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El tiempo del estrés

Victoria E. González M., Columnista, Más Colombia

Victoria E. González M.

Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Termina otro año lleno de complejidades en múltiples aspectos, pero, sobre todo, lleno de mil actividades agotadoras. 

Y es que esa parece ser la marca que lo impregna todo por estos tiempos, la acumulación de trabajos, informes, reuniones y eventos para  los que corremos de manera demente de un lado para otro y que al final nos dejan exhaustos e incluso enfermos, pero satisfechos de cuán productivos y útiles somos.  

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La respuesta de muchas personas cuando se les pregunta acerca de su vida es “bien, pero con mucho trabajo”. Al parecer nos da una especie de orgullo saber que estamos saturados, que no tenemos ni un minuto para nada porque el mundo no perdona al que descansa. 

Entonces, el premio a todo el esfuerzo es marcharse al menos una de las 52 semanas del año a una playa atestada de otros tantos que como uno lograron desconectarse, para tratar de absorber la mayor cantidad de energía posible con la esperanza de volver renovado a la lucha.

La reflexión que queda de todo esto es qué tan necesaria es esa loca carrera que estamos haciendo todos. Qué nos queda de las ocho mil reuniones del año, de los doscientos informes, de las quinientas actas levantadas. 

Cuántas cosas se concretan y llegan a buen término en esos encuentros prolongados saturados de café; cuántos compromisos se cumplen al final; cuántos problemas se resuelven y cuántos escenarios se transforman para bien. 

Un verdadero balance del año debería apuntar a analizar que tan necesario para nuestra vida y para la vida de los demás es seguir en esta maratón eterna en la que estamos viviendo.

Allá por los años 30, un joven médico descubrió un factor hasta entonces desconocido que afectaba la salud de las personas y que se manifestaba en múltiples enfermedades. 

Años más tarde, se convirtió en el diagnóstico más dado por los médicos a sus pacientes: “estrés, usted sufre de estrés”. Y en esas estamos todos, presumiendo de nuestra dura vida, de lo mucho que hacemos, del estrés que tenemos encima por ser tan productivos, tan útiles, por asistir a tantas reuniones y entregar tantos informes.

¿De verdad vale la pena ese orgullo?

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