Las horas más oscuras de la academia

Diego Torres
Doctor en Física de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro del Consejo Superior Universitario de la UNAL.
¿Se imaginan que decidiéramos que la persona más calificada para dirigir un barco que se encuentra a la deriva sea por una votación entre los pasajeros? ¿o que la calificación de una tesis de doctorado se haga por los aplausos y los likes en X (antiguo Twitter) de los asistentes, ignorando a los jurados especializados?
La meritocracia es más antigua que la democracia, y es por ello que las universidades y los centros de formación son más antiguos que las democracias modernas, y han sobrevivido a las mismas crisis de las sociedades.
La meritocracia funciona mientras que en no pocas ocasiones la democracia decepciona. Sin embargo, la meritocracia académica ha estado bajo un ataque sin precedentes en la historia de la humanidad por cuenta de intereses de poder disfrazados de una falsa democracia, en diferentes países y desde diferentes posturas políticas.
A lo largo de los últimos años, sectores de la sociedad alrededor del mundo han empezado a cuestionar la existencia de una denominada “élite académica”, la cual parece absolutamente desconectada de la realidad de la sociedad. Esto a pesar de que dichas élites realizaron las investigaciones que llevaron a la vacuna para combatir el COVID19 y crearon revoluciones tecnológicas como la Internet y la inteligencia artificial.
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Los ataques contra el sistema meritocrático de la academia han sido globales y provienen tanto de partidos políticos como de gobiernos, y han sido respaldados, paradójicamente, por miembros al interior de la misma academia.
En Colombia la academia ha sufrido ataques de diferentes formas por parte de un gobierno, supuestamente progresista, pero que ha llevado a cabo acciones que van desde romper la autonomía universitaria, con un ejemplo dramático en la Universidad Nacional de Colombia, hasta el limitar las capacidades del Icetex, cuestionar a los docentes universitarios y sus labores.
El divorcio entre el Ministerio de Educación y las universidades es no solamente peligroso, sino que ha tomado un claro camino de instrumentalización política de la academia que ha demostrado ser históricamente peligroso. Solo debemos recordar la revolución cultural China que persiguió a los académicos y creó tribunales que usaban a grupos de estudiantes para perseguir a los académicos que levantaban la voz contra el Gobierno.
Al peligroso camino de instrumentalización de las universidades públicas por parte del Gobierno nacional se le ha unido la desastrosa gestión del sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación, la cual está en cabeza del MinCiencias, ministerio que como el de educación está absolutamente desconectado de la comunidad académica y de los investigadores en Colombia, y ha cuestionado el sistema meritocrático de las universidades.
¿Qué podemos hacer ante este oscuro panorama? Es importante que la academia se tome más en serio el divulgar a la sociedad el gran trabajo realizado en sus espacios. Es la misma sociedad quien debe defender a la academia de los ataques implacables de los políticos de turno. A los seres humanos nos emociona el saber que estamos tratando de develar los misterios del universo, nos palpita el corazón al ver la pasión de un matemático tratando de resolver una ecuación al descubrir cómo la vida está llena de milagros que tratamos de modelar.
Es tiempo de decirle a la sociedad que la academia juega el papel más fundamental de todos, hacernos sentir verdaderamente humanos, unirnos como sociedad y asegurar un futuro para las jóvenes generaciones que ven en la academia y la meritocracia el mejor camino para romper el círculo de pobreza al que se nos condenó desde antes de haber nacido.