Nocaut desde el Sahara
Guillermo Guevara Pardo
Licenciado en Ciencias de la Educación (especialidad biología) de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, odontólogo de la Universidad Nacional de Colombia y divulgador científico.
Las boxeadoras Imane Khelif, de Argelia, y Lin Yu-Ting, de Taiwán, fueron atacadas infamemente durante los juegos Olímpicos de París por causa de una condición biológica particular. Ambas ganaron medalla de oro en sus respectivas categorías y los insultos que recibieron tenían un factor común: la ignorancia.
Los cromosomas son las estructuras que transmiten genes de padres a hijos; en el núcleo de nuestras células corporales hay 46 de ellos: 23 maternos y 23 paternos. Dos de los cromosomas se llaman sexuales, pues definen el sexo biológico del individuo: el par XX determina el sexo femenino y la combinación XY, el masculino.
Óvulos y espermatozoides poseen 23 cromosomas, uno de los cuales es el sexual; el óvulo tiene cromosoma X y los espermatozoides son de dos clases: unos portan X y otros llevan Y. La condición XX surge cuando el óvulo es fecundado por un espermatozoide X; la combinación XY se origina si el espermatozoide fecundador lleva Y.
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Los órganos genitales propios de cada sexo se forman después del tercer mes de embarazo por la interacción entre información genética y la acción de las hormonas masculinas o andrógenos (testosterona).
Si el feto tiene la combinación XY, los testículos producen altos niveles de testosterona y se desarrolla del aparato genital masculino; pero si la combinación es XX, no hay testículos, los niveles de andrógenos son bajos y se forman genitales femeninos. Posteriormente las condiciones sociales en las que se inserta la persona terminan por consolidar la identidad de género.
Todas las mujeres en edad reproductiva producen testosterona en bajas concentraciones desde los ovarios y las glándulas suprarrenales. Algunas mujeres, por diferentes causas, liberan niveles altos de hormonas masculinas, situación denominada hiperandrogenismo.
Por esta condición, que afecta a Imane Khelif, personajes como Donald Trump, Giorgia Meloni primera ministra de Italia, la escritora británica Joanne Rowling autora de la saga Harry Potter, el estrambótico Javier Millei y Elon Musk la atacaron de manera inmisericorde. En el colmo de su intolerancia, algunos de ellos la presentaron como un ‘hombre que pelea con mujeres’.
Ningún estudio ha demostrado de manera contundente que niveles naturalmente altos de testosterona en la sangre de una atleta sean una ventaja: “…la testosterona influye en el rendimiento deportivo…pero nadie ha logrado concluir y afirmar cuánto influye” declaró para TecScience Jonathan Ospina Betancurt, doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y profesor de la Universidad Europea de Madrid.
El rendimiento de un deportista depende más de otros factores que nada tienen que ver con su estatus hormonal: alimentación, entrenamiento adecuado, instalaciones deportivas apropiadas, apoyo económico estatal, soportes médico y sicológico, etcétera.
Los críticos de la boxeadora argelina olvidan que fue derrotada en varias ocasiones: en cuartos de final en los olímpicos de Tokio 2020, en el Campeonato Mundial de Boxeo Femenino de Nueva Delhi en 2018 y en el de Rusia en 2019. Los ataques contra Khelif tienen el aroma nauseabundo propio de la misoginia y el racismo.
Actitud diferente tuvieron dos de las competidoras derrotadas por la boxeadora argelina. La tailandesa Janjaem Suwannapheng dijo de su contrincante: “Es una mujer, pero muy fuerte”. Al finalizar la pelea por la medalla de oro, la china Yang Liu levantó el brazo de Khelif como señal de reconocimiento a la nueva campeona. En Argel la gente se volcó a las calles a vitorear a la deportista, que respondió con una frase lapidaria a quienes la insultaron: “La medalla de oro es la mejor respuesta a los ataques de odio”. ¡Nocaut fulminante desde el Sahara!
Otra condición genética que tiene que ver con la definición del sexo es el síndrome de insensibilidad a los andrógenos o síndrome de Morris, descrito por primera vez en 1953 por el ginecólogo estadounidense John McLean Morris. En esta situación la persona tiene cromosomas sexuales XY, pero como las células no responden a la acción de los andrógenos, no se forman los genitales masculinos y el individuo desarrolla una apariencia femenina. El síndrome está asociado a la presencia de un gen anormal en el cromosoma X.
La persona afectada tiene una vagina atrofiada; no hay presencia de útero, trompas de Falopio, ni ovarios. Los testículos se quedan en el abdomen, no forman espermatozoides, pero liberan testosterona normalmente.
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La atleta española María José Martínez Patiño (1961), especialista en carreras con vallas, tiene el síndrome de Morris. Por su condición cromosómica (XY) fue descalificada de una competencia clasificatoria a los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. Se creyó que tener los cromosomas de la condición masculina le daba alguna ventaja competitiva.
Las autoridades deportivas de España le recomendaron retirarse discretamente antes de la carrera; no hizo caso, corrió y ganó. La prensa la criticó duramente y fue expulsada del Equipo Olímpico español. Con la asesoría de un genetista recuperó el derecho de volver a competir; trató de clasificarse a las Olimpiadas de Barcelona (1992) pero fracasó por una décima de segundo.
La discriminación también llega a otras actividades deportivas, como el fútbol. Tal es el caso de Yoreli Rincón quien fue vetada de la selección Colombia femenina, no por una prueba de ‘verificación del sexo’, sino por haberse atrevido a levantar su voz contra las injusticias que viven las mujeres en la liga profesional colombiana. A unas las discriminan por su biología, a otras por la rebeldía.