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sábado, 8 de noviembre de 2025
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Máquinas versus Humanos

Diego Cabrejo, Columnista, Más Colombia

Diego Cabrejo

Matemático e Ingeniero Electrónico, Magíster en Matemáticas Puras, Gerente de Riesgo y Co-Founder de la Fintech Prestanza (R). [email protected]

Fuerza, rapidez, inteligencia, amor, ¿en qué cosas nos superan nuestras creaciones?

Desde los inicios de la humanidad, hemos buscado que la naturaleza nos provea de elementos que superen nuestras capacidades biológicas. Al principio, se trataba de armas más punzantes que nuestras uñas y dientes y más resistentes que nuestros huesos. Con el tiempo, logramos dominar el fuego, una fuente de calor más efectiva que nuestro propio cuerpo.


Sin embargo, el último milenio trajo metas más ambiciosas y logros espectaculares. Primero, creamos máquinas que multiplicaron nuestra fuerza por diez con los molinos de viento en el siglo XV. Nuestra búsqueda de fuerza continuó con las máquinas a vapor y las eléctricas, permitiendo que un solo equipo supere el trabajo de cientos de hombres.

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Molino de viento antiguo.

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Nuestra obsesión por la velocidad nos llevó a inventar bicicletas, carros, trenes, aviones y cohetes, superando la velocidad natural en una magnitud de mil veces. No conformes con la velocidad, buscamos precisión, creando telares, aspiradoras, podadoras, ensambladoras y muchas más herramientas en los últimos 250 años.

Superamos nuestra producción de energía con la química y el electromagnetismo, culminando en la energía nuclear. Luego, nos propusimos construir máquinas que superaran nuestra capacidad de cómputo, comenzando con cálculos matemáticos y resolviendo problemas cada más complejos, lo que terminó llevándonos al espacio.

Cuando superamos nuestra velocidad, fuerza, capacidad de cálculo y rapidez, nos enfocamos en la memoria. Las primeras computadoras, que apenas almacenaban información equivalente a este artículo, se convirtieron en guardianas del conocimiento humano.

A cada paso, nuestros miedos afloraron. En Francia, la primera fábrica de costura fue destruida por una turba que temía la destrucción de empleos. Los primeros trenes, que alcanzaban 36 km/h, fueron objeto de advertencias médicas sobre posibles daños irreparables a nuestros órganos.


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Milton Hershey, al ver el trabajo de las excavadoras, pidió apagarlas y contratar a 30 hombres en lugar del uso de una sola máquina. Cuando Deep Blue derrotó al campeón mundial de ajedrez, muchos temieron que las máquinas reemplazarían incluso a los más superdotados.

Con cada avance, los humanistas redefinieron qué significa ser humano. Primero fue nuestra capacidad simbólica, luego nuestra creatividad y, ahora, con la llegada de la inteligencia artificial, nos refugiamos en la espiritualidad.

Hoy, enfrentamos al fin del trabajo como lo conocemos y a la inteligencia artificial como una amenaza existencial. Sin embargo, aún no hemos visto nada. Lo que llamamos inteligencia artificial no es mucho más que una gestión eficiente de datos. En las próximas décadas, veremos cambios profundos en nuestra existencia.

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Primero, vendrá el sabio de la botella, que responderá cualquier pregunta, desde cómo detener el calentamiento global hasta cómo ganar un millón de dólares en un día. Luego, vendrá el genio de la botella, que no solo sabrá las respuestas, sino que también las ejecutará, construyendo naves espaciales, nuevas fuentes de energía y mansiones para todos. Finalmente, crearemos un ente que, por definición, será dios: capaz de crear universos y de conocer todo y a todos, en el pasado, presente y futuro.

En menos de un millón de años, hemos construido máquinas que nos superan en el 99% de nuestras cualidades y mejoran lo que consideramos humano. Ahora, estamos en camino de sustituir aquello que consideramos sagrado y divino.

Nota: La corrección de estilo del presente artículo fue realizada con ChatGPT.