Periodismo sí, pero no así
Victoria E. González M.
Comunicadora social y periodista de la Universidad Externado de Colombia y PhD en Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) de la ciudad de Buenos Aires. Decana de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.
Cada año, con la conmemoración del día del periodista, el 9 de febrero, aparecen los saludos y los reconocimientos a quienes, desde los medios de comunicación, tienen la importante misión de contribuir a informar a los ciudadanos y ciudadanas acerca de los hechos que suceden día a día.
La fecha también es una oportunidad para hacer un alto en el camino y reflexionar acerca del papel que estamos desempeñando medios, periodistas y formadores de periodistas.
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Sobre este punto en particular, en mi caso personal no puedo evitar recordar en esta fecha y en los días sucesivos a ella, la imagen de los periodistas que se ve en películas y series, siempre representada por un enjambre humano que avasalla a acusados de delitos o a personas involucradas en escándalos, enjambre que, sin sentimientos ni escrúpulos, busca permanentemente acceder a la información por encima de todo, pisoteando la intimidad de las personas.
Así nos han visto siempre a los periodistas; contra esa imagen hemos tenido que luchar usando siempre el argumento de la defensa al derecho de la gente de informar y ser informada. Pero no solo contra eso, también hemos luchado contra la imagen de imprudentes, de asociados al poder, de superficiales en el tratamiento de la información, etc.
Hasta ahí, podemos decir que son gajes del mejor oficio del mundo, según nos decía Gabo. Lo que sin embargo ha dejado de ser gajes y se está convirtiendo en preocupación profunda y real para algunos de los que seguimos apostándole al periodismo es la tendencia de los últimos tiempos por parte de medios y periodistas a romper una de las más importantes reglas del oficio que es informar acerca de hechos de interés público con rigurosidad, profundidad y equilibrio.
Así las cosas, estamos viendo cada vez más que hechos cotidianos absolutamente fútiles se han convertido en los contenidos destacados de los medios: el gato que se lanzó de una mesa y logró caer parado; la señora que se salió a la calle con los zapatos al revés; el señor que se durmió en el transporte público y muchas otras “noticias” por el estilo.
Este tipo de información, que solo busca vistas y likes sin ninguna otra aspiración, seguramente jamás va a generar enjambres de periodistas apostados esperando dar una primicia; tampoco va a provocar grandes discusiones sobre el derecho a la libertad de informarse, nada de eso; lo único que va a lograr, sin duda, es alimentar audiencia vanas, dóciles, frívolas y desinformadas.
Los contenidos que se mueven en varios medios “serios” en este momento distan mucho de responder las cinco W, de generar polémicas o de destapar escándalos reales. Se limitan a buscar en sus audiencias el aplauso de la foca o la risa provocada del chiste del pastelazo en la cara disfrazado de información periodística ¿De verdad eso es lo que queremos informar?