El mito de la transición energética: por qué el gas en Colombia es la base del futuro energético
El gas en Colombia debe volver al centro de la política energética. El país encara déficit, riesgo de racionamiento y alzas tarifarias.
Mientras el discurso oficial insiste en acelerar la descarbonización y reemplazar los combustibles fósiles por energías renovables, expertos como el Dr. Juan Benavides, exdirector de la UPME y asesor del sector energético, advierten que el país avanza hacia una crisis estructural.
El experto insiste en que no existe la transición energética en el mundo, sino un proceso de agregación de fuentes donde todas (renovables, fósiles y nuevas tecnologías) son necesarias para garantizar el crecimiento y evitar un futuro de “pobreza verde”.
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Tres crisis inminentes en el sector energético
El análisis de Benavides identifica tres focos críticos: riesgo de racionamiento, déficit financiero y parálisis de proyectos. Los tres, advierte, tienen un mismo origen: una política energética guiada por ideología y no por evidencia técnica.
1. Riesgo de racionamiento en 2027
Colombia depende en exceso de la generación hídrica, lo que la hace vulnerable a los fenómenos climáticos. Si no se refuerzan las plantas térmicas de carbón y gas en Colombia, el país podría enfrentar un racionamiento eléctrico en 2027.
“Las plantas térmicas son el seguro del sistema”, afirma Benavides. Su eliminación pondría en riesgo la estabilidad nacional. Reemplazarlas por renovables costaría 80 billones de pesos (aproximadamente cuatro reformas tributarias) para reducir apenas un 3% de las emisiones, una inversión insostenible para una economía emergente como la colombiana.
2. Déficit financiero sistémico
El sistema eléctrico enfrenta un hueco creciente por los subsidios impagos del Gobierno. El esquema actual, basado en estratos y no en ingresos reales, es “una mala idea” según Benavides, porque perpetúa subsidios mal focalizados y carga el costo sobre los estratos altos.
Propone una focalización vía Sisbén y tarjetas de prepago para racionalizar el consumo y evitar un colapso financiero del sistema.
3. Parálisis de proyectos energéticos
Los proyectos de generación renovable, especialmente en La Guajira, están detenidos. El caso emblemático es la línea de transmisión Colectora, que no avanza tras años de consultas con más de 200 comunidades.
Para el experto, el país necesitaría agilizar licencias y reducir la incertidumbre jurídica que hoy ahuyenta la inversión.

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Una política energética pragmática
Benavides propone abandonar la visión ideológica de “energía limpia contra energía sucia” y adoptar una planificación integrada de recursos. Este modelo, usado internacionalmente, coordina simultáneamente la oferta y demanda de electricidad y gas, y prioriza la seguridad energética sobre el costo mínimo.
Expansión balanceada
El país debe promover todas las tecnologías que aporten estabilidad al sistema, no solo las más baratas. Un portafolio “agnóstico” que incluya térmicas, hidráulicas, solares y eólicas evita crisis como la de España en abril de 2024, cuando una sobreoferta de renovables colapsó el sistema.
Descentralización y generación regional
Benavides propone una regulación más descentralizada, que permita transacciones locales de energía y fomente la generación distribuida (baterías, biorrefinerías, vehículos eléctricos).
Además, sugiere dividir el país en seis regiones energéticas, cada una con capacidad propia de respuesta ante emergencias.
“Verdes pero raquíticos”
El concepto de “transición energética”, que es importado de Europa, no es apropiado para la realidad de los países en desarrollo, explica Benavides. Mientras las economías industrializadas pueden darse el lujo de reducir su consumo energético, Colombia aún necesita duplicarlo para salir de la pobreza.
“El problema no es ser contaminante, es ser pobre”, resume el economista. Con un consumo per cápita de apenas 35 gigajoules por habitante, Colombia está muy por debajo del promedio latinoamericano (72 GJ).
El país, dice, ya es verde, pero raquítico: sus bajas emisiones no provienen de políticas ambientales exitosas, sino de su subdesarrollo. “Imponerle las metas de descarbonización europeas a Colombia es injusto y cínico”, agrega.
El verdadero perfil de emisiones
El 55% de las emisiones nacionales proviene de la deforestación y la agricultura, mientras que el sector energético aporta solo el 35%.
“Combatir la deforestación y mejorar las prácticas agrícolas reduciría más emisiones que frenar la exploración de gas o petróleo”, señala Benavides.
El gas en Colombia: energía puente y pilar de seguridad
En lugar de eliminar las térmicas, el gas en Colombia debe ser el eje de una transición energética en Colombia pragmática. Es la fuente más limpia entre los fósiles, tiene infraestructura existente y puede estabilizar el sistema durante sequías.
El país, sin embargo, perdió su autosuficiencia gasífera y ya lo importa a precios más altos. La falta de contratos de exploración agrava esta dependencia y pone en riesgo la soberanía energética.
El fracking: de demonio a herramienta
El fracking moderno ha evolucionado drásticamente. Hoy emplea nitrógeno o CO2 en lugar de agua, inteligencia artificial para fracturación precisa y simuladores digitales para planificar la extracción.
“En la cuenca Permian, las emisiones por barril con fracking son ocho veces menores que en Colombia sin fracking”, explica Benavides. Prohibirlo no es ambientalismo, es renunciar a la seguridad energética.

La crítica más dura se dirige a Ecopetrol, que, según Benavides, ha perdido su foco. En lugar de invertir en exploración e innovación, destina recursos a negocios que no domina, como la compra de ISA o proyectos solares de baja rentabilidad. “Ecopetrol no debe jugar a ser una eléctrica. Debe ser el motor energético del país”, afirma.
Los modelos de Statoil (Noruega) y Petrobras (Brasil) muestran cómo una petrolera puede transformarse sin abandonar su esencia: invirtiendo en investigación, eficiencia y desarrollo tecnológico.
Política energética sin salto al vacío
Colombia necesita una política energética integral, no una transición impuesta. La prioridad debe ser el crecimiento, la seguridad y la autosuficiencia.
Como resume Benavides, “no se trata de cambiar el menú, sino de tener una dieta balanceada”. El país no puede pretender sobrevivir “a punta de lechuga”: necesita “carnecita” energética (hidrocarburos, gas, hidráulicas y renovables) para prosperar.
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La verdadera sostenibilidad no está en dejar de usar energía, sino en usar toda la energía necesaria para salir de la pobreza sin perder estabilidad.