cuadro no está relacionado con el cambio climático, ni esconde un mensaje medioambiental. Lo elegimos simplemente porque es una obra icónica de un pintor icónico” ¡Plop…!
Si Van Gogh resucitara, se volvería a morir. Pintó el cuadro con quince girasoles en 1888. Una nota sobre la pintura de la National Gallery, reza: “El artista pintó esta serie de bellos girasoles para decorar su casa en Arlés (Francia) cuando iba a recibir a su amigo y artista Paul Gauguin. Esta flor tenía significados especiales para él. Las diferentes etapas de ciclo de vida del girasol, que pintó Van Gogh, siguen la tradición de las ‘vanitas’ que enfatizan la naturaleza transitoria de las acciones humanas”.
Las opiniones están divididas. Muchos de estos grupos rechazan los actos contra el patrimonio cultural, alegando que empañan la causa ambiental. Sin embargo, otros los defienden bajo el argumento de que es necesario utilizar estos métodos extremos para llamar la atención.
Entonces: ¿Qué será lo próximo? ¿Incendiar museos porque la causa lo justifica? Qué culpa tienen “Los girasoles” del atormentado Van Gogh o la Gioconda de Da Vinci, denigrada desde su creación, de los problemas del clima. ¿Es que acaso su causa es más justa? Lo mismo debieron pensar los talibanes cuando destruyeron los Budas de Bamiyán. El fin no justifica los medios. ¡Jamás!
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