Petro asumió la presidencia de la CELAC en medio de una profunda crisis regional
Gustavo Petro asumió la presidencia de la CELAC en medio de divisiones ideológicas y crisis regionales. Su agenda incluye integración energética, diálogo internacional y reformas al mecanismo de decisión del bloque.
El 9 de abril, Gustavo Petro asumió la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en un momento de aguda crisis en las relaciones entre los países que integran este bloque.
Desde la Casa de Nariño, se anunció que su presidencia se enfocaría en promover la integración energética de las Américas basada en energías renovables, mediar en el conflicto en la Franja de Gaza y proponer la creación de una agencia aeroespacial regional, más allá de las diferencias ideológicas entre los miembros.

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Papel de la CELAC
La CELAC reúne a 33 países de América Latina y el Caribe y fue creada en la Cumbre de Caracas en 2011. No es un mecanismo de integración formal, sino un espacio de diálogo político e intercambio de ideas. A diferencia de organismos como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Mercosur o la Caricom, carece de institucionalidad, por lo que se percibe más como un foro que como una organización estructurada.
Uno de sus rasgos distintivos es la exclusión de Estados Unidos y Canadá de sus procesos multilaterales, lo que la convierte en un espacio exclusivamente latinoamericano y caribeño.
Desde su creación, la CELAC ha abordado una amplia variedad de temas en sus nueve cumbres: integración regional, crisis económica, seguridad alimentaria, agricultura familiar, igualdad de género, población y desarrollo, afrodescendientes, lucha contra la corrupción, migraciones, educación, cultura, ciencia, cambio climático, entre otros.
Su funcionamiento se basa en la realización de cumbres y en el nombramiento de una presidencia pro tempore. Hasta este año, esa responsabilidad la ejercía Xiomara Castro, presidenta de Honduras, y ahora pasa a manos del mandatario colombiano.

Diálogo con potencias externas
En los últimos años, ha cobrado importancia el rol de la CELAC como canal de diálogo con potencias o bloques económicos. Se destacan el diálogo CELAC-Unión Europea —cuya tercera cumbre se celebrará en Bogotá en 2025— y el Foro China-CELAC, que mantiene reuniones periódicas y tuvo un hito con la visita de Xi Jinping a Brasil y Perú en 2024.
Durante la presidencia de Xiomara Castro, también se promovieron acercamientos con Turquía, la Unión Africana y los países del Golfo, entre otros.
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Una cumbre más, sin consensos concretos
La falta de consensos ha limitado las acciones conjuntas. En 2015, por ejemplo, el presidente colombiano solicitó una cumbre extraordinaria para tratar el diferendo con Estados Unidos por la deportación de migrantes. Aunque Xiomara Castro aceptó convocarla, la reunión fue cancelada por las profundas diferencias entre los países de la región.
A pesar de los múltiples temas tratados, la cumbre estuvo marcada por las tensiones con Estados Unidos, especialmente por las políticas migratorias de Donald Trump y la imposición de nuevos aranceles.
La cumbre en Tegucigalpa contó con la asistencia de solo diez jefes de Estado. Entre las ausencias destacadas estuvieron Javier Milei (Argentina), Nayib Bukele (El Salvador), Gabriel Boric (Chile), Daniel Noboa (Ecuador), Dina Boluarte (Perú), y los presidentes de Nicaragua y Venezuela.
Los asistentes condenaron las restricciones arancelarias impuestas por Trump y llamaron a la unidad regional. Algunos países como Brasil, Bolivia y Venezuela manifestaron su interés en los BRICS como contrapeso al dominio de Estados Unidos. Sin embargo, otros miembros, como Paraguay y Argentina, no suscribieron la declaración final, y Nicaragua tampoco lo hizo, sin que se aclararan los motivos.
Las diferencias ideológicas y políticas son notorias en temas como la situación democrática en Venezuela, Cuba, Perú y Nicaragua, así como en la respuesta ante las deportaciones, las sanciones contra Venezuela, la transición energética y, sobre todo, la falta de mecanismos para implementar lo acordado.

La inacción ante la crisis en Haití contrasta con consensos puntuales, como el rechazo al bloqueo contra Cuba, la exigencia de financiamiento climático y la búsqueda de una vocería común en foros internacionales.
Estas diferencias, junto con la falta de institucionalidad y recursos, impiden que la CELAC actúe de manera eficaz frente a problemas como la pobreza, la industrialización, el narcotráfico y la integración regional.
Las relaciones comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea —especialmente en materia de tratados de libre comercio— no fueron abordadas. La declaración final solo incluyó un llamado genérico a fortalecer la integración sobre la base de los acuerdos existentes.
En este complejo escenario de impotencia organizativa, contradicciones y enfrentamientos, Gustavo Petro no insistió en la creación de una agencia aeroespacial. En cambio, propuso sustituir el requisito de unanimidad por un “consenso suficiente”, lo que abriría la puerta a decisiones por mayoría, tal como se debate actualmente en la Unión Europea para anular el derecho de veto de los países pequeños.
En su intervención, Petro afirmó: “He intentado que Colombia se convierta en centro del mundo en muchos temas; ya lo demostramos en la COP16”.