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miércoles, 10 de septiembre de 2025
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Derechos de los migrantes en tiempos de muros, los límites de la cooperación internacional

La cumbre de Riohacha reabrió el debate sobre el multilateralismo migratorio. ¿Puede la diplomacia garantizar los derechos de los migrantes frente a solicitudes de asilo récord y el avance de discursos antiderechos?

Personas migrantes cruzan un río con pertenencias, ilustrando los derechos de los migrantes.

Del 2 al 4 de septiembre, Riohacha fue sede de la XV Cumbre del Foro Mundial sobre Migración y Desarrollo (FMMD), un espacio intergubernamental creado en 2007 y presidido cada año de manera rotativa por distintos Estados. En 2025, Colombia asumió la Presidencia Pro Témpore y lideró la organización del encuentro junto con la Cancillería, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y otros organismos del sistema de Naciones Unidas.

La cita reunió a delegaciones de 71 países, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil para debatir sobre los retos de los derechos de los migrantes. El Gobierno colombiano quiso mostrarse como un defensor de las personas migrantes, en contraste con la ola de xenofobia que crece en varias regiones del mundo.


Pero entre los discursos y la realidad persiste una brecha incómoda porque mientras en los auditorios se aplauden los compromisos multilaterales, en las calles miles de migrantes siguen enfrentando muros, fronteras cada vez más militarizadas y un aumento sin precedentes en las solicitudes de asilo.

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Derechos de los migrantes frente a la realidad de las solicitudes de asilo

En teoría, el multilateralismo migratorio busca armonizar políticas, proteger derechos y enfrentar de forma conjunta las causas de la movilidad humana. Pero la realidad muestra un choque evidente entre la retórica y las decisiones de los Estados. En Estados Unidos, por ejemplo, más de 80.000 colombianos presentaron solicitudes de asilo en 2023, una cifra que ubica al país entre los mayores emisores de peticiones.

Al otro lado del mundo, en Australia, migrantes colombianos quedaron atrapados en medio de una marcha neonazi contra la inmigración, una escena que revela hasta qué punto los discursos antiderechos han ganado terreno incluso en democracias que solían mostrarse abiertas y plurales. En Europa, la tendencia apunta al endurecimiento de sus políticas fronterizas y al refuerzo de un modelo que prioriza la seguridad por encima de los derechos de los migrantes.

Familias migrantes caminan con niños pequeños y maletas, reflejando solicitudes de asilo. Título: Familias migrantes en frontera
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La cumbre de Riohacha y los límites del multilateralismo migratorio

La cumbre de Riohacha fue presentada como un logro político y logístico. Con la asistencia de más de 1.500 personas y con beneficios locales en empleo y turismo, el evento pareció mostrar la cara positiva del multilateralismo migratorio. Sin embargo, la pregunta central es si estos espacios producen transformaciones reales en la vida de quienes migran o si terminan siendo vitrinas de buenas intenciones.

El lenguaje diplomático ofrece marcos comunes de referencia sobre integración, trabajo decente y protección de derechos, pero la ausencia de compromisos vinculantes limita cualquier impacto concreto. Un país puede aplaudir en Riohacha y, al día siguiente, aprobar medidas restrictivas en su propio territorio sin que exista un mecanismo para exigir coherencia.


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Discursos antiderechos y la erosión de los derechos de los migrantes

Los discursos antiderechos que se expanden en diversas regiones del mundo ya no pueden entenderse como episodios aislados o marginales, pues se han convertido en banderas políticas de movimientos populistas y nacionalistas. Uno de los casos más dramáticos se vive en Estados Unidos. En 2025, el Departamento de Seguridad Nacional inauguró una nueva instalación de detención migratoria en Louisiana para alojar migrantes bajo políticas iniciadas por Donald Trump.

Otro caso contundente proviene de Europa. En Grecia, el gobierno aprobó una legislación especialmente dura que criminaliza a los solicitantes de asilo rechazados. Quienes no abandonen el país en un plazo de catorce días pueden ser condenados a entre dos y cinco años de prisión, enfrentar multas de hasta 10.000 €, monitoreo electrónico y hasta 24 meses de detención administrativa. Además, se restringió gravemente la posibilidad de regularizar el estatus de personas que llevan tiempo viviendo allí de forma irregular.

Si el multilateralismo migratorio no se traduce en políticas concretas, se corre el riesgo de que estas narrativas de odio y control se normalicen y se integren al sentido común social. El resultado sería doble al erosionar los derechos de los migrantes, también se debilitaría la democracia y se profundizará la polarización social, con consecuencias de largo alcance.

Grupo de migrantes camina por carretera desértica cargando maletas, ejemplo del multilateralismo migratorio.
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Los derechos de los migrantes con compromisos reales

Según el último informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), a finales de 2024 había más de 123 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo, entre ellas 42,7 millones de refugiados y 8,4 millones de solicitantes de asilo. En paralelo, la Unión Europea reportó que durante 2024 recibió más de un millón de solicitudes de protección internacional, una cifra que, aunque representa una leve disminución frente al año anterior, confirma la magnitud del fenómeno migratorio.

En medio de este panorama, las respuestas nacionales reflejan la tensión entre discursos y prácticas. El pasado julio, medios estadounidenses informaron que el gobierno de Donald Trump reanudó vuelos de deportación, trasladando a decenas de migrantes hacia terceros países como Costa Rica antes de su repatriación definitiva. La escena fue descrita por organizaciones de derechos humanos como una verdadera cacería de migrantes, donde personas vulnerables son capturadas, concentradas y enviadas en aviones bajo el argumento de la “mano dura”.

Al final, estos episodios resumen la problemática del presente mientras en foros internacionales se habla de cooperación y de un multilateralismo migratorio con compromisos reales, en la práctica prevalecen medidas unilaterales, castigos colectivos y una diplomacia reactiva que limita la posibilidad de construir estándares comunes de protección. El reto está en pasar de los aplausos en las cumbres a políticas verificables que garanticen derechos y eviten que la migración siga siendo un campo de tensiones entre Estados desiguales.

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