martes, 28 de marzo de 2023
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Ladrilleras en Bogotá: ¿quiénes pagan el costo de construir la ciudad?

Si algo define la vista general de Bogotá, son sus construcciones de ladrillo. Sus habitantes los ven brillar cada vez que les pega el sol, pero la mayoría desconoce quiénes los hacen, cómo los hacen y los impactos de su fabricación dentro de la ciudad. Por: Laura Torres.

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Los ladrillos. Aunque estos versátiles bloques son uno de los materiales de construcción más antiguos del mundo y han estado presentes desde el inicio mismo de la civilización humana, para muchas personas su origen y elaboración son grandes enigmas. Construcciones emblemáticas como la Gran Muralla China, los Jardines Colgantes de Babilonia y el Taj Mahal, fueron construidas con simples ladrillos. Pero no hace falta irse tan lejos; cientos de miles de bloques de arcilla erigen todo tipo de estructuras a lo largo y ancho de Bogotá. No importa por dónde se mire, los ladrillos están en todas partes y son la pieza más icónica y notable de la arquitectura de la ciudad.


El proceso de fabricación de los ladrillos es relativamente sencillo. Todos los pasos para su producción se pueden incluir en tres grandes etapas:  la extracción minera de la arcilla, la adecuación del material arcilloso y la cocción del ladrillo. “Eso es como hacer el pan. La arcilla se muele, se lleva a un mezclador con agua donde se ‘amasa’ y después pasa por una extrusora —que es la máquina que le da la forma que queremos—. Finalmente, termina en un horno y allí se cocina”, explica Gustavo Ovalle, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Fabricantes de Ladrillo y Materiales de Construcción (ANAFALCO). 
De acuerdo con la Corporación Ambiental Empresarial (CAEM), existen 1508 industrias ladrilleras caracterizadas en Colombia. Estas se concentran principalmente en los departamentos de Cundinamarca (incluída Bogotá) y Boyacá, y alcanzan una producción mensual estimada de 1,05 millones de toneladas al mes (ver mapa).

Ladrilleras en Colombia por departamento y producción en toneladas por mes.
Ladrilleras en Colombia por departamento y producción toneladas por mes 2015. La cifra de Bogotá está incluida dentro del departamento de Cundinamarca: 271.956 toneladas.

Según el Portafolio de mejores tecnologías disponibles y mejores prácticas  ambientales para el sector alfarero y ladrillero del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la cocción de piezas de arcilla en el horno es la etapa más demandante en términos energéticos, al utilizar el 95% de toda la energía térmica que necesitan las empresas. Esta altísima demanda energética se obtiene de diversas fuentes, dependiendo del tipo de tecnología del horno. El combustible más común en las ladrilleras de Colombia es el carbón mineral, seguido de la leña. 

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Consumo de energía por tipo de combustible en 2015. Fuente: CAEM.

La tecnología de los hornos tiene un impacto directo en la cantidad de combustible que se requiere y, a su vez, en la emisión de material particulado. 


“Un horno de fuego dormido —de los que había antes— duraba 30 días prendido y para producir, digamos, 70.000 piezas, podía consumir 20 toneladas de carbón. Ahora un horno túnel, para producir 20 toneladas de arcilla, utiliza una tonelada de carbón no más”, cuenta Ovalle, mientras explica cómo ha sido la conversión tecnológica en las 32 empresas que hacen parte de ANAFALCO. 

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A pesar de que más del 70% de la producción de ladrillos en Colombia se genera en hornos tecnificados (como los hornos túnel), en 2015 aún existían más de 600 hornos de fuego dormido que, según la CAEM, podían generar casi un millón y medio de toneladas de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en 10 años. 

Uno de los principales impactos ambientales de la industria ladrillera es la emisión de material particulado, producto de la combustión  y del procesamiento de la arcilla. Para Nubia González, terapeuta respiratoria e investigadora de MinCiencias que ha estudiado la sintomatología respiratoria en mineros del carbón y de ladrilleras en Boyacá, “la exposición a material particulado es una de las amenazas graves a la salud de muchos trabajadores del sector minero”. González y otros investigadores lograron establecer que existe una asociación entre la sintomatología respiratoria en trabajadores y el cargo, la edad y los años de trabajo en ladrilleras de Tunja. 

Los impactos en la salud de la exposición prolongada a material particulado incluyen la alteración en el funcionamiento de los pulmones y, “a largo plazo, se puede desarrollar una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), la misma enfermedad asociada con el tabaquismo, pero en este caso la afección se genera por el material particulado que está en el ambiente”, explica González. 


Aunque los más afectados son quienes trabajan directamente en las empresas, las poblaciones ubicadas a una distancia reducida de las ladrilleras también podrían tener repercusiones en su función pulmonar.  Si bien es necesario adelantar más y mejores estudios en el contexto colombiano, para González “las emisiones de material particulado de las ladrilleras definitivamente podrían impactar la función cardiorrespiratoria de las personas que habitan en las zonas aledañas”.

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En Bogotá, desde la época colonial, se ha realizado la extracción de materiales de construcción. Fabio Zambrano Pantoja, director del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia, relata cómo la escasa industrialización de la extracción de materias primas para la construcción generó que en Bogotá se hiciera minería dentro de la ciudad. “Los chircales (fábricas artesanales de ladrillos) estaban al oriente, pegados a la ciudad, porque bajaban los ladrillos en burro. Hasta hace muy poco tiempo, a comienzos del siglo XX, había un chircal llamado Barro Colorado en donde está la Universidad Javeriana”.

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“El trabajo humano y animal se confunden en el Chircal”. Fotografía de Sady González, febrero de 1950. Fototeca digital del Archivo de Bogotá.

En la actualidad las ladrilleras se concentran en el sur de Bogotá. Algunas hacen parte de los cuatro polígonos de Zonas Compatibles con Minería (ZCM): Ciudad Bolívar, Usme, Tunjuelito, Mochuelo y otras se encuentran por fuera de estas ZCM en las mismas localidades. Una desafortunada coincidencia es que, de acuerdo con la encuesta Multipropósito del DANE 2017, Usme y Ciudad Bolívar son dos de las localidades con mayor índice de pobreza multidimensional, con 10,9 % y  8,9%, respectivamente. 

En ese contexto, es posible que en Bogotá se configure la hipótesis del triple riesgo en donde, según el libro La desigualdad que respiramos. Políticas de calidad del aire, pobreza y desigualdad en Bogotá, 2010-2020, “las poblaciones de menor estatus socioeconómico enfrentan una mayor exposición a contaminantes del aire (primer riesgo), lo que, aunado a una vulnerabilidad acentuada a sufrir problemas de salud debido a la pobreza y la desigualdad (segundo riesgo), deriva en una mayor carga de enfermedad por contaminación atmosférica en esta población (tercer riesgo)”.


Para Zambrano, es explicable pero inaceptable que las ladrilleras queden dentro de la ciudad y particularmente, en el sur de la ciudad. “Es explicable con el argumento de que si explotamos las canteras muy lejos, el aumento de los costos de construcción va a ser astronómico, pero ¿cuánto nos cuesta en vida tener el ladrillo más barato? Quienes pagan el costo de la explotación son quienes viven ahí”, afirma.

El 85% de los empleados de las 32 empresas que hacen parte de ANAFALCO vive en Ciudad Bolívar y la mayoría es de los barrios aledaños a las ladrilleras. Eso quiere decir que “hay un doble riesgo, uno directo y uno indirecto. Porque además de trabajar en la ladrillera, muchos viven en el área de influencia, en donde hay circulación de material particulado derivado del proceso productivo”, señala González. 

Chircales, además de ser el nombre de las fábricas artesanales de ladrillos, fue un documental grabado en el sur de Bogotá desde 1966 hasta 1971. Durante 41 minutos sus directores, Marta Rodríguez y Jorge Silva, muestran y relatan las precarias condiciones de vida de las familias que trabajaban allí. “Ya tengo hartos años de estar en este oficio; yo me siento muy malo. La fatiga y la asfixia que me da… Eso es uno levantarse por la mañana y échese al barro y eso es lo que es enfermoso para el pulmón (…) Nosotros ya morimos en este oficio, ya hasta que Dios nos llame a juicio, ya nos tocará aguantarnos porque qué. Ya estamos muy enfermos”, son algunas de las duras y estremecedoras palabras dichas por un trabajador del ladrillo en el antiguo documental. 

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Como si no hubiera pasado el tiempo, al conversar con uno de los trabajadores de una de las ladrilleras ubicadas en el sur de Bogotá, queda en evidencia que  aunque es vital para la vida de miles de personas, nada tiene de fácil el oficio de ser ladrillero. “Más de 30 años llevo en esa ladrillera y en el médico cada nada me dicen que renuncie porque no me pueden controlar el asma así, pero, ¿renunció y qué? ¿Qué voy a hacer? Ya no me van a recibir en otra empresa, entonces me toca ahí porque qué más hago”, dice con resignación y agrega: “este trabajo es muy pesado, este trabajo no lo hace cualquier persona y es muy mal pago. Imagínese, ahí todos ganamos el mínimo o 20.000 pesos más del mínimo. Es muy barato para el riesgo que uno corre ahí. Imagínese uno con un mínimo, pero uno que más hace. Hay que pagar arriendo. Nos toca seguir trabajando porque qué más hacemos”. 


Los dos títulos mineros en el polígono ZCM de Mochuelo tienen una vigencia de 30 años, uno de ellos hasta 2037 y el otro hasta el 2035 con la posibilidad de ser prorrogado por otros 30 años. Gustavo Ovalle cuenta cómo el Servicio Geológico Colombiano determinó que había 92 millones de toneladas de arcilla para explotar en el Mochuelo. Según este panorama, la minería de arcilla en Ciudad Bolívar seguirá existiendo al menos por 13 años más.  

¿Qué se puede hacer? 

Nubia González, junto con otras investigadoras de la Universidad de Boyacá, diseñó el Programa de intervención Integral en Salud Respiratoria al Minero  (PRIM), con el fin de brindar a estas poblaciones una mejor calidad de vida mediante la implementación de estrategias de promoción de la salud respiratoria que impacten y movilicen a la población minera frente a los riesgos laborales y el desarrollo de actividades de prevención secundaria, terciaria y de rehabilitación en población minera sintomática respiratoria, entre otras. 

Este programa cuenta con cuatro componentes: preintervención, diagnóstico, intervención y evaluación. A su vez, cada uno de ellos tiene diferentes fases, áreas y actividades. 

Al presentar y preguntar al director ejecutivo de ANAFALCO sobre la posibilidad de implementar este programa en sus empresas, él se mostró interesado y dijo: “Yo no lo descartaría nunca. Me imagino que si ellos ya han hecho eso, es porque han hecho estudios y tendrán una investigación. Yo no le vería ningún problema a que lo desarrollemos aquí, o que lo desarrollen en algún lado y nos transmitan la información. La idea es siempre estar mejorando y yo creo que ningún empresario aquí tendría ningún inconveniente”. 


Por otro lado, Fabio Zambrano plantea que la solución reside en la democracia territorial, un principio que señala que todos los territorios tienen los mismos derechos y, por lo tanto, deben tener las mismas infraestructuras. Asimismo, afirma que la descentralización de la ciudad sería una vía para que las poblaciones decidan sobre sus territorios. Concluye diciendo que, si un ladrillo pasa de valer $100 a valer $120 porque se va a fabricar en otro lugar, pero eso implica que la calidad de vida mejore para un millón y medio de habitantes, hay que hacerlo. “ Sí, nos costaría más, pero, ¿qué vale más? ¿Un ladrillo o la vida?”. 

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