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jueves, 22 de mayo de 2025
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Marino Hinestroza y el castigo a los cracks desobedientes

Flor Morales, Columnista, Mas Colombia

Flor Morales

Coordinadora de Comunicaciones en el Centro de Estudios del Trabajo (Cedetrabajo).

Marino Hinestroza rinde en la Libertadores y fue llamado a la Selección, pero en Colombia su carácter pesa más que su talento. ¿Por qué incomoda tanto?

Marino Hinestroza no es el primero ni va a ser el último. En Colombia, cuando un jugador se sale del molde, los micrófonos no lo analizan: lo señalan. Si tiene talento, pero no calla; si es joven pero no agacha la cabeza; si dice lo que piensa o celebra como le da la gana, lo tildan de sobrado. Y si encima es negro, el castigo es doble.


Marino Hinestroza. Nació en Cali, tiene 22 años y juega como extremo derecho en Atlético Nacional. Es un jugador rápido, potente, con una zurda que incomoda a cualquier defensa. Tiene cambio de ritmo, regate corto y una lectura de juego que no se enseña. 

En la temporada 2025 ha sido determinante en partidos clave, especialmente en Copa Libertadores, donde ha marcado y asistido en momentos decisivos. Su talento no es promesa, es presente. Y cuando un equipo lo necesita, Marino aparece. No es casualidad que Nacional lo tenga como titular indiscutido ni que la Selección Colombia lo haya convocado para las eliminatorias. Lo que tiene no se fabrica: lo trae puesto.

A Marino lo han llamado de todo: conflictivo, problemático, irrespetuoso. Todo eso porque en una rueda de prensa dijo que no hablaría con los medios hasta que dijeran las cosas bien. Porque celebró un gol limpiándose la boca con un banderín. Porque, cuando le preguntaron si se consideraba el mejor jugador de la liga, respondió con toda confianza que sí. Porque no juega a ser simpático. ¿Y entonces? ¿El fútbol colombiano necesita solo jugadores obedientes? ¿Calladitos, agradecidos, sumisos?

Marino Hinestroza
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No es la primera vez que pasa. James Rodríguez, cuando dejó de sonreír para las cámaras y empezó a tomar decisiones incómodas, pasó de ídolo nacional a blanco de memes y críticas. 

Faustino Asprilla fue aplaudido por sus goles y crucificado por su personalidad. Cuadrado, en sus inicios, fue más señalado que valorado. La prensa deportiva colombiana no ha aprendido a convivir con el talento libre. Lo celebra cuando le sirve, pero lo fusila cuando incomoda.


Y mientras acá se destruye a los jugadores con personalidad, en otros países los aplauden. Luis Díaz, por ejemplo, es ovacionado cada fin de semana en Inglaterra. Klopp lo elogia, la afición del Liverpool le canta. En Colombia, en cambio, por un partido flojo ya lo quieren sacar del club, le cuentan los minutos sin gol, le hacen titulares con tono de despedida. Como si el problema fuera él y no el hambre de escándalo que tienen algunos redactores.

Lo que hay de fondo es otra cosa: la necesidad de moldear ídolos funcionales, jugadores que no incomoden al periodista de turno. Se premia al futbolista que agradece todo, que se cuida de no decir nada que moleste, que no contradice al panelista que nunca ha jugado ni en un torneo intercolegial. Pero si el jugador se defiende, lo acusan de “no saber manejar la prensa”.

Hay un sector de la prensa deportiva que no pregunta: editorializa. No reporta: sentencia. No analiza el juego: analiza la actitud. Como si al jugador le hicieran un test de personalidad en vez de valorar su rendimiento. Como si la cancha fuera secundaria.

Y no se trata solo de Marino Hinestroza. Es un patrón que se repite y que deja claro algo preocupante: la prensa deportiva en Colombia no soporta el talento que no se arrodilla. No tolera que un jugador no les tenga miedo. Por eso lo castiga. Por eso lo caricaturiza. Por eso lo minimiza. Porque les incomoda. Porque no lo controlan.

¿Y el público? El público compra el discurso, porque no le dan otro. Porque muchos medios lo único que ofrecen es el eco de su propia arrogancia. No hay análisis de jugadas, no hay lectura táctica. Hay programas enteros dedicados a “actitudes”, “ambientes”, “gestos”. Como si eso definiera a un jugador. Como si el fútbol fuera un reality.

Marino Hinestroza no está exento de errores. Nadie lo está. Pero lo que hay con él no es una crítica deportiva: es una persecución de personalidad. Lo que molesta no es su nivel sino su forma de estar en el mundo. Y eso, en un país como Colombia, sigue siendo pecado.

Y sí, queremos que Colombia gane títulos. Que la Selección vuelva a un Mundial, que los clubes hagan historia. Pero no vamos a llegar a nada si cada vez que aparece un jugador con condiciones y con carácter, lo reventamos desde el primer micrófono.


Así que no, no es que la prensa deportiva colombiana sea exigente. Es que no soporta que alguien brille sin pedir permiso. Que alguien tenga talento y, además, tenga voz propia.

Eso, en este país, todavía se paga caro.